La chica de las botas celestes

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Silver's POV:

Caminaba por la gran ciudad, buscando algo que hacer. Shadow había estado ayudando a su madre a preparar la comida de ese día y yo me sentía encerrado. Mis impulsos por salir eran más fuertes que los que me guiaban a ayudar a la familia, aunque me pese decirlo. Había salido avisando que iría a por un helado (sí, así de estúpido como suena) sin saber lo que encontraría en mi camino.
      Estaba en la estación de buses cuando la vi. Ropa abrigada cubría casi todo su cuerpo. Literalmente, lo único que podía ver era su rostro. De inmediato me acerqué a ella para darle un abrazo.
      —¿Q-Qué? ¿Q-Quién? —sin entender nada trataba de liberarse. No pude evitar echarme a reír cuando empezó a lanzar grititos en medio de la sala de espera de la estación.
      —¿Silver?, ¡bájame ya! —pataleaba para poder liberarse. Le hice caso sólo porque todo el mundo volteó a ver lo que ocurría.
      —¿Qué demonios te sucede? —volteó a verme muy molesta—. Pensé que...
      —Tranquila, Milk. ¿Ni siquiera vas a saludarme?
       Eso la tomó desprevenida. Supongo que esperaba que yo tratara de excusarme. Desvió la mirada y bajó las orejas, un poco avergonzada de su reacción frente a tanta gente. Se acercó un poco y me abrazó delicadamente. Sus brazos no llegaban a rodearme bien debido a su grueso abrigo. Eso no importó. Le correspondí el abrazo de inmediato y pude escuchar un suave "Hola, hermano".
      No puedo describir la sensación que me recorrió el cuerpo cuando aquello ocurrió. Sonreí triunfante y le devolví el saludo. Luego de unos segundos más nos separamos, y contra todo pronóstico, ambos teníamos grandes sonrisas en nuestros rostros. Con una cálida mirada, me tomó de la mano y me guió hacia el bus que ella estaba a punto de tomar. Traté de detenerla disimuladamente, es decir, ¡eso era ilegal!, pero no se detuvo. Fui arrastrado hacia el asiento junto al suyo. La miré indignado y me crucé de brazos.
      —Vamos, Silver. No es tan malo.
      —Es-ilegal —me puse de pie para poder corregir lo que había hecho Milk—. Espera aquí. Volveré pronto.
      Ella no reprochó, lo que me pareció extraño. Estaba por bajarme cuando un hombre se puso frente a mí.
      —Ya vamos a partir. Si quiere bajarse, tendrá que esperar el siguiente que viene a las diez y media.
      —Pero yo...
      —Vuelva a su asiento de una buena vez —tal como se espantan a las moscas, el señor empezó a avanzar, haciéndome retroceder hasta que pudo cerrar la puerta en paz.
      El motor se encendió y, resignado, tuve que volver a mi asiento. Me crucé de brazos de nuevo mientras ella se burlaba de mí.
       —Fue por eso que no dijiste nada, ¿no? —me dejé vencer por lo gracioso de la situación y logré esbozar una sonrisa de lado.
      Asintió dos veces mientras seguía riéndose. Indignado de broma, volteé a ver a otro lado.
      Así, molestándonos una al otro, pasamos todo el viaje de media hora. Aunque no sabía a dónde íbamos, no me preocupaba. Cuando el conductor nos anunció que podíamos bajarnos ya, Milk fue la primera en levantarse de su asiento y salir del bus. Torpemente traté de seguirla ya que no conocía muy bien la ciudad. Nunca volteó a ver si yo estaba detrás suyo o si ya me había perdido entre la gente. Justo cuando creí que la había perdido, alguien me tomó de la mano y me dio un tirón.
      —¿De dónde diablos saliste? —pregunté mientras era arrastrado nuevamente hasta la salida. Mi pregunta no fue respondida.
      —¿A dónde vamos? —cuestioné de nuevo, con la esperanza de que esta vez sí me contestara.
      —A casa de mis... bueno, de papá.
      —Espera, espera —me solté de inmediato—. ¿A casa de quién?
      —A casa de papá. Él quiere conocerte. Me dijo que si te encontraba, debía llevarte para allá.
      —¡Yo no quiero verlo! No necesito conocerlo —comencé a retroceder, aún sin poder creer en la trampa en la que estuve a punto de caer.
      —Silver, por favor. Él también tiene derecho a equivocarse y quiere enmendar los errores de su pasado —se acerca de nuevo y me ofrece su mano—. Ven conmigo y podrás entender mucho.
      —No necesito de entender nada. Estoy bien así. Hasta luego, Milk.
      Me di la vuelta para volver a casa de Shadow y la encontré frente a mí. Me miraba fijamente, incluso sin parpadear. Eso es lo último que recuerdo.

