Capítulo IX

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¿Felicidad? Aveces no comprendo como esa pequeña palabra, hace referencia a una de las emociones más hermosas.
Estos cinco días junto a él fueron repletos de eso, felicidad.
No me imaginaría, ni soñaba, ni nada, en que Levi fuera una persona tan afectuosa.
Recuerdo que cuándo era un infante me daba un poco de miedo.

Pero ahora...

—¿Es necesario que vayas?— cuestioné con voz quejumbrosa.
Lo vi acercarse y acariciar mi mejilla. Su mano era tan cálida, e inevitablemente me acogí en ella.

—Lo es, Eren. Tampoco quiero estar lejos de ti, pero debo ir. Es mi madre.— lo último lo menciono en un tono tan sombrío que causó escalofríos en él castaño.

—Entiendo.— dijo al fin, comprensivo ante la situación. — Esperó todo este bien. Yo te estaré esperando.

Levi se acercó, y aprovechando del tacto que ya tenían, envolvió en un abrazo a Eren. —Yo tampoco quiero dejarte, y menos porque tu padre y hermano están de viaje pero.. No tengo otra opción.— casi se reprocho a si mismo.

—Lo se. Pero se cuidarme. Además, las medicinas que me da Hanji funcionan muy bien.— comentó, optimista.

—Confió en ti.— confesó en él oído del castaño, mismo que se sonrojo por lo dicho. —Bien, vámonos, debo llevarte a casa.— continuó, apartándose del castaño, y tomo solo su mano, para salir de la casa.
Se dirigieron al auto del mayor y emprendieron su camino, hasta la casa de Eren.

No demoraron más de lo necesario, y en breve estaban en la casa del susodicho.
—Te veo en unos días. Eren, cuidate.

—Lo hare, lo prometo.

El azabache se acercó hasta tocar sus labios, para compartir un beso dulce y nostálgico.
Sus lenguas se acoplaban a un mismo compás. Hasta que...

El carraspeo de la garganta de la madre de Eren los interrumpió.

—Buenas tardes Levi.

—Buenas tardes, Carla.

—Mamá...— musitó avergonzado. —Levi ya se iba. — se excusó torpemente.

—Así es. Estaba por retirarme, por supuesto, no sin antes despedirme.
Carla soltó una amable risilla, misma que relajo a ambos. —Bien, entiendo. No los interrumpo más.

—¡Mamá!— ahora si estaba como un tomate. Muerto de vergüenza.

Su despedida duro unos minutos más, hasta que finalmente él azabache se retiro. El castaño cerro la puerta, para después entrar a su casa e irse a la sala.

—Pfff...— bufo en un suspiro.

—¿Sucede algo, Eren?

—Nada madre. Solo que se siente extraño.

Por su parte Carla, esbozo una sutil sonrisa, manifestando así su comprensión en cuanto a lo dicho.

—Nadie jamás ah comprendido.— respondió para apaciguar sus dudas.

Eren agradecia tener una madre tan comprensiva.

—¿Sera posible hacer.. Yo abro.— fue interrumpido por él sonar del timbre. Al ver que su madre estaba cocinado, se ofreció a abrir la puerta.
Fue al llamado sin prisa alguna. No esperaban visitas, así que supuso que eran vendedores.

Acerco su diestra a la manija, abriendo sin precaución alguna.
Vaya sorpresa al abrir la puerta, pues la persona que menos esperaba estaba justo frente a él.
Se quedó atónito, manteniendo aún la mano sobre la manija.

—T-Tú...— balbuceo una vez entró en si. — ¡¿Qué haces aquí!?— exclamó sorprendido.

—¿Hola? Si, estoy bien. — respondió sarcástico, pues su reacción no fue nada grata.

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