Capítulo XI

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Estambul, Turquía.

Nunca antes me había sentido tan vacío. Ahora, ¿Qué tenía? Nada.
Sus ojos se han cerrado, su voz, no volverá a ser escuchada por nadie nunca más. Su calidez se a vuelto un frío absoluto. Su vida... Su vida se ah desvanecido.
Como la llama en el agua. Sin posibilidad alguna a sobrevivir.

Y es que eso no es lo peor de todo; la soledad ahora es más abrumadora que antes. Asfixiante, densa.

Ni un alma se acercaba. Solo estaba él, y su madre, o lo que restó de ella.
Todo bajo tierra.
Risas, llantos, recuerdos, todo, enterrado. Como si no hubiese pasado, como si jamas hubiera existido. No había rastro alguno de ellos, no más allá de su mente. Misma que con el paso del tiempo, haría cada recuerdo más decadente, hasta volverlo nada.

Y era en esos momentos que su mente no hacia más que traer el recuerdo del porque seguir, porque no rendirse.
Y es que, ¿Qué era ahora él? ¿Sin nadie, ni nada?
Sólo tenía un motivo de vida, una razón.

Mi mocoso.~

Limpio los rastros de agua salada sobre sus mejillas parcas. Miro la flor blanca que yacía en su mano, y después la arrojó a entre la tierra. Misma que al tocarle, contrastó sus colores más que nunca.
Así como la vida cobraba más sentido al lado de la muerte.

Valía la pena seguir. Su vida se enfocaría en Eren. Él lo necesitaba, y por nada del mundo le dejaría desamparado.
Sería su soporte, su oxígeno, su agua, su todo. El seria capaz de todo por su mocoso.
Más que su alfa, más que su esposo, más que todo, se volvería su sombra, su protector. Se volvería él mismo universo si se es preciso.
Pero dejarlo no era opción...

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Las clases habían comenzado, esta era la quinta antes de receso. Y vaya que parecía eterno.
Se miraban de soslayo entre si. Incluso, dejaban caer cosas al piso con él fin de verse desde abajo entre las bancas. Dos estúpidos enamorados, como en los cuento de hadas, o eso creían ambos.

La espera llegó a su fin. Todos los alumnos salían desbocados rumbo a su descanso. Entre ellos Jean, quién fingió un tropezón para rozar con Jeager, y darle una pequeña nota.

-¡Fijate idiota! -replicó con astucia él castaño, justo después de cerrar su mano en un puño con la nota dentro.

-¡Mejor deja de estorbar!- continuó casi con burla.
Sin oportunidad a más, ambos salieron a sus habituales lugares junto a sus amigos.

-Jean, ¿A quién buscas? - cuestionó Reiner, al verle algo alterado.

-¡Por fin!- alegó con un ademán. - A ti mastodonte.- respondió con gracia y naturalidad.

-¿A mí?- repitió confuso.

-Sí, a tí.- asintió con socarronería.

-Ah... ¿Entonces?

-Bien. - soltó en un suspiro mientras frotaba sus manos. - Estaré ocupado con algunas tutorías acerca de mi intercambio. ¿No te molesta si no estoy con ustedes?

-¡Ah! ¡Qué va!- exclamó al mismo tiempo que le daba una palmada en la espalda. -Nos vemos en clase. - añadió junto a un apretón en él hombro, para después dar media vuelta y continuar su camino, de la mano de su novio.

Jean sonrió con emoción y se apresuro hacía él lugar, antes preconcebido en una pequeña nota.

»Nos vemos en la azotea del edificio de ciencias. No llegues tarde

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