Capítulo XIX

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—¿Estás seguro de hacer esto?— preguntó al borde de la puerta.

—¿A caso tengo otro opción?— respondió con sarcasmo mal disimulado.

—Si. Estoy seguro que tus padres te ayudarán.— señaló optimista.

El bicolor rió en voz alta. Inclusive ladeó la cabeza mirando atreves de la ventana con desdén. —Mis padres ya me han abandonado.

—Los padres nunca abandonan a sus hijos por más decepcionados que esten.

—Los míos sí. — el rubio se disponía a alegar pero el bicolor se lo impidió. —¿Ya llegó el abogado?

—Hace 15 minutos.

—Bien, supongo que es hora.— señaló, en el acto, su contrario acudió a él. Tomó los bordes de la silla de rueda y lo llevó afuera.

—No se suponía que así fuera nuestro reencuentro, primo.

—Bueno, tampoco se suponía que despertara y mira.— respondió nuevamente.

Su primo río.

—Bien. Si tienes ese sentido de humor, doy por hecho que estas bien.

El bicolor giró la cabeza para poder verle. —Cómo si tuviera otra opción.— manifestó amargamente.  —Floch. Si no salgo de esta… — volvió su mirada al suelo, divisando como el piso se movía bajo el. Como se abrían camino. —Jurame que te vengarás de Eren Yeager por mí. — expresó su puro deseo de venganza.

Y no es para menos. Le arruino la vida en todos los sentidos. Le arrebató todo, y claro, no era justo que mientras Eren lo tenía todo, él tuviese nada. —Prometelo.— pronunció una vez más al no obtener respuesta.

—Es lo menos que puedo hacer por ti, Jean.

El bicolor suspiro con fuerza. Sabía que a pesar de ser de una familia influyente, no podría zafarse de esta. Su madre se lo mencionó. Ni siquiera le permitieron trasladarse a Francia para tratar su caso.

Lo retuvieron en una cama esposado, como si pudiera huir, como un criminal. ¿Desde cuándo amar era un crimen?

Con ayuda de Floch, ambos salieron del hospital para abordar una auto y emprender su camino a los juzgados.

Era la primera vez que Jean salía del hospital. Que recorría lugares desconocidos de Alemania, que volvía a vivir.

Pero no le duró mucho la sensación de libertad, en breve, se vio en una sala, en medio de una audiencia, sentado en la fila delantera, junto a su abogado.

La Audiencia inició.

Vio rostros conocidos. Todos habían cambiado tanto en tres años. No dejo de observar a cada uno conforme pasaban a declarar.

Todos decían lo mismo:

“Jean y Eren no se llevaban, ni siquiera podían verse en pintura. Se odian.”

Tan falso como la paz. Él y Eren se amaban. Querían combatir contra el mundo juntos, querían estar juntos, esas fueron las mentiras que Eren le dijo, y que el ingenuo creyó.

No había que ser genios para saber que las cartas estaban a su favor. Pero… lo vio a él subir. Ni siquiera lo miro. Jean quería verlo a los ojos, ver que pasaba en su alma.  

Lo observo sentarse como el resto, en un breve instante sus miradas se cruzaron. En el destello de sus ojos pudo ver su sonrisa una vez más, pudo escuchar su risa, sentir la calidez que una vez le proporcionó, su respiración sobre su cuello, el latir de su corazón. Pero cada recuerdo se esfumó conforme el castaño hablo. Todo se rompió en pedazos.

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