Capítulo III

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Capítulo III


Un estruendo llamó la atención de una pareja que yacía dentro de su hogar, seguido de esto, la presencia de su hijo menor, mismo que corria a toda prisa escalera arriba sin decir nada al respecto.

—¡Eren!— la voz de una madre por demás preocupada fue ignorada rotundamente.

—Quizá fue un mal día.— persuadió su esposo al mismo tiempo que colocaba una mano sobre el hombro ajeno para después envolverla en un cálido abrazo.

Mientras tanto, una mochila caía sin cuidado alguno sobre el piso.
El castaño se tiro en la cama sobre su espalda, mirando el techo cómo si fuese lo más interesante que nunca jamás haya visto, al mismo tiempo que dejaba salir un exhausto suspiro.

—¡Soy un idiota!— se reprendió a si mismo por tan gran error. —¿Qué hubiera pasado si se hubiera dado cuenta?— se cuestión en voz alta. En definitiva, fue más que un completo idiota.
Pero la culpa no fue del todo suya, claro que no. Ese maldito cara de caballo contribuyó a su desgracia.
Ya encontraría la forma de hacerle pagar, porque esto no se quedaría así.

Un par de toques sobre la puerta hicieron que saliese de sus pensamientos, gruñó al mismo tiempo que tomaba una almohada y  la colocaba sobre su rostro, ejerciendo fuerza sobre esta con sus manos.

—Eren, la comida esta lista.— manifestó, razón por la cual el castaño retiró la almohada.

—Voy.— respondió con pocos ánimos, para después oír a su madre alejarse.

Se levanto de la cama, para después cambiarse el uniforme por algo más cómodo, ya que no pensaba quedarse en casa, no por hoy.
Una vez listo bajo a la cocina a toda prisa, pero al mismo tiempo escuchó el timbre.
Fue su madre quién atendió la puerta, por lo cuál el castaño resto importancia, y por consiguiente procedió a su lugar correspondiente en el comedor.

La comida ya estaba servida, solo faltaba su hermano, pero por lo que había oído este acababa de llegar.

—¡Chango! Te tardaste.— saludo cómo de costumbre, para después llevar un bocado a su boca.
Más su hermano no venía solo, y eso lo noto por una voz muy peculiar.

—¡Hola familia! ¿Cómo están?— saludó una castaña con lentes, con un tono por demás entusiasta.

—Hola Hanji.— respondió al saludo amablemente su padre.

—¡Hola!— exclamó el castaño,  al ver que no solo eran dos, sino tres, Zeke, Hanji y Levi.

—Buenas tardes.— saludo el azabache con su actitud hostil de siempre.

La madre de Eren invito a sus visitantes a comer con ellos, mismos que aceptaron por demás gustosos.
La comida fue muy buena, pues todos intercambiaban palabras, incluso el alfa azabache, aunque muy poco.
Finalmente todos terminaro.

La noche cayó, y a fin de cuentas Eren permaneció en casa, hablando con su médico y padres.

Después de esto, el par se retiro, dejando a la familia un poco intranquila por una noticia que decidiría el futuro de su hijo.

—Eren...— llamaba su madre pues noto lo decaído que estaba su pequeño.

—Estoy bien madre.— se apresuró a responder, pues sabía exactamente lo que le preguntaría.

—Lo siento.— se disculpo su madre, dejando un mal sabor de boca en él.

—No, la culpa es mía. — replico en castaño.

—La culpa no es de nadie. — hablo su rubio hermano.— Ya te dije que encontraremos la forma de salir de esta, o por lo menos saber que tú futuro no esta en riesgo. — añadió con optimismo.

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