Capítulo 15

8.6K 229 4
                                    


Esto es un sueño


— No me puedo creer que por fin estemos haciendo esto —dije emocionada mientras guardaba la maleta de mano en el compartimento de encima de nuestros asientos.

— Te quejarás. Una palabra y ya estoy subida a un avión contigo —respondió intentando parecer molesta para luego estallar en una risa—. Algún día me gustaría entender cómo mi madre tiene esta debilidad contigo.

— ¿A qué te refieres? — pregunté mientras me dejaba caer en el asiento de su derecha.

— Empecé a comentarle lo del viaje y tenía una cara...  Que si la carrera, que si la familia...—Yo reí cuando ella la imitó—. Solo tuve que dejarle caer que era para despejarte a ti y le faltó poco para hacerme la maleta.

Reímos de nuevo hasta que la azafata empezó a explicarnos lo del cinturón y el plan de escape de emergencia. Cuando volví la vista a mi amiga estaba casi adormecida.

Tras pasar un mal rato en el despegue, Marta se quedó dormida. El viaje duraba unas dos horas y media más o menos. Intenté conciliar el sueño también, pero me fue imposible.

Había pasado unos días demasiado raros. Luis me llamaba todos los días, hasta que dejó de hacerlo hace tres, cansado de que nunca respondiera. Vicente también me había llamado y aún queriendo arreglar las cosas, no todo había quedado muy bien.
No quería fastidiar la relación de Luis y tampoco quería hacerme daño detrás de un chico que no contemplaba siquiera el poder fijarse en mi.

Los párpados me fueron pesando y antes de que el azafato pasase por segunda vez con el carrito de aperitivos, ya había caído en un sueño profundo.

— Eh, Aiti despierta. Ya hemos llegado—. Marta zarandeaba mi hombro con suavidad.

— ¿Ya hemos aterrizado? — Ella asintió sonriente. Menos mal, me había ahorrado aquel terrible miedo a morir en este ataúd de metal.

Me levante somnolienta y bajé las maletas de la bodega. Abandonamos el avión y cogimos un taxi hasta nuestro hotel.

Debido al premio en metálico que también ofrecía el programa, no habíamos escatimado demasiado en gastos. No habíamos invertido tampoco demasiado dinero, pero yo estaba acostumbrada a los viajes low cost y los hoteles de mala muerte a las afueras, por lo que disfrutar de un alojamiento en Princess Street, la calle más emblemática de Edimburgo y, por si fuera poco, en una de las habitaciones más grandes, era un cambio notable.

Marta abrió la puerta de nuestra habitación con la tarjeta que la recepcionista nos había entregado y accedió a ella después de un sonoro "Wow".

Seguí sus pasos y no era para menos. La habitación era enorme. Tenía dos camas inmensas en la parte que quedaba a mi derecha y justo delante de mí, una vidriera que daba a un pequeño balcón. A mi izquierda, como si se tratara de otro cuarto, había un sofá de tres plazas y un plasma enfrente del mismo. El resto de la habitación estaba cubierta por una gran alfombra que semejaba muy suave y al lado de la entrada dos puertas. Una debía ser el baño y otra...

— ¡ES UN VESTIDOR AITANA! UN VESTIDOR. OH-DIOS-MIO — Marta había corrido hacia la misteriosa puerta antes que yo y al abrirla había empezado a dar saltos de alegría —. Joder, ¿puede pasar algo mejor en este viaje? Todo lo siguiente va a parecerme una mierda.

— ¿¡Es un vestidor!? Quita, déjame verlo—. Tiré de su hombro hacia atrás para ver el interior. Obviamente ella no era la única emocionada con este detalle. Era un vestidor que, al igual que el resto de la habitación, era de gran tamaño. Estaba repleto de estantes y barras para colgar perchas que Marta y yo no tardamos en ocupar.

Tras llenarlo todo con nuestra ropa, nos dedicamos a admirarlo desde la puerta ambas con los brazos en jarra.

— Esto es un sueño — dije con una sonrisa de oreja a oreja. Siempre que Marta y yo habíamos hablado de irnos a vivir juntas en la universidad, habíamos puesto un vestidor como prioridad. Aunque no era demasiado posible, en una planificación elaborada a los doce años, era como pedir un cuarto de baño.

— Espero que Edimburgo sea bonito porque me quedaría admirando esto toda la semana— suspiró ella.

(...)

Foto aquí, foto allá. La cámara se quedaría pronto sin memoria. La ciudad me maravillaba y desde que había visitado el castillo, el vestidor como lo mejor del viaje peligraba. Las calles estaban llenas de historia y de vida, algo que ver cada doscientos metros y un músico en directo en cada esquina.

Le di otro sorbo a mi café mientras escuchaba a un chico con voz rasgada cantar en The Royal Mile. Un corrillo de personas hacía lo mismo y Marta se dedicaba a grabarlo con el teléfono. Cantaba realmente bien.

Terminó la cuarta canción que le había oído esa tarde y los acordes de otra empezaron a escapar de la guitarra que llevaba colgada.

Oírlos me provocó una reacción extraña, sin conseguir entender el qué hasta que empezó a cantar. Era "Say you won't let go".

Leyéndome la mente, Marta bajó el móvil y me agarró de la mano para alejarme del lugar. Tenía que olvidarme ya.

Estábamos sentadas en uno de los bancos de los jardines de Princess Street jugando con una ardilla cuando un hombre vestido de traje y peinado de forma elegante apareció por delante asustándola.

— Te he dicho que no sé donde está South Bridge. Si quieres que siga trabajando por ti, será mejor que aparezcas esta noche. No voy a negociar más contigo —Marta y yo nos sonreímos al oír el idioma—. Pues claro... Me ha costado mucho conseguir llevarte fuera del país y esos contactos son muy importantes para mi trabajo. Si no llevo a alguien esta noche, no volveré a tener credibilidad en ese negocio... — alejó el teléfono de su oreja con cara de preocupación—. No me lo puedo creer...

— Disculpa —Habló Marta. El hombre se sobresaltó—. Nosotras sabemos donde está South Bridge. Podríamos acompañarte hasta allí.

— Me temo que eso ya no será necesario, me ha dejado a mi suerte — respondió frotando sus ojos—. Gracias de todos modos —.Sonrió a mi amiga y después fue desviando su mirada hacia mí. Entrecerró los ojos por un segundo y después reaccionó sorprendido— ¿Tú eres Aitana Ocaña?

Me cogió totalmente de improviso. No me había pasado esto más de un par de veces, probablemente porque apenas había salido de mi casa los últimos días, pero lo que estaba claro, es que no me esperaba para nada que me pasara aquí.

—Sí — dije nerviosa.

— Perdona pero, ¿podría pedirte un favor enorme? — Yo asentí poco convencida—. Soy agente musical y la chica con la que estaba al teléfono me ha dejado vendido. Había prometido a un importante restaurante con música en directo un espectáculo digno de su exclusividad y si aparezco sin nada no volveré a tener esta oportunidad—A cada palabra que daba mis nervios aumentaban más y más —. Sé que es muy extraño aparecer de la nada y preguntarte esto pero, ¿te importaría actuar allí esta noche?

Tú no te Irás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora