14 Gustavo, el Quetzal

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Ale se recuperó lo suficiente de la pierna como para al menos poder caminar por algunas horas. Sólo Xóchitl intentó discutir con él, diciéndole que no se atreviera a caminar. Xóchitl era la única persona del mundo al que Ale no intentaría asesinar si le dijera qué hacer. Las primeras horas de caminata fueron lentas, pero al paso del tiempo Ale ya podía caminar a un ritmo normal, e incluso ligeramente rápido.

Gus, sin embargo, seguía sin poder volar. E iba en el cabello de Ale, durmiéndose en casi todo el trayecto. El quetzal estaba cansado más allá de lo que un quetzal podía imaginar que podría estar cansado. Tenía varios huesos de su ala izquierda rotas, y llevaba varios días en vela. Así que el quetzal no se sintió culpable al ceder al instinto de quedarse dormirse en el cabello de su niño.

En el sueño vio a Fe, pero ésta sólo flotaba en un azul penetrante...

Los gritos de una nueva discusión entre Xóchitl y Luna, despertó a Gus.

Mientras Ale y Daniel trataban de calmarlas sin que intentasen asesinarse entre ellas, o asesinarlos a a ellos, Gus y Lea se veían y se dieron cuenta de que pensaban lo mismo: "Humanos".

Volvió a quedarse dormido hasta que una capa de aire frio lo despertó de golpe.

Habían entrado a un bosque de neblina. Apenas era medio día, pero la luz se filtraba de manera demasiado tenue en el bosque. Un brillo empezó a abrir paso entre las cortinas impenetrables de neblina; Daniel caminaba al frente del grupo con la mano encendida en llamas amarillas y rojizas, como las de plumas de guacamaya. Gus se sorprendió de la velocidad con la que ese chico aprendía.

— ¿Por qué hace tanto frío? —preguntó nerviosa Xóchitl.

Gus sintió como Ale se tensaba por la pregunta, por varias razones; el dolor de la pierna se intensificaba demasiado con el frío húmedo del bosque; se sentía culpable de que su amiga estuviera pasando por riesgos innecesarios y; pensó instintivamente que su Mictecitlalli tenía la culpa de todo ese frío penetrante.

—Por Mictlecayotl—respondió Luna—, es la diosa del viento frío.

— ¿Y ella?

—Vive en el Mictlán—respondió Ale.

El silencio le dejó en claro que su amiga quería saber más.

—Es esposa de Ehécatl, el dios rey del viento. Ambos son hijos de Quetzalcóatl. Cuando Quetzalcóatl se fue de la tierra de las hombres, desterrado y humillado, Mictlecayotl sabía que la culpa de todo era de Tezcatlipoca, qué había engañado a su hermano. La diosa del viento intentó asesinar al dios de la oscuridad, no pudo por supuesto. Pero...

—...su castigo fue ser desterrada al Mictlán—terminó la oración triste Xóchitl.

—Por eso hace tanto frío—siguió Luna—, la neblina son los suspiros de tristeza de Mictlecayotl, porque ya nunca más puede estar con el amor de su vida, su esposo Ehécatl. De ahí que el invierno nazca, desde Otoño hasta el final de Invierno, Mictlecayotl intenta regresar a la Tierra desesperadamente. El Invierno es traído del inframundo, por el deseo desesperado de una diosa que lo único que desea es volver a estar con su esposo.

—Por eso el frío se siente así ¿No? —Siguió Daniel—Por eso el frío nos afecta tanto. Por eso nos duele tanto. Por eso lo único que podemos hacer cuando eso pasa es abrazar a alguien que amamos, porque de alguna u otra forma sentimos el dolor de la diosa desterrada.

—Así es—susurró Alex, bastante triste. Claramente estaba pensando en su abuelita Fe.

Siguieron caminando, temblando, pero a paso cada vez más rápido.

Los Guerreros del Quinto Sol I: La Máscara de QuetzalcóatlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora