Amor Verdadero

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Capítulo 3

Estuve una hora arreglándome para mi  cita  con Nico.

Llegué cinco minutos tarde a propósito, sólo para saber si me esperaría.

Allí estaba.

- Hola Olivia - Me gustó como dijo mi nombre, con acento italiano, aunque en el resto de cosas que decía no se le notaba el adorable acento. Había pronunciado la   a medio camino entre la  y la f  .

- Hola, Nico - saludé de vuelta.

Caminamos un rato prácticamente en silencio, yo sólo hablaba del lugar y le señalaba bares, recreativos, discotecas y plazas. Él asentía y miraba con un poco de fascinación hacia todo.

- Estás muy guapa - dijo sin una pizca de vergüenza.

- Gracias - contesté azorada.

- No tienes por qué dármelas - replicó él -, es cierto.

Me sonrojé.

- Te enseñaré mi sitio favorito de por aquí.

Mi sitio favorito era y es, aunque no lo creáis, un cementerio. No las tumbas ni nada por el estilo. Al ayuntamiento de mi pueblo no se le había ocurrido otra cosa que construír un parque en un cementerio. Por las tardes nunca había nadie, a los niños no les dejaban ir (porque estaba en medio de un cementerio, supongo) y los adolescentes lo usábamos para hacer botellón los fines de semana.

- Es bonito - dijo Nico sentándose en la hierba -, si ignoras que detrás de esas escaleras hay un montón de tumbas centenarias. - Añadió con una sonrisa.

Me reí del chiste y me senté junto a él.

Pasamos una hora hablando sobre nuestras vidas antes de conocernos por lo que me enteré de que no lo habían echado del colegio, si no que habían trasladado a su madre de ciudad.

- ¿Y tu padre? - pregunté. El rostro de Nico se ensombreció y al momento me di cuenta de que no debería haber dicho nada. - Lo siento, yo no pretendía...

- No, no pasa nada - me interrumpió - no sé quien es mi padre

- Mis padres están muertos - Lo dije sin pensar, no había dicho eso nunca, con tanta naturalidad, ni siquiera a mi tío o a Aelita.

- Lo siento mucho Liv - dijo y me abrazó.

No fue un abrazo en el que me tocara en ningún sitio  privado  pero tampoco fue un abrazo de amigos.

Cuando me soltó, inclinó su cara contra la mía y me dio un beso en los labios.

Al principio estaba tan sorprendida que no hice nada, pero pronto empecé a corresponder a ese beso. Nuestros labios parecían estar hechos para estar juntos, y nuestras lenguas se tocaban como si lo llevaran haciendo años.

Duró poco más de un minuto pero inmediatamente después de separarnos empecé a echar de menos sus labios.

- Lo siento - dijo él, completamente colorado - no lo había hecho nunca y pensé que...

Esta vez fui yo la que lo besé. Estuvimos acurrucados y besándonos cada poco tiempo hasta que empezó a anochecer.

Se notaba que el final del verano se acercaba por que por las noches ya hacía frío.

Se ofreció a acompañarme a mi casa y empezamos a andar.

- Entonces... - dije yo - ¿Nunca habías besado a nadie?

- No - contestó azorado - ¿No lo notaste? - dijo sonriendo y echándome un brazo por encima del hombro.

- Pues no - dije entre risas y me dio otro beso.

Llegamos al portal de mi casa rápido. Demasiado rápido para mi gusto.

- Entonces... - dijo él -¿ahora somos novios? - dijo con un deje de súplica en la voz.

- Claro - contesté sonriendo.

En cuanto llegué a casa llamé a Aelita por teléfono y asalté a mi tío con la noticia en cuanto entró por la puerta.

Esa noche me fui a dormir con un agradable cosquilleo en los labios y su dulce sabor en la boca. No podía dejar de pensar en él. En sus ojos, su sonrisa, sus manos nerviosas siempre con cuidado de no tocarme en un lugar donde pudieran molestar... Pero sobretodo no podía dejar de pensar en sus labios.

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