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Llegó a su habitación y de inmediato se tiró a la cama, miró al techo escuchando el sonido de su agitada respiración; estaba nerviosa y confundida. Sacó su móvil del bolsillo y vio la previsualización del mensaje que le había llegado:

Katrina: Hola Baby, te quedé esperando... tontaca. ¿Jugamos una partida de, «The world of the Beasts»?

Con la frustración que le quedo después de salir del coliseo, ni se le pasó por la mente que tendría que ir donde su amiga.

Negó con la cabeza y apretó los dientes.

—Hoy es domingo que estúpida. —masculló.

Bloqueó su móvil y lo dejó a un lado. No quería responder mensajes tontos después de lo que había escuchado en la habitación de sus padres. Quedó tan aterrada como su madre, esto debía ser muy, muy serio.

Al poco rato no tardaron en aglomerarse las dudas en su cabeza: «¿Los robots decidían por nosotros antes?» «¿Cómo así que la tierra podía levantarse en cualquier momento?» «¿De qué ante-pasados hablaban?» «¿Quiénes eran esos leprosos?» Eran las preguntas que germinaban como la maleza extendiéndose en su mente.

Tenía un ovillo en su cabeza, pero no estaba asustada, más bien estaba ansiosa, porque a ella le gustaba todo lo que rompiera la rutina de sus días, y si esto iba a ser el principio de una gran aventura, sería la primera en su vida; y bienvenida le sería.

Llevaba varios minutos haciendo elucubraciones sobre aquellas cosas que había escuchado, y ya empezaba a construir sus propias conclusiones: Pensaba que a lo mejor estaría sacando las cosas de contexto, y por la mañana le haría una pregunta indirecta a su padre para aclarar sus dudas, ese pensamiento la tranquilizaba un poco más, pero no por mucho tiempo: «¿Y si todo es cierto?» «¿y si todos estamos destinados a morir de una forma injusta y macabra?»

—¡NO! —exclamó para sí, aunque en voz alta, que le tocó taparse la boca.

Pensó en su familia, esto sí que le asustaba, y demasiado, porque adoraba a sus padres, aunque nunca se los demostrase de a mucho.

En ese momento quiso ir a la biblioteca para ver si encontraba algo que le respondiera así sea media pregunta. Pero el reloj avisaba que faltaban diez minutos para la media noche. Ya era muy tarde, y mañana le tocaba exponer sobre: «Matemáticas básicas para un niño de 2 años»

Cerró los ojos esperanzada en poder conciliar sueño, y las luces se apagaron al momento. Pasaron muchos minutos y no pegaba ojo. Se movía de un lado a otro, se quitaba la almohada, se la volvía a poner, se la apretaba encima de su cabeza y nada...

...Pasaron por lo menos dos horas y por fin se quedó dormida.

Al día siguiente, Romy se despertó como nueva, su semblante era distinto y respiraba la vida con entusiasmo. Era un hermoso día, y los rayos de luz entraban recatadamente por su ventana entreabierta. Se incorporó y extendió sus brazos para estirarse, seguidamente bostezó, y se levantó.

Por las mañanas lo primero que Romy hacía, era bajar a la cocina para tomarse una taza de café caliente, costumbre que tenía desde los once años. Cuando bajó a la primera planta, vio que sus padres ya estaban en la cocina.

—¡Hola mamá!, ¡Hola papá!

—¡Buenos días Romy! —Atendieron a coro.

—¿Qué tal la noche? —Preguntó Anna, revolviendo su cappuccino con cierta lentitud.

—Muy bien, me siento como nueva hoy —declaró Romy, tomando su café de la cafetera, que ya estaba listo.

—Romy, ¿me puedes traer el móvil que está sonando?

Romy muy atenta, salió a buscar el móvil que estaba en la sala de estar, al lado del sofá, cuando de pronto escuchó un fuerte estruendo proveniente de la cocina, acompañado de un temblor. Romy tastabilló y salió como un rayo a ver qué había pasado...

—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Auxilio! ¡por aquí!, ¡aquí abajo!

Romy divisó unos dedos en el filo del inmenso hueco que se había formado en la cocina, era su padre agarrado como podía de un brazo. E inmediatamente se abalanzó resbalando por el suelo hasta llegar a su mano. Lo tomó con mucha fuerza. Miró con desespero a todos lados, pero no logró ver a su madre. Romy dio un alarido al darse cuenta que a su padre le faltaba el brazo derecho. También pudo ver el fondo de ese gran hueco, donde había lava, lava hambrienta y burbujeante. Romy hizo fuerza para jalar a su padre, él, sin embargo, le dijo con lágrimas en sus ojos que no lo hiciera, que lo dejara porque ya nada tendría sentido, que ese sería el final. Su padre hizo un movimiento brusco para liberarse de las manos de su hija, dejándose caer. Ante los ojos de Romy ver caer a su padre, fue casi como en cámara lenta. Romy intentó agarrarle con impotencia, porque ya era tarde...

Se levantó bañada en sudor, estaba acalorada, llorando y con el corazón a punto de estallar; había tenido una terrible pesadilla, pero al mismo tiempo sintió un gran alivio de que todo fuese un mal sueño.

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ROMY MORGAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora