Capítulo 14

1.8K 297 142
                                    


     Esa mañana Bokuto se animó a entrelazar meñiques con Akaashi de camino a la florería.

 De vez en cuando lo miraba, aunque con el esperado frescor de invierno le tapara la mayoría del rostro dada la bufanda oscura que llevaba. Bajo la suya tenía una sonrisa de mejillas entumecidas y rosadas. No era mucho, ya que apenas sentía la mano por la baja temperatura y juraba que en cualquier momento se largaría a nevar dado el cielo cargado, e igualmente, no pretendía soltar el dedo del otro hasta llegar a su destino.

 Iba muy concentrado en él y lo cerca que estaba suyo, llevando el mongomery gris, la bufanda negra de lana y los cabellos revueltos. Moría de ganas por preguntarle qué había ocurrido esa mañana, era como si todo el tiempo en la punta de su lengua se estancara la pregunta de: "¿Por qué me besaste?". De todas formas, lo veía ido. Cuando despertó lo encontró nuevamente de cabeza llena en papeles, calculadora y esos lentes de descanso cuadrados y viejos que rara vez utilizaba.

—Pero qué mierda... —vio muscular a Keiji en un murmuro.

 El pelinegro soltó su mano y el calado frío pareció terminar de envolverlo. Dirigió su vista hacia donde ahora el muchacho corría; le igualó el paso en cuestión de segundos, notando como en las paredes de diferentes texturas, materiales y colores, un mismo rojo se pintaba en una línea desprolija. Pleno en aquello y preguntándose qué carajos ocurría en la calle de comercios y casas tranquilas, terminó por chocar de lleno con la figura de Keiji, quien había parado su corrida.

—¿Alguien sabe quién fue? —preguntó el pelinegro a la vecina de su comercio.

 Bokuto admiraba como todo el barrio se encontraba fuera de sus locales u hogares limpiando el desastre. Farolas rotas, canteros destrozados y toda la calle grafiteada en rojo. Pudo notar como en la chapa que cubría la entrada al almacén donde trabajaba se encontraba inscripto en mayúsculas y una tipografía desprolija la palabra "Marica".

 A su derecha, en la puerta de la vecina quien hizo la mejor cena de la semana, podía leerse "Vieja pasa".

 Sintió como su ceño se fruncía entre falta de comprensión y enojo ante la situación, hasta volver la vista enfrente y notar que la señora limpiaba la puerta a rastrar con una esponja de cocina.

—Yo me quedo a ayudarle —anunció extrañamente, sin  sonrisa cálida incluida.

 La mujer le miró unos segundos y luego le entregó otra esponja; a él y Keiji.

—Cuando terminemos con mi puerta, ayuda a Keiji con la suya —explicó, tratando de levantar ambas comisuras en un intento fallido—. Gracias por el apoyo, muchachos.

 Podía ver de vez en cuando en baches de tiempo donde su mirada se desviaba a la izquierda como la mandíbula de Keiji se tensaba y los músculos del brazo con el cual luchaba por limpiar la palabra del metal le igualaban el gesto inconsciente. Sinceramente, no lo entendía. Ni la situación, ni aquél rostro. A pesar del calor que ambos irradiaban al estar juntos, sentía muy de vez en cuando que Keiji tomaba distancia de él. Ahora era de esos momentos, donde estaba tan centrado en limpiar aquello, que no habían dirigido una palabra en toda la mañana.

—Te preocupa, ¿no? —comentó Okami, dirigiendo su atención a ella—. A mí antes no me llamaría la atención verlo tan callado. Pero ahora... es raro.

—Siento que no puedo ayudarlo, porque él es... eh... no me sale la palabra —rindió, soltando la esponja y suspirando ante la impotencia.

—¿es...?

—Hace las cosas solo.

—Ah, autómata, dices.

—Sí, sí, esa cosa —asintió con energía.

Bokuto, no rompas más flores [Bokuaka] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora