Capítulo 21

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Por fin vuelves

Narra Cepeda

Todo quedó en silenció cuando el taxi desapareció al final de la calle. Dejé mis brazos muertos, colgando de mis hombros.

Se había ido.

Hacía menos de tres horas estábamos riéndonos de la nueva camiseta de Roi y de repente, nada. Me empezó a pesar incluso el respirar. Notaba como mi ritmo cardíaco aumentaba rápidamente y mi respiración se volvía pesada e insuficiente. Empecé a marearme. Sentía como si algo impidiera que mis pulmones se hincharan totalmente, empezaba a doler.

Intentaba mantener la calma, pero cada vez iba a más. Notaba el agobio crecer desde mi interior cuando me giraba hacia donde todos mis compañeros contemplaban la escena estupefactos.

Apoyé mis manos en las rodillas tratando de todas las formas posibles que mi pecho inspirase todo el oxígeno que me pedía.

Se me empezaba a nublar la vista y hasta el pensamiento. Notaba que empezaba a sudar.

—¿Cepeda? —Oí la voz de Alfred mientras ponía ambas manos en mis hombros.

Las piernas me flaqueaban y todo se volvió negro.

(...)

Respiré hondo. Todo funcionaba bien de nuevo. Miré a mi alrededor. Alfred estaba sentado a mi lado. Cuando desperté llamó a los demás.

—Por fin vuelves —dijo Ana preocupada.

Sacudí la cabeza a ambos lados intentando encontrarme finalmente. Estaba sobre el cemento de la calle. Noté que Amaia me estaba sujetando la cabeza, así que para no cansarla, me incorporé. Me puse en pie con un poco de ayuda de Alfred y me estiré la ropa.

—¿Me he desmayado? —pregunté desconcertado—. Nunca me había pasado.

—Has tenido un ataque de ansiedad bastante fuerte —respondió Mimi desde el fondo del corrillo que se había formado a mi alrededor.

—Menos mal que Alfred ha estado rápido para cogerte. Podrías haberte dado un buen golpe. —Habló Amaia haciendo alusión a la acera de cemento.

Después de un par de comprobaciones de que me encontraba lo suficientemente bien para subir hasta mi habitación, me fui.

Roi subiría en un par de minutos a hacerme compañía. Sabía que él no me incomodaría demasiado buscando que me abriese con lo que acababa de pasar, pero aún así prefería estar solo un rato.

Abrí la puerta del armario de la habitación y cogí prestada la guitarra de Roi. A él no le importaría y a mí me vendría bien desahogarme. Me senté en la cama con la guitarra en el regazo y empecé a puntear un par de cuerdas.

Me bajé de nuevo del mueble y busqué mi caja plateada. La traje conmigo a encima de la colcha y busqué entre los papeles uno limpio y un bolígrafo.

Me encontré entonces con aquel donde la canción de Aitana estaba tachada hasta la saciedad y recordé sus palabras "Pero parece que a ti se te da mejor que a mí. Solo necesitas romper un par de papeles de mierda inservibles."

Se me paró la respiración en el momento en el que hilé todo. Aitana subió a buscar la guitarra de Roi, que estaba en el armario, igual que esta caja...

Me puse de pié y empecé a caminar nervioso de un lado a otro de la habitación tirándome del pelo con las manos.

—Mierda, mierda, mierda —Me repetí a punto de arrancarme un mechón de pelo. Me senté sobre la cama y usé los brazos para sujetar mi cabeza apoyados en las rodillas—. Mierda. ¡Mierda! —grité lanzando la caja por los aires.

La había cagado pero bien. Me odiaba.

—¡Joder! —golpeé el armario con el puño en un momento de ira.

Ana y Roi entraron apresuradamente.

—Hey tío, tranquilo, ¿vale? —dijo Roi al entrar intentando calmarme.

—Luis... —Ana se fundió conmigo en un tierno abrazo. Segundos después empecé a sollozar en sus brazos.

Me senté en el suelo y ambos se arrodillaron a mi alrededor. Me sequé un par de lágrimas que habían escapado de mis ojos. Miré al techo y respiré hondo tratando de calmarme.

—¿Estás mejor? —preguntó Ana poniendo su mano en mi rodilla y acariciándola suavemente con su pulgar.

Negué con la cabeza y volví a llenar mis pulmones de oxigeno hasta que no pudieran soportar más.

—Roi —Intenté articular—, la ha visto.

Él se mostró preocupado y sin decir nada simplemente me abrazó. Todos sabíamos que el problema esta vez estaba muy lejos de ser de fácil solución. A tantos kilómetros de mí... Aitana estaba tan, tan lejos y me odiaba tanto...

—Chicos... —dije pesadamente ganándome su atención. Me sentía totalmente vulnerable, como si estuviera abierto en canal y todos pudieran ver como mi corazón latía sin ganas. —La quiero tanto... —Me sentía fatal. No me notaba merecedor siquiera del apoyo que mis amigos me regalaban. Le había hecho daño a Aitana. Había herido a la única persona que nunca hubiera querido ver dañada. Lo había hecho yo mismo.

—Ya lo sabemos, Cepeda —respondió Roi.

—No, no tenéis ni idea. Ni yo podría imaginarlo —Negué con la cabeza y reí con ironía—. Sus estupideces me hacen sonreír como un estúpido durante horas, si ella está triste, yo lo estoy más. Quiero sentirla conmigo, decirle constantemente lo mucho que la admiro, que me mire con ese brillo que ella tiene... Oírla cantar y que nunca más se calle...

•••

Sé que es un capítulo cortito pero hacía mucho que no publicaba y me parecía necesario. Probablemente mañana por la mañana os deje uno un poco más largo ya volviendo a la mente de Aitana.
Hasta mañana entonces, ya me decís que pensáis sobre todo lo que Luis esta sintiendo ahora mismo. 😘

Tú no te Irás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora