Capítulo II

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Un castaño mal humorado caminaba por los pasillo, entre salones, hasta llegar a la oficina del director.
No podía creerlo, su primer día, su primer reporte, ¿realmente no era capaz de ser mejor? pues al parecer eso era.

—¡Ahg...!~ — gruño justo a unos pasos de la oficina del director, enfrente de la puerta de madera.

›Si no entro el no sabrá que me enviaron acá. ¡! Me esconderé en la biblioteca hasta la siguiente clase y así nadie se dara cuenta. ¡Ja!‹

Pensó, o eso creía él, aunque en parte era cierto, sólo que pensó en voz alta, y para colmo de sus males, el director estaba justo detrás de el.

—Eren.

El castaño se petrificó al oír aquella voz, misma que distinguía ya hace muchos años.

—S-si...— respondió nervioso.

—¿Cuándo vas aprender?— inquirió el blondo, llevando una mano al puente de su nariz, ladeando la cabeza decepcionado.

—Eh...

—Eh... Nada, vamos adentro— interrumpió al castaño, avanzando hacía su oficina con el menor detrás.

Una vez adentro le hizo tomar asiento, e imitó su acción.

—¿Ahora que hiciste? — cuestionó, con un tono estoico.

—Nada... Bueno.. El cara de caballo empezó — alegó a la defensiva, recibiendo una severa mirada por parte de su hermano.

—¿Cara de caballo? Eren, no seas vulgar, ya no eres un niño chiquito al que tengo que reprender. Deberias saber cómo actuar, date a respetar y respeta a los demás. Deja de comportarte cómo un troglodita. — reprendió el blondo, autoritario, pues no era para menos, su hermano siempre se metía en problemas.

—¡Pero el empezó! — gruñó, al mismo tiempo que se levataba y golpeaba las mesas con ambas manos.

—¡Eren! Recuerda que no soy solo tu hermano, soy el director de este instituto y me debes respeto.— replicó con más severidad, pues para nada le agrdaba ese comportamiento altisonante.

—Pero...

—Pero nada. Dame el nombre del alumno con quién te peleaste

—Jean Kirschtein... — musitó, dejando a su hermano perplejo.

—No puedo creerlo Eren... ¿Sabes los problemas que nos ocasionaría si le pasa algo? ¿nunca mides las consecuencias? — Regañó el blondo al castaño, pues esto podia ocasionarle muchos problemas. —¿Qué pasaría si se queja con el consulado?— quizá exageró con él ejemplo, pero debía mantener a su hermano a salvo, por su bien.

El castaño se mantuvo cabizbajo, púes no pensó en las consecuencia cómo siempre, es que era tan impulsivo.

El blondo encendió la bocina, llamando por el micrófono que se encontraba en su escritorio.

—Jean Kirschtein, solicitó su presencia en dirección.

Mientras tanto en el salón...

—Bien chicos, el tema de hoy sera algo bien conocido por todos; la segunda guerra mundial.

Se escucharon resoplidos de aburrimiento en el salón, mientras el bicolor sólo sonreía.
No era que le aburriese esa materia, simplemente es que el era un alumno muy inteligente.

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