Ir amarrado en el asiento de copiloto de un automóvil no era tan incómodo como Daniel se podía imaginar. Incluso con el ardor insoportable de las quemaduras constantes de su cuerpo y el dolor espantoso de cabeza, a cortesía por la jaguar asesina (que no sólo había quemado todo su té, sino que también se había encargado de golpearlo y azotarlo a toda oportunidad que se le presentaba). A pesar de eso no era tan malo en realidad.
Sí, no podía mover más allá de sus dedos.
No podía mover el cuello más de unos cuantos centímetros.
Lea lo veía con irritación.
Pero al menos podía ver el amanecer. Al menos no estaba con la boca amordazada, en al asiento trasero y con los ojos vendados. O en la cajuela. Al menos podía escuchar los sueños irreales de Xóchitl. Al menos podía intervenir cada tanto en la conversación y hacer todas las preguntas que podía, no sólo las que hacía a propósito porque irritaban a Luna, sino porque realmente tenía muchas dudas.
— ¿Dónde conseguiste el coche? —preguntó Daniel volteando a ver molesto a Luna.
—Sólo lo conseguí—respondía ella apretando los nudillos en el volante.
—Lo robaste.
—No lo robé.
— ¿Robaste un coche? —preguntó alarmado Alex.
—No robé ningún coche—respondí Luna con un tono cada vez más molesto.
—Genial, Luna—dijo Xóchitl riéndose—, no eres tan aburrida como aparentas.
—No robé el maldito coche—repitió con los dientes apretados Luna.
— ¿De dónde lo conseguiste entonces? —preguntó con una sonrisa cínica Daniel.
Todos en el auto se quedaron callados expectantes (incluso Gus se despertó del cabello de Alex) a la respuesta de Luna.
—Yo...—suspiró resignada—. Lo tomé prestado.
— ¡ROBASTE UN AUTO! —gritó emocionada Xóchitl.
Alex parecía demasiado confundido para decir nada, se sentía demasiado extraño en el coche, como si fuera la primera vez que tomaba uno.
— ¡Qué no lo robé! —gritó Luna.
—Claro—dijo Daniel con una risa ahogada. Sí, no podría librarse de las ataduras en su asiento, pero al menos podría molestar a su captora todo lo que pudiera.
— ¡Se lo quité a un imbécil! ¿Bien? El tipo era un ladrón.
—Ladrón que roba a ladrón...—comenzó Daniel.
Todos se quedaron callados de nuevo. Luna comenzaba a recobrar la calma.
— ¿Y por qué robaste un coche? —preguntó Daniel.
Daniel llevaba más de 40 horas despierto y sentía poco a poco su cuerpo empezaba a resentir la falta de su té. Su cuerpo le exigía a gritos que durmiera ya, pero ya tenía suficiente lidiando con un trío de locos como para agregarle las alucinaciones de hombres con cabeza hecha de sombras y arañas por todas malditas partes.
Luna había llegado a su campamento, acompañada con Alex, ambos cubiertos de sangre negra, súper agitados y recogiendo lo poco que llevaban consigo. Xóchitl interrumpió la conversación que estaba manteniendo con Daniel y Lea. "¿Zombies solares?" preguntó ella asustada, pero claramente nada sorprendida. "Zombies solares" respondió Alex.
Gus sobrevolaba y anunciaba montones de cosas a los chicos.
Luna había desaparecido sin que Daniel y Lea se dieran cuenta siquiera, lo que era decir mucho viniendo de ese par. A los minutos llegaba derrapando en la tierra un coche y le lanzó un montón de cuerdas a Xóchitl "Átalo bien" dijo volteando a ver a Daniel que en esos instantes ya estaba intentando escapar de nuevo.
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Los Guerreros del Quinto Sol I: La Máscara de Quetzalcóatl
Teen Fiction¡El Sol está a punto de morir! El guerrero Azteca más antiguo y poderoso de todos tiene un ejército imparable de muertos vivientes para lograr asesinarlo. Los únicos que pueden salvar al Sol, un grupo de chicos marginados La única esperanza, la Másc...