***

      Me encontré frente a una gran puerta de madera. Milk estaba a mi lado. Estaba molesto, pero no podía moverme. Era muy extraño. A pesar de que mi cuerpo entero estaba entumecido, podía mantenerme de pie frente a la entrada de lo que supuse era un departamento. Poco a poco pude recobrar la movilidad y lo primero que hice fue tratar de que Milk me explicara lo ocurrido.
      —No pasó nada —me explicó ella, mientras tocaba la puerta—. Sencillamente accediste a venir porque te lo rogué.
      Aún sin poder convencerme, asentí sólo para no provocar una pelea entre ambos. No estaba de humor para perder a mi familia por segunda vez. La puerta se abrió luego de unos segundos. Un hombre de púas blancas estaba en la puerta.
      —Adelante, por favor —nos dijo él con una sonrisa muy hospitalaria.
     «Sálvenme, por favor.»

Blaze's POV:

      Nevaba. Nevaba mucho. Nevaba sin sentido. Nevaba para calentar los corazones fríos.
     Me senté frente a la ventana de mi habitación a contemplar el blanco paisaje, solo para distraerme y olvidar todo lo que ocurría en mi vida. Silver. Amy. Sonic. Mi vida en Pinewood  School. El nuevo divorcio de mis padres. Tenía mucho en qué pensar.
      Deseaba estar con Silver. No me había comunicado con él en casi una semana. Lo extrañaba demasiado, a pesar de que nos habíamos separado hace poco. Odiaba la sensación de vacío en mi interior cada vez que lo recordaba.
      Seguía mirando a través de la ventana, meditabunda. En medio del blanco, un gorro celeste con un pompón deslumbraba. Al notarlo, no podía evitar acordarme de Amy. Le había regalado uno igual hacía dos navidades. Continué observando a quien lo tenía puesto. Llevaba un saco negro, muy parecido a uno que Amy siempre solía usar en los días fríos como aquel, unos pantalones negros y unas botas de lluvia celestes con un inconfundible diseño de nubes. Las conocía a la perfección, ya que las buscamos por toda la ciudad. En ese instante, supe que debía salir un momento.
      Corrí hasta el primer piso sin parar a tomar alguna casaca o un gorro. No me importó nada. Mi madre preguntó qué me ocurría, pero no pude contestar. Salí disparada de la casa en busca de la chica de las botas. Miré hacia la dirección en la que caminaba. Ella estaba a punto de doblar a la izquierda.
      Corrí como si me persiguieran, aunque yo fuese la persecutora. Sin embargo, no logré alcanzarla antes de que diera la vuelta. Luego de unos segundos llegué a ese mismo lugar y con pesar pude ver que había desaparecido. No cabía en mi mente cómo pudo eso ser posible. Caminaba de regreso a casa, tiritando, cuando mi vista comenzó a apagarse, como si estuviera cerrando los ojos, a pesar de estar totalmente segura de tenerlos incluso más abiertos que de costumbre. Podía sentir las miradas de la gente, por lo que no quise parar. Traté de andar normal, de sentirme normal, aunque lo que me sucedía no lo era. De pronto, choqué con algo. Retrocedí un poco y resbalé debido a la nieve.
—¿E-Estás bien? —alguien se acercó a mí, lo supe por lo fuerte que podía escuchar su voz.
La reconocí de inmediato.
—¿Shadow? —pregunté inmersa en la oscuridad. Oficialmente, no podía ver nada.
      Empecé a desesperarme. Estiré las manos hacia él y pude sentir la piel en su rostro.
      —Blaze, e-estás... estás sangrando.

Love School: Aprendiendo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora