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La luz de una pequeña linterna impacta en mis ojos respectivamente mientras son analizados; mi lengua abandona su refugio segundos más tarde para permitir que revisen mi cavidad bucal haciéndome retener un suspiro frustrado y, finalmente, para terminar con mi breve tortura, un termómetro es puesto entre mis labios antes de que mis latidos lleguen a oídos de aquél hombre a través de su estetoscopio.

—¿Se encuentra bien? —pregunta el castaño de los ojos verdes alterando una a una cada fibra de mi débil cuerpo. En especial, el grácil ritmo de mi corazón.

—Creo que si no hubieras abierto la boca hace un segundo, ella no estaría a punto de sufrir un infarto. —El joven médico sonríe, delatándome y lanzándome un guiño, logrando que mis mejillas se enciendan bajo la total atención del chico de mis sueños.

"Pensé que yo era el chico de tus sueños".
«Bueno, él también está en ellos... Siempre».

—¿Has tenido algún otro malestar aparte de la resaca y el vómito? —. Su vista no se aparta de mí al tiempo en que se adueña de un lapicero sacado del bolsillo de su camisa a cuadros.

Niego con la cabeza.

—¿Has presentado quizás algún episodio extraño de recuerdos de la noche anterior? —. Un bloc de pequeñas hojas aparece de entre las cosas  de su maletín a la espera de ser garabateado conforme a mis respuestas.

Vuelvo a negar.

El doctor asiente retirando el aparato de mi boca y mirando el resultado, el cual es anotado sobre el papel del recetario.

—¿Sabes siquiera qué fue lo que pasó? —. Su pregunta suena seria a comparación del tono que empleó hace unos segundos atrás para hacer las otras, por lo que mis nervios se disparan aún más alto hasta el punto en que entierro los dedos en el colchón por debajo de la sábana.

—N-No recuerdo nada después de haberme desmayado —. Mi voz es increíblemente áspera, casi indescifrable. De reojo, puedo ver al causante de mi histeria observarme expectante y cientos de nudos comienzan a formarse en mi garganta partiendo desde el centro de mi estómago.

—Entonces, ¿sabes qué fue lo que ocasionó tu pérdida de conocimiento y tu malestar ahora?

Insegura, me remuevo sobre la cama tratando de deshacerme de la incómoda sensación de estar siendo observada por un par de atractivos hombres cuyo escrutinio no hace más que acrecentar mi complejo de inferioridad, y el desear ser aplastada por un Blue Meanie.

"¡¿Blue Meanie?! ¡¿Dónde?! ¡Joder, debo avisarle a los chicos! ¡No desesperes, Honey, nosotros te protegeremos!".

—Estuve bebiendo un poco —trato de recordar—, pero aún me sentía consciente y... de pronto, todo comenzó a ser más... colorido.

—Y brillante —asume el Doctor.

—Sí.

—Bastante psicodélico, ¿no?

Lo miro, su rostro transmitiendo una confianza que me aterra, (aunque sólo debe ser por su vestimenta informal), y no puedo hacer más que darle la razón: —Eso exactamente.

Aquellos orbes azules me abandonan para enfocarse en los raros apuntes que su dueño traza -caligrafía médica-, el cual enseguida me pregunta:
—¿Consumes algún tipo de sustancia?

—No, no —respondo de inmediato, como tratando de justificarme ante la abrumadora presencia del rizado. —Ni siquiera bebo, yo sólo... Me deje llevar, supongo.

El doctor asiente casi sin evitar mostrar una sonrisa, arranca la hoja con la receta y regresa a mirarme —después de guardar sus instrumentos médicos de vuelta al maletín, adoptando una postura que refleja empatía pura consiguiendo hacerme sentir una pequeña niña temerosa.

P e r f e c t | StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora