Xóchitl pensaba que los coqueteos, ligues y porquerías cursis daban asco. Simplemente daban asco, con ganas de gritar, golpear a quién estaba diciendo esas porquerías y decirle que tuviera un poco de sentido común y dignidad (Sí, ella era igual con Ale, pero ése no era el punto). Daniel y Jazmín no se detenían en ningún instante.
No entendía como Daniel podía encontrar sexy alguien cargando armas y cortando aire (Sí, ella se sentía igual con Ale, pero de nuevo ese no era el punto).
Luna sólo gruñía tomando los mapas y las llaves que Jazmín le daba.
Después de veinte minutos de parloteo, los cuatro bajaban por un ascensor enorme. Lleno de hamacas, tubos y columpios para aves. El ascensor tenía una pared de cerca de dos metros, repleta de botones a los que subir o bajar. Al menos Jazmín ya no los acompañaba.
Ahora los acompañaba Jorge, el padre de Jazmín. Un hombre enorme de casi dos metros. Gordo pero musculoso de pectorales, espalda y brazos. Un rostro parecido tallado en madera (jajaja, eso era estúpido y gracioso) de piel del mismo tono que su hija. Iba con una barba hecha de enredaderas, ramas y hojas, al estilo de un Santa Claus punk. Con un cabello erizado e igual de largo. Pesé a su emanante actitud de "TE DESTROZARÉ TODOS LOS HUESOS", tenía una sonrisa deslumbrante, amigable y unos lentes de media luna de papá buena onda de serie noventera.
— ¿Del Tlahuiztlamtlacacuahuitl, en serio? —le preguntó emocionado a Ale.
—Sí—respondió taciturno Ale. Era claro que estaba muy preocupado por su Gus.
— ¡Maldición! Eso debe ser asombroso. Me dijeron que la biblioteca del árbol del amanecer es de las más completas de todo México. Cielos, crecer leyendo los códices que hablan del mismo dios del conocimiento, el mismo Quetzalcóatl...
—Creo que lo es. O sería—Ale movió la cabeza cerrando los ojos—, lo único que hay de Quetzalcóatl son sus mitos, leyendas, historias y cuentos clásicos. Y sabe, señor Jorge, los más conocidos, o bueno los de la creación y sus aventuras. Sus textos personales, sus escritos íntimos, su biblioteca propia fue trasladada por completo aquí a la biblioteca de Coatzacoalcos. Cuando vino a irse después del engaño de Tezcatlipoca, trajo con él casi todos sus textos.
Jorge rio con la fuerza de tormentas violentas. —No tengo ni idea. Nunca he entrado a la sección de la biblioteca de Quetzalcóatl. No estoy loco, me gusta mi vida—volvió a carcajearse.
Xóchitl se aterró al escuchar eso. Vio como Luna le buscaba la mirada para ayudarla a calmarse. De inmediato el terror de Xóchitl se convirtió en coraje. Seguía muy molesta con Luna. La chica se suponía que era la gran guerrera maestra, la gran cazadora, la experta guerrera azteca, pero cuando al chico que ella sacó de su hogar se estaba muriendo por la pérdida de sangre, no hizo nada más que quedarse parada viendo.
—Bueno, bueno—siguió Jorge—, como me encantaría poder ir a la biblioteca del árbol del amanecer, junto con sus tres bibliotecas hermanas (la del mediodía, la del anochecer y la de la noche) son las más completas. Al menos de seguro en esas tres sí estarán las bibliotecas personales completas de los otros tres grandes creadores, Huitzilopochtli, Xipétotec y Tezcatlipoca.
—De hecho lo están—dijo Luna como recordando una mala misión.
—Bueno, las cuatro son increíbles, pero ninguna como la del Tonacacuahuitl en el Tamoanchan. Osea, no por nada es el maldito árbol de la vida JAJAJA.
En cuanto dijo la palabra "Tonacacuahuitl" Ale se puso tenso y llevo su mano al mango de macuahuitl de inmediato. Xóchitl abrazó de inmediato a su amigo y sintió como tenía tenso cada uno de sus músculos. Como su corazón latía a mil por hora, y pequeñas lágrimas escapándosele de su rostro. Los amaxoaque en su casa habían usado esa palabra cundo habían hablado de su abuelita Fe.
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Los Guerreros del Quinto Sol I: La Máscara de Quetzalcóatl
Teen Fiction¡El Sol está a punto de morir! El guerrero Azteca más antiguo y poderoso de todos tiene un ejército imparable de muertos vivientes para lograr asesinarlo. Los únicos que pueden salvar al Sol, un grupo de chicos marginados La única esperanza, la Másc...