Capítulo 17

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Tenía miedo de llegar a casa, así que dio unas vueltas más por el barrio, hasta que se perdió de lleno en sus pensamientos, y esta vez sin batería en el celular como para buscar en maps la ubicación de dónde carajo estaba, Keiji vagó hasta un lugar que conocía para ubicarse y volver al apartamento antes del amanecer, o que le roben.

Cayó en el descampado donde Ko le había llevado hacía un tiempo, y por la cabeza le recorrió el cálido recuerdo de las lágrimas emocionadas y los gritos desahogados que corrieron por el lugar; cuando Bokuto estaba.

Keiji tenía mucho guardado dentro suyo, pero está vez no habían fuerzas para romper ninguna botella, por ahora solo quería buscar la el recipiente donde había escrito su felicidad. ¿Qué le hacía bien incluso durante la última crisis que tuvo? Así que leyó las etiquetas, que la mayoría eran de Bokuto, Kuroo y algunas de Kenma; podía descifrar las identidades sin problema.

"Casa", "Mar", "La cama" (era Kenma, claro estaba), "Los ramos que hago", "Las prácticas de química", "El volley", "Cerezos del aire".

Ahí estaba su felicidad, la última, que ahora le hacía la vida imposible, volviéndolo un loco desquiciado; odiaba esa parte de él, que actuaba como un animal, era el "ello" sin un "yo". Pero debía aprender a aceptar las cosas como son, debido a que por más bueno que él fuera obviando lo malo, aquello existiría sin remedio.

Ahora, solo en mitad de la noche y alumbrado por una vieja farola cercana, Keiji aceptaba sus errores. Porque la próxima botella que encontró tenía escrito, en tinta caída por la lluvia y humedad: "Má, pá. Tetsu, Keiji, Kozume."

Sin querer, se sintió un poco más triste y lagrimeó, mordiendo el labio y preguntándose por qué las lágrimas eran cálidas pero afuera estaba gélido.

Los quería, un montón para su humilde corazón; pero hasta el momento se sentía solo, porque nunca se dio el trabajo de dejarlos entrar a su vida plenamente. Sabía que cargaba todo, y únicamente buscaba el cuidado de papá, de mamá, del tío, o familia. "Alguien de ustedes, cuídeme, por favor", parecía decir su alma ilógica, esperanzada en una ilusión imposible, cuando el cuidado estaba en otra parte. En casa, esperándolo con varias preguntas al pendientes.

Aunque desde hacía tiempo no estaba solo, lo sentía así. La soledad, en él, se había vuelto un cuarto oscuro y cómodo, el tumor creciente de su vida. Que desapareció al tomar cartas sobre el asunto, y encaminar hacia casa una vez entendió dónde estaba ubicado; a unas cuadras del antiguo apartamento de Bokuto y Kuroo. El cual se encontraba a, más o menos, cuatro kilómetros de su apartamento. Llegaría en cuarenta minutos, o algo así.



En la casa de Bokuto se iba a hacer una gran cena de "apoyo sentimental" para Kotaro.

—Con la panza llena no se puede estar tan triste —comentó su mamá, dejándole un trozo del pastel quemado —. No temas, que con papá le quitamos las partes negras. Sabe un poco a quemado, pero sigue estando rico.

Los lazos se rompen y se unen, las conexiones existen, se alejan, se desconectan y vuelven a conectar, la torta se quema, pero sigue siendo rica.

Y le sonrió, sin saber que luego del pastel vendría el pollo, los bifes, ensaladas de tres tipos, refrescos y postre sorpresa. Kuroo había llegado hacía un rato y él junto a Kenma estaban jugando frente al televisor.

Bo ayudó a poner la mesa junto a su madre, mientras su padre preparaba el postre.

Admiró los asientos bien colocados en la escena e imaginó el gran banquete que se harían. Cómo sería una guerra con Kuroo por obtener la mayor cantidad de carne, la forma en que Kenma hablaría animadamente con sus padres, de manera tranquila y bonita. También recordó las pataditas que le pegaba su madre por ser grosero al comer.

Bokuto, no rompas más flores [Bokuaka] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora