Capítulo 5

2.8K 443 299
                                    

—Estoy empezando a odiar hacer ramos —quejoneó Bokuto, totalmente rendido ante sus mil intentos con el centro de mesa de Dalias y Lirios asiáticos. Una hermosa mezcla entre naranja zanahoria y amarillo azufre.

—Eso es porque apestas haciéndolos —simplificó Akaashi, quien, con su experiencia, ya iba por el decimoquinto ramo preparado perfectamente, fusionando colores vibrantes con una armonía prodigiosa.

—Que alentador —ironizó. Keiji soltó una pequeña risa, quedando los rastros de esta en su rostro durante los siguientes momentos.

—Cuando hagas un ramo que realmente te guste, por más mal que esté, entonces ahí estarás capacitado para seguir mejorando con esto.

—No pensé que poner flores en una jarra sería tan difícil.

—Imagina a la jarra como tu vida —comenzó a explicar Keiji. Parando su creación para ayudarle al muchacho a su derecha, acercándose e interrumpiendo su trabajo dentro del recipiente de vidrio—. Las flores son aquello bonito que quieres en tu vida. Así que solo debes ubicarlas donde te hagan más feliz.

—Nunca entiendo tus metáforas.

—Yo tampoco —rió. Volviendo a su lugar—. Pero a veces quedan bien.

 Rápidamente se encontraban a trece de febrero, donde el clima era más cálido, pero aún un poco fresco para aquellos corazones ardientes en pasión. Habían visto unos cuantos de esos entrando y saliendo por esa puerta. Personas de todas las edades: Niños con pocas monedas a por una flor bella y así hacerle compañía a las margaritas silvestres que había arrancado despreocupadamente de la tierra anteriormente, hombres y mujeres ajetreados pero haciéndose el momento para darle viveza dulce a sus amados, adolescentes codiciosos con más expectativas que dinero. De todo.

 Incluso volvió esa vieja mujer del apartamento alado, con sus arrugas expresivas de lo que, los muchachos pensaban, era enojo impreso en su rostro con el pasar de los años. Pedía el ramo anual, ese de margaritas verdes.

 "Pónganle en el medio un geranio de limón, por favor". Pidió antes de pagar.

 El resto de la tarde Bokuto la pasó tras el mostrador, atendiendo y mostrando a la gente los diferentes tipos de flores y gritándole a Akaashi de vez en cuando, preguntándole el significado de equis flor. Con suerte no rompió ninguna y solo le dobló unos pétalos a una al prensarla contra la pared sin prestar atención. Pasando el poco tiempo de descanso que tenía admirando como su compañero armaba ramos pigmentados en viveza sin mucho problema.

 Embobándose con aquél muchacho haciendo lo que le gustaba. Veía la delicadeza con la que tomaba los pedúnculos y los insertaba en el frasco o, en ese caso, dejaba sobre el papel de color la flor elegida. De sonido de fondo se escuchaban canciones antiguas y usuales dentro de aquellas paredes, acompañando el sentimiento pleno del azabache y la diversión del espectador.

 Solamente se distraía si el usual tintineo de la campanilla le llamaba y así su mente volvía al trabajo. Ante aquella realidad donde los ramos todavía no eran su fuerte y Keiji aún no se había dado cuenta de que faltaban media docena de margaritas rosas porque accidentalmente las había empapado en desinfectante y no agua.

 A la hora de largarse para llegar a tiempo al entrenamiento de Voley de Fukurodani, Keiji le obligó elegir dos tipos de flor y llevárselas a casa. En medio del apuro, el mayor no pudo más que elegir unas Glicinas violetas y margaritas blancas, tomando con estas un papel para envolver.

 "Para mañana espero que traigas el ramo que más te guste", le dijo.

 Y aunque a Bokuto casi le da un ataque de pánico al encontrarse nuevamente con su mayor enemigo, no tuvo opción. Así se fue al entrenamiento: Con ropa deportiva, un bolso al costado y unas cuantas flores desparramadas en un ramo improvisado para cuidarlas hasta llegar a casa.

Bokuto, no rompas más flores [Bokuaka] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora