Capítulo 2

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 Sintió la presencia del conocido torbellino enérgico entrar a la tienda con el tintineo de la campanilla de viento colgada en la puerta. Era aquél muchacho poco más alto que él y con cabellos extravagantes, ese de sonrisa viva y lágrimas de niño. El tarado que se fue sin darle nombre o número a Keiji, pero siendo que el azabache solo podía pensar en lo extraño de la situación, que hasta se olvidó de pedirle los datos; ya calculaba que al muchacho no lo vería jamás, y los platos rotos los pagaría desde su propia billetera.

—Volviste —reaccionó Akaashi.

 Sin embargo, el hombre sin nombre no le escuchó y siguió viendo cada llamativa flor con mirada inquisitiva. Parecía concentrarse en el brote y sus pensamientos, solo eso. Incluso Akaashi tuvo la impresión de no querer derrumbar el estado mental del recién llegado.

—Hay un ramo que se parece a las plumas de un búho —Expresó en un susurro, finalmente.

—¿Eh? —frunció el ceño, desorientado frente al comentario, tenía muchas preguntas y pocas respuestas; empezando por el nombre.

—Míralo, realmente se parece. Es gris y blanco. Y si no lo ves de ese color, algo está mal con tus ojos, Akaashi —afirmó, convencido en una sonrisa de aquello.

 El azabache lo analizó con la mirada. Pensando en lo inesperado que podía ser ese hombre y lo tan poco malo que ese gran detalle llegaba ser. Además de tener en mente el trato que había acordado de trabajar juntos hasta saldar cuentas y el hecho de que él no tenía, básicamente, ni idea de quién se encontraba en frente suyo.

—¿Akaashi? —los ojos del muchacho sin nombre ahora lo analizaban a él. El de cabellos negruzcos volvió a Tierra con el llamado.

—¿Cómo te llamas? —preguntó finalmente—. No tuve oportunidad de preguntártelo la vez pasada.

—Soy Kotaro Bokuto —sonrió y estrechó su mano, esperando un apretón. Akaashi le tendió la mano en un movimiento delicado, con su usual energía tranquila de siempre.

—Un gusto, Bokuto. Sígueme, por favor —pidió luego de finalizar su recibimiento.

 Caminaron entre el estrecho sendero de flores hasta un mostrador. Ya detrás de este, se sentaron en los altos asientos rojos giratorios.

—A pesar de ser una florería familiar, me gustaría que para antes del jueves a las 4:30, horario en donde vas a empezar a trabajar, traigas un currículum, si es que hoy no lo traes en mano. Además de fotocopias de tu cédula de identidad y carnet de salud al día. Así podremos estar tranquilos de que si te accidentas dentro de las horas de trabajo, estarás asegurado —explicó con detalle mientras que leía el papel rasgado donde su jefe/tío le había escrito las pautas para un nuevo ingreso de ayudante al local—. Oh, y trabajarás hasta las 8. Después de esa hora ya eres libre de hacer lo que quieras.

—Va. Pero, exactamente, ¿Qué tendré que hacer? —preguntó inseguro.

—El trabajo va a variar según la necesidad que tengamos. Igual, no tienes porqué preocuparte de eso. Si no sabes hacer algo, yo te puedo enseñar.

 En ese momento, Akaashi no sabía cuánto la había cagado en pretender enseñarle a Bokuto sobre su trabajo. Cuando se despidieron, a eso de las siete de la tarde. Bokuto por fin dejó de hacer preguntas sobre su nueva labor y se dignó a llamar a Kuroo.

—Ya hablé con Akaashi —anunció mientras que desencadenaba una bicicleta prestada.

—Que raro que sigas vivo, si fuera él ya te habría agarrado a patadas por irte y no dejar rastro; bien podrías haberte hecho el tonto y no volver —rezongó sin pensarlo—. ¿Cómo te fue?

Bokuto, no rompas más flores [Bokuaka] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora