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Fue la noche más oscura de la historia. Más de la mitad de los robots que estaban desactivados, fueron activados para ayudar en la catástrofe. Miles de cuerpos fueron recogidos de la carretera, la mayoría de ellos irreconocibles. El terremoto había dejado muchos edificios siniestrados y Macedópolis parecía otra ciudad, donde el llanto, la angustia y la destrucción dominaban las calles. Había desolación y tristeza.

—¡Silencio! No podemos perder la calma. Miles de cuerpos están siendo recogidos allí afuera ¿Y nosotros aquí discutiendo? No sabemos qué más puede pasar de aquí en adelante, pero les aseguro que no será nada bueno —expuso Alfred señalando el exterior del edificio—. Viendo los acontecimientos tenemos que evacuar la ciudad lo antes posible. ¡Si es hoy, es hoy!... En una hora viajaré para reunirme con el presidente.

—Antes de irte tenemos que informar a la ciudad que es lo que ha venido sucediendo este mes —sugirió uno de los miembros—, y tú Alfred, eres el vocero.

—Esa responsabilidad te la dejo a ti, Robert. Toda la información sobre Miller, los Leprosos y el incremento bicentenario, están aquí —explicó Alfred colocando en la mesa una esfera azul, lo que era una unidad de almacenamiento ilimitado—. Quiero que en cuanto se acabe esta reunión, salgas de inmediato a transmitir en directo, y expliques todo lo acontecido, con videos. Que le quede bien claro a esta ciudad su cruda realidad. Lo haría yo, pero tengo que irme ahora —miró su reloj.

—Con todo respeto señor Alfred, creo que fue una mala idea no haberle dicho nada a la ciudad con tiempo —intervino otro miembro.

—¿Una mala idea? —soltó Alfred— ¿Es que no os habéis dado cuenta? Solo han sido cuestiones de horas para que el caos se adueñara de la ciudad, causando una revuelta que desgraciadamente no terminó para nada bien.

Muchos asintieron y otros negaron con la cabeza haciendo gesto mohíno.

En aquel momento entró Walter por la puerta con cierta propiedad de importancia, todos voltearon a mirarlo; había estado afuera organizando cosas para el viaje.

—Señor, la nave ya está lista esperando su arribo.

Alfred recogió sus cosas y salió de inmediato. Subieron hasta lo alto del edificio donde una nave mandada desde Canahapolis los esperaba. Alfred suponía que Anna y Romy tendrían que estar en ese mismo momento, abordando una nave turística con destino a Canahapolis en la terminal cuatrocientos cincuenta y tres; pero la realidad era otra.

—¿No os he dicho ya varias veces que no puedo dejaros pasar? Es una orden de mi superior —Increpo un guardia de migración al otro lado de la pantalla.

—¿¡Pero una orden de quién!? —Vociferó Anna—. Mi marido es Alfred Morgan general de división, seguro le conoce. ¡Ya mismo lo voy a llamar!, despídase de su trabajo.

ROMY MORGAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora