Capítulo 13

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Puerta número tres.

Narra Cepeda.

"Llamada del vuelo A46 con destino a Santiago de Compostela, embarquen por la puerta número 3."

Fue el momento de despedida para Roi, Miriam y yo. Continuaba con una esperanza de que Aitana se encontrara solo en un atasco interminable, pero después de una hora de retraso esa posibilidad se convertía en algo remoto. No iba a aparecer.

Ana comenzó a sollozar entre risas tristes y Roi y yo la abrazamos.

— Chicos los voy a echar mucho de menos—sollozó al separarse de nosotros.

— Pronto volveremos a estar todos juntos, ¿no, chicos? — preguntó Roi en voz alta para que los demás respondieran de forma enérgica.

— Además, aún nos falta hacer los conciertos. Seguro que en un par de semanas estamos de nuevo todos juntos. Noemí y Manu querrán que ensayemos un poquito —comenté con una sonrisa abrazando a todos los compañeros con los que había compartido esta increíble experiencia.

No mucho tiempo después, Roi, Miriam y yo estábamos ya en los asientos del avión, de camino a casa. Ya me moría por volver a disfrutar de la increíble comida del norte.

— ¿Y qué vais a hacer cuando lleguéis? —habló Miriam desde el asiento más pegado a la ventanilla.

— Yo tenía pensado salir un poco de fiesta por el centro de Santiago. Hace mucho que no estoy por allí y echo de menos la sensación de pasear por la zona histórica. ¿Y tú, Cepeda? —Me preguntó Roi —. Podríais apuntaros los dos si no tenéis nada más que hacer.

— Yo debería ir a ver a Graciela. Me está esperando en Ourense.

— Vamos, tío. Dile que se venga si quieres, pero no me dejes tirado —dijo poniendo sus brazos tras la cabeza a modo de apoyo.

— No sé si ella estará muy de acuerdo, la verdad.

Roi hizo un gesto como de usar un látigo acompañado de un sonido con la boca que lo imitaba a la perfección. Esto provocó una risa en Miriam y en mí y, tras varios minutos, ambos terminamos por unirnos a aquella salida improvisada.

— Como Graciela me eche la bronca será todo culpa vuestra—Los amenacé con el dedo índice en alto.

— Por suerte, Pablo es un chico bastante fiestero — dijo Miriam sonriente.

— Bueno, y nosotros estamos en una orquesta — rió Roi—. No hace falta decir mucho más.

— No puedo esperar al día que la Olympus vuelva a actuar en Ourense —comenté poniendo mi mano sobre su hombro.

(...)

Caminaba entre eses y abrazos por las estrechas calles de la zona vieja santiaguesa. Mañana era día laborable y éstas se encontraban vacías.

Siempre me había gustado esta ciudad cuando estaba de esta forma. Sin un alma y justo después de llover. La piedra antigua sacaba a relucir la erosión sufrida por las lluvias constantes y la luz tenue le daba un aspecto mágico. Parecía como si la ciudad fuera a terminar invadida por todo tipo de seres mitológicos de un momento a otro.

Andábamos los tres agarrados de los brazos para ofrecernos seguridad. Venía un viento del norte gélido propio de la época del año, pero tras un par de copas, manteníamos correctamente la temperatura corporal bajo el abrigo.

— Eh, chicos, chicos —Roi se separó de nosotros y se paró en medio de la calle. Miró su móvil y arqueó ambas cejas con los párpados caídos, probablemente para poder leer correctamente lo que éste ponía—. Tenemos que ir a ver un a colega mío. Los tres. Nada de escaquearse—Levantó el dedo índice enérgicamente y retomó la caminata cuando hubimos respondido.

Andaba decidido, un par de metros por delante de Miriam y yo. Soltaba de vez en cuando un chiste poco elaborado que reíamos como el que más. Ya fuera por la felicidad pura que sentíamos en aquel momento o los efectos de las cervezas que habíamos tomado en el bar anterior.

— ¿Dónde es? — pregunté a Roi cuando vi que atravesaba la Plaza do Obradoiro.

— Na Rúa do Franco. Están en el bar de unos amigos. Lo han cerrado ya, pero nos llevarán a un pub conocido de la zona.

Asentí dibujando en mi mente el mapa del lugar donde me encontraba. A pesar de no haber venido demasiadas veces, Santiago no era una ciudad demasiado grande. Como supuse, en menos de 3 minutos llegamos a la puerta del establecimiento.

— ¡Roi! —El hombre envuelto en capas de abrigo que nos esperaba allí se abalanzó sobre mi compañero—. Canto tempo home! Non choveu nin nada.

Sonreí nostálgicamente al oír el idioma. Sí que hacía tiempo que no andaba por Galicia más que para ver a mi familia. Vivir en Madrid y, sobre todo, mi paso por la academia había hecho que llevara meses sin ni siquiera oírlo.

Roi y aquel hombre comenzaron a andar y Miriam y yo los seguimos de cerca. Se llamaba Anxo. Tenía el pelo de una marrón cenizo bastante apagado y unos ojos negros rasgados que le daban un aspecto que inspiraba confianza. Parecía tener pocos años más que Roi, quizás mi edad.

Tras unos 10 minutos andando llegamos al lugar del segundo encuentro. Anxo había hablado a Roi sobre un conocido suyo del mundo de la música que tras haber visto su paso por el programa había insistido en conocerlo. Este nos abrió la puerta y la sujetó hasta que todos pasamos.

Miré mi teléfono antes de dejar el abrigo en consigna. Aitana no había respondido a ninguno de los mensajes o llamadas que yo le había hecho durante todo el día. Me había molestado que no hubiera aparecido para despedirme al aeropuerto, pero me gustaría que me explicara qué había pasado.

Suspiré y guardé el móvil de nuevo antes de entrar por fin al lugar.

Tú no te Irás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora