ALESSANDRO P.O.V.
-Oh ya veo- dijo mientras se sentaba bien -¿es muy importante para tí cierto?-
Sonreí de lado -si, creo que al final de cuentas en eso se esta convirtiendo- y tenía que reconocerlo, desde el día en la playa, Susan ya no era sólo mi alumna
-Eso siempre pasa, tratas de negar algo que ya existe y que es imposible desaparecer-
-Es que ella es muy, muy especial-
-Y se nota, tus ojos brillan cuando hablas de ella- dijo sonriendo -lamento haberme portado así, la verdad sí soy coqueta y aventada, pero sé cuando parar, respeto mucho las relaciones- noté sinceridad en su voz y mirada
-Háblame de ella- dijo emocionada
Sonreí al recordar -es tímida y callada a veces, pero tiene su lado salvaje, grita mucho cuando se enoja- reí al recordar -es curiosa y deberías verla cuando sonrié, se ve más hermosa de lo que ya es... pero hay algo que la hace sentir nostalgia y tristeza- me puse serio
-¿Haz hablado con ella sobre eso?- preguntó
-No quiero que se sienta incómoda-
-Pero si te preocupas por ella debes preguntarselo, haz que te lo diga y ayudala a quitarse esa pena- dijo mientras ponía una mano en mi hombro amigablemente
-Lo haré, gracias- y me paré decidido a buscarla
SUSAN P.O.V.
Ya que habían invadido mi lugar decidí adelantarme a el aula donde tendría mi siguiente clase.
Entré, dejé mis cosas en el suelo y me senté, busqué entre mi mochila el libro que había traído, lo abrí decidida a empezar a leerlo.
La puerta se abrió de golpe dejando ver a el profesor de Literatura
-Qué se le perdió, debería aprender que un caballero nunca deja sola a una dama- dije seria y con la vista clavada en mi libro
-¿Lo dices por la profesora Sophia?- los había visto hablar muy cómodamente
-Tal vez- contesté cortante
-¡Celos!, ¿estas celosa?- dijo divertido
-No- contesté -no tengo porqué estarlo- aún tenía mi vista clavada en el libro
-Deberías estarlo- asegurò
-¿A sì? Y que le hace pensar eso PROFESOR- dije recalcando la última palabra
-Pues no lo sé, eres la primera mujer a la que le permito usar mi perfume- contestó encogiéndose de hombros
-Eso no tiene sentido- dije pero antes de que él contestara una voz nos interrumpió
-¡Profesor! Lo busca el director- Keila, nuestras miradas se cruzaron, pero yo la esquivé regresando mi atención al libro en mis manos
-En un momento voy- contestó él y escuché como se alejaba la tercera -quiero que me cuentes todo-
ALESSANDRO P.O.V.
-Contarle qué- contestó, noté ese intercambio de miradas, sólo que Susan la esquivó, y su expresión cambió notablemente
-¿Quién es ella?- pregunté
-No lo sé- dijo con la voz entrecortada
-Sí lo sabes- dije incándome frente a ella y viendo como sus ojos se cristalizaban por las lágrimas
-No- susurró negando con la cabeza, cerró los ojos con fuerza y unas lágrimas recorrieron sus mejillas
-Mírame- dije pero ella no lo hizo, tomé su barbilla y la alcé para que me mirara a los ojos -¿te hizo daño?- pregunté mientras con mi pulgar le secaba una lágrima
-No lo sé- dijo sorbiéndose la nariz, ésto me hizo recordar el día que la conocí
-Sabes algo, ésto me recuerda a la primera vez que te ví, también estabas llorando, así en un salón como éste- me miró atentamente - y estabas sola; ¿te digo algo?- asintió -a partir de ahora ya no lo estarás, de ahora en adelante me tienes a mí, tu me podrás contar lo que quieras, y cuando quieras llorar, lo harás en mi hombro, yo seré tu confidente, ¿de acuerdo?- dije mirándola directamente a los ojos esos ojos que me encantan y que me duele cuando estas llorosos...