Cuando Ale despertó, sintió un horrible dolor de cabeza que apenas le permitía moverse unos pocos centímetros. Al abrir los ojos lo primero que hizo fue buscar a sus amigos, pero no vio nada que no fuera piedra en su limitado campo visual.
Al levantarse descubrió que su pierna herida estaba sanada casi por completo, sólo moreteada a partes. Sus manos igual, sólo muy resentidas por las quemaduras de la Xiuhcóatl. Vio acercarse a un grupo de maciltonaleques en túnicas escarlata, comenzando a rodearlos. El guerrero llevó su mano instintivamente a su funda en la espalda, pero no encontró nada allí.
No llevaba puesta ni siquiera su chamarra dorada.
Al tratar de dar unos pasos delante, su espalda fue cruelmente detenida por un peso gigantesco. Se encontraba amarrado a una piedra enorme detrás de él.
—No, no, no...
Llevó una mano a la cintura; se encontraba atada a la piedra.
En hombro derecho había dos pedazos cortados de concha marina, que mantenían sujeta otra cuerda que rodeaba el pecho de Alexandro. Manos y piernas vendadas con cuero de animal. Una simple falda de guerra. Y en el rostro una máscara de piedra con la forma de un cráneo.
—Dioses, por favor no...
— ¡ALEXANDRO MARTÍNEZ! —Escuchó Ale gritar a alguien entre los maciltonaleque que lo rodeaban— ¡EL HIJO DE GABRIELA MARTÍNEZ! Por fin estamos cara a cara...
—Yareth...
—Oh conoces mi nombre, qué honor—dijo el guerrero muerto riéndose—. Por fin podré tener tu corazón entre mis dedos... Por fin, después de esos once años en exilio en el maldito Mictlán...
Alexandro siguió escuchando al guerrero solar, mientras comprendía lo que estaba sucediendo en esos momentos. Los antiguos mexicas, después de sus guerras, solían capturar a los mejores guerreros contrincantes. Los amarraban a una piedra y los ponían a luchar contra su propia élite militar. Si el guerrero contrincante sobrevivía era liberado.
Pero nadie sobrevivía.
— ¡Serás el primer sacrificio de estas Nuevas guerra floridas! ¡El primero de una nueva era!
Alexandro tomó las armas que le habían dejado a un lado; un escudo de madera delgada y un macuahuitl sin cuchillas, sólo un pedazo de palo con plumas alrededor. Vio a los guerreros que lo rodeaban; Eran dieciséis. Todos con máscaras de jaguares y águilas.
Encontró a Yareth regodeándose detrás de ellos.
— ¿Nada qué decir? —Preguntó Yareth burlándose—. Es comprensible.
El Tlatoani soltó un gritó bestial y empezaron a sonar tambores de batalla, acompañados de cánticos náhuatl y el sonido de flautas. Los malciltonaleque se quitaron sus túnicas, dejando ver sus armaduras de guerra completas. Unos con macuahuitl muy reales, escudos reales, tepoztopillis, hachas, arco y flechas...
Alexandro golpeó su escudo con su "macuahuitl" gritando.
El primer maciltonaleque lanzó un tepoztopilli que Alexandro esquivó de inmediato.
Saltó sobre un guerrero jaguar con un macuahuitl listo para decapitar a Alex, pero éste desvió el golpe con su escudo, que comenzó a quebrarse de inmediato. Un guerrero águila se lanzó con dos hachas. Alexandro le dio un puñetazo de lleno en el rostro con su escudo roto, dejando gran parte de la madera incrustada en la cara del malcitonaleque.
Tomó una de las hachas y lo degolló.
Enterró su "macuahuitl" en el ojo de un guerrero jaguar que se lanzó embelecido contra él. Tomó el escudo del guerrero que cayó retorciéndose a la plataforma de piedra dónde luchaban. Con un escudo de verdad y un hacha ya sus posibilidades eran ligeramente mayores.
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Los Guerreros del Quinto Sol I: La Máscara de Quetzalcóatl
Teen Fiction¡El Sol está a punto de morir! El guerrero Azteca más antiguo y poderoso de todos tiene un ejército imparable de muertos vivientes para lograr asesinarlo. Los únicos que pueden salvar al Sol, un grupo de chicos marginados La única esperanza, la Másc...