• Diciembre 25, 2017 •Me deslizo sobre un arcoíris de papel celofán mientras diversas notas del sitar de George resuenan por todo el lugar sin un ritmo en específico. Voy capturándolas una a una entre risas que se entremezclan con los divertidos latidos de mi corazón y la locura que desbordan las perturbadas terminaciones de mi ajetreado cerebro psicótico. Estamos celebrando algo que desconozco con una abrumadora dicha que bien podría ser digna de un culto a la deidad suprema. No podemos parar. Pero nunca antes nos habíamos sentido así de felices estando en mis sueños.
Paul entona una desconocida letra junto a John al tiempo en que el otro par les hacen los coros, ensimismados en sus propios instrumentos y creando ondas siderales que rodean todo nuestro universo volviéndolo un poco más caótico. Están algo lejos de nosotros, aunque igual seguimos siendo uno mismo.
Mis oídos disfrutan de cada decibel producido por la desordenada sintonía, que resulta plenamente satisfactoria para mis neuronas, arrojándome a los brazos de Lennon al final de mi colorido viaje. Comienzo a turnarme entre él y McCartney danzando sin que dejen de cantar, elevándonos algunas veces para probar nuevos pasos en el aire, con el bajo y la guitarra tocándose por sí solos. Pronto, Harrison y Starr se nos unen iniciando así con una desenfrenada orgía de baile que me hace subir hasta el cielo, literalmente. Estoy acariciando el éxtasis, la locura misma, la unificación del ser... Todo cuanto ocurre genera una inquietante sensación de frenesí incontrolable dentro de mi pecho que se extiende a través de mi piel hasta brotar por sus poros y embriagarme por completo. Quiero gritar y sacudirme violenta con tal de liberar cada una de mis emociones...
Pero entonces lo veo... Ahí, de pie, sobre una nube de algodón de azúcar contemplando nuestra psicosis desde la que parece ser otra dimensión. Su dimensión. Se le mira embelesado por la forma en que los chicos siguen divirtiéndose esperando mi regreso, despidiendo un aura angelical bellísima y luciendo completamente divino en sentidos que no puedo comprender ni siquiera estando en un lugar creado por mi cerebro. Porque, por extraño que se vea todo, nada me resulta raro estando aquí. Nada excepto él, quien no encaja en las características de Papperland aumentando mi curiosidad en niveles excesivos.
—Por favor no huyas —ruego con un tono más alto del acostumbrado.
Su cuerpo se gira en mi dirección desviando sus ojos para contemplar los míos y un suspiro maravillado se me escapa cuando mi alma es tocada por aquellos esmeraldas que desgarran mi poca cordura en menos de un santiamén. Aunque, claro, estar loco en este lugar es bastante normal.
—¿Estás segura de que soy yo quien huye? —. La pregunta me desconcierta y, apresurada, voy hasta su encuentro.
—¿A qué te refieres?
—Ven conmigo y lo sabrás.
Su mano me es concedida, pero retrocedo negándome a tomarla.
—¿A dónde?
—Arriba.
Mi instinto es observar a los chicos y no tengo que pensar mucho para tomar una decisión porque, por más que este chico me intrigue en toda su entereza, definitivamente no voy a abandonar al cuarteto.
—Lo siento, pero no lo haré. Mis amigos me esperan. — Doy media vuelta, a punto de comenzar a descender, cuando sus palabras me frenan.
—Yo también tengo amigos que están ansiando conocerte.
¿Amigos? ¿Hay más como él?
Me altero. Sin desperdiciar la oportunidad de capturarlo como siempre he querido, y vuelvo a donde está dispuesta a tomarlo para atesorar su insuperable presencia dentro de mi abrumado corazón pero, estando a tan sólo unos milímetros de rosar las yemas de mis dedos con su esencia y saciar mi sed por su divinidad...
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P e r f e c t | Styles
FanfictionUn sueño que cumplir. Un amor en secreto. Cuatro hombres sufriendo por no ser correspondidos y uno que no ha sido sincero completamente. «Sólo una cosa puede producir más daño que la mentira: la verdad» -Jardiel P. • Novela cliché, pero diferente...