Capítulo XII

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Los días pasaban, formando semanas, casi un mes.
Eren, le había pedido a Jean reducir sus encuentros bajo el pretexto de que podían descubrirlos, y de las probables consecuencias que acarrearían, sobre todo si quien se entera primero es su hermano. El bicolor se negaba rotundamente, y no era para menos, ya que esos fugaces encuentros eran los únicos en donde podían estar solos. Sin embargo término cediendo, lo último que quería era que lo alejasen de su "omega".
No obstante, Eren, se sintió terrible al hacer eso, pero por ahora Levi era su prioridad, al menos hasta que encontrase la forma de decirle lo que sucedía. Lo correcto seria decirle a Jean, pero lo conocía lo suficiente para poder deducir que lo mandaría a la mierda con toda seguridad, o en el peor de los casos, revelaría su secreto. No podía arriesgarse, su familia estaba de por medio.

Pero eso era el último de sus problemas, pues el azabache había solicitado a sus padres que se mudara con el al menos hasta que el invierno llegara. Sus padres aceptaron bajo la condición de que no intimaran. Cosa que dejo muy avergonzado al oji-verde.
Exacto, llevaba un tiempo viviendo juntos, ese era otro problema, y uno muy grande...

—Eren, ¿Estas bien?— cuestionaba el azabache al no verlo salir desde que se despertara.

—Si, si. Estoy bi..— ni siquiera pudo terminar porque nuevamente devolvió lo que no había comido.

—¡Eren!— exclamo alarmado, al mismo tiempo que habría la puerta de una patada. Rápidamente localizo al castaño, que se aferraba al excusado. —¿Eren?

—¡No me veas!— reprocho quejumbroso.

—Llevas días así. — reclamó con toda razón.

—Debe ser una infección. — alegó.

—No lo creo. De todas formas, ya avise a Hanji. Prometió revisarte tan pronto llegue de Bosnia.

—No es necesario, — intentaba persuadir al tiempo que se levantaba. — estoy bien.— pero para su mala fortuna, un mareo inoportuno dicto todo lo contrario.

—No iras a la escuela. — sentencio mientras le tomaba del brazo y le servía de apoyo. — No digas que esta bien. Solo mirate. Estas pálido, incluso puedo jurar que bajaste de peso.

Estaba en lo correcto, Levi tenía razón, incluso él lo había notado, pero le resto importancia. Quizá era una gripa. —Pero..

—Pero nada. — y con eso, dio fin a su discusión. Eren no dijo más. —Ve a descansar. Yo me encargare del desayuno.

El castaño se limito a obedecer e ir a su habitación. Se recostó en la cama sin ánimo, no se sentía bien, pero lo que menos quería, era preocupar a Levi. El no se merecía tantas atenciones. No después de lo que lo hizo. Y lo peor era que no se arrepentía de ello, lo haría de nuevo sin duda alguna.
De la nada se quedó serio y con los ojos muy abiertos. No había tomado en cuenta una posibilidad, que no estaba muy lejos de la realidad. Podía estar... ¡No! Eso no podía y no debía ser. Una infección, si, eso debía ser.

Minutos más tarde Levi subió. —Eren, el desayuno esta listo, ¿bajas o subo la comida?

Eren se sintió un lastre. —Bajare. Comeremos juntos. — respondió.
Se levantó de la cama sin problema alguno, y ambos bajaron hasta el comedor.

Un desayuno nutritivo, acompañado de un fuerte olor a cloro. Levi era una persona muy pulcra, a grados inimaginables. Tomo asiento a lado del azabache y ambos comenzaron a comer a la par.
El silencio que los rodeaba era sepulcral, y comenzaba a incomodar al oji-verde; quien miraba atento a su acompañante. Llevaban años conociéndose, y pese a ello, le seguía sorprendiendo la forma tan poco peculiar con la que Levi sostenía su taza.

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