11 La Iguana de la Muerte

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Esconder un auto destruido dentro de un lujoso hotel que era la residencia del cenote más grande del mundo, era más sencillo de lo que podía parecer. Luna, Ale y Xóchitl empujaron el auto hasta la zona de almacenes. Cada uno tuvo una tarea entonces.

Ale sacaría las armas tiradas y haría un inventario de lo que aún tenían; El llevaba su macuahuitl negro colgado en la espalda. Luna llevaba su tepoztopilli del dios de la batalla. Xóchitl aún cargaba el bastón de los viajeros. La linterna de fuego. Cuatro macuahuitls (en forma de cuchillos de pedernal, que según luna al presionarlos en la palma de la mano tomaban su verdadera forma), seis tepoztopillis (en forma de lápices rojos). Dos pares de guantes con garras de obsidiana. Tres hachas. Y cuatro cuchillos de pedernal. Se repartieron las armas entre Luna, Alexandro e incluso para Xóchitl (para sorpresa de ésta).

Luna liberaría a Daniel y a Lea del coche, para claro después volver a atarlos y cargarlos como sacos de papas en su hombro. Trazaría un mapa de la ruta que seguirían para llegar a Coatzacoalcos, en lo que ella calculaba sería el amanecer de la mañana siguiente. Haría además una lista de las posibles bestias que tratarían de asesinarlos, como evitarlos y qué hacer en caso de un ataque, cómo ser cazador y no presa de esas bestias. Le dejó el mapa y la lista preparadas a Xóchitl, mientras Ale le platicaba a grandes rasgos las historias de los monstruos subterráneos.

— ¿Por qué me estás dando el mapa? —preguntó Xóchitl aún más sorprendida que por las armas.

—Es porque tú eres la que guía nuestro viaje, claro—respondió Luna, evitando la mirada de Xóchitl y la de Ale.

Xóchitl se encargaría de recoger todas las botanas que sobraban, junto con las bebidas, porquerías y demás cosas. Les quedaban quince bolsas de papitas y frituras variadas. Unas nueve barras de chocolate. Doce bolsas de caramelos, chicles y demás dulces. Un six pack de bebidas energéticas de color rojo. Y dos botellas grandes de refresco. Todo dentro de la mochila que Xóchitl cuidaría.

Evitaron a los trabajadores y turistas hasta llegar a la boca más profunda del cenote (obviamente con paso estrictamente prohibido).

Ataron una cuerda a forma de polea por la que bajaron a Daniel y a Xóchitl, quien trató no gritar de terror al descender por una boca oscura de la tierra (aún más cuando acababa de tener el sueño de Cipactli). Ya en una orilla de suelo húmedo de piedra resbalosa, y con todos desatados. Antes de ver al par de suicidas aventarse en un clavado majestuoso al agua, escuchó un: — ¡Muévete de allí!

— ¿Qué? —preguntó confundida Xóchitl antes de ver la sombra de un bote de motor cayendo desde lo alto. Se empapó con el agua helada del cenote y Daniel y Lea despertaron de golpe, gritando y mentando madres.

Ya no se molestó en preguntarles qué demonios les pasaba.

Vio al par descendiendo por la cuerda y saltando hasta el bote.

Al instante en el que Ale se dio cuenta de que Xóchitl estaba empapada comenzó a disculparse y secarla con su chamarra. Xóchitl le arrebató la chamarra molesta y se sonrojó al ver a su amiga con una camisa prácticamente destruida. Su torso delgado casi totalmente al aire, sólo tapado por pequeños jirones de tela que fácilmente se podrían arrancar de un jalón con la fuerza suficiente. Con un cuerpo delgado y ligeramente marcado, lleno de ligeras cicatrices y sudor...

— ¿Estás bien? —Preguntó Ale sacándola de su trance—. Creo que tienes fiebre o algo...Déjame revisarte.

—No—dijo ella al instante yendo al timón de inmediato, recordando que se suponía que estaba enfadada con él.

Xóchitl se tapó la cara con la chamarra de Ale para tratar de controlarse, pero sólo resulto contraproducente, porque su interior suave y cálido olía a su amigo. Vio delante a Gus que la veía divertido. De inmediato entro en sus cabales de nuevo y colocó el mapa en un sitio seguro, mientras repasaba de nuevo la lista de posibles cosas que tratarían de asesinarlos. Luna le dijo que conducir el bote no le resultaría nada difícil, dadas sus habilidades de aprender tan rápido (lo que de nuevo sorprendió muchísimo a Xóchitl, dándose cuenta lo mucho que podía unir a un par de personas un Road trip).

Los Guerreros del Quinto Sol I: La Máscara de QuetzalcóatlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora