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U N A    R E U N I O N
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Romy estaba en su cubículo escuchando música a todo volumen, y no se daba cuenta que su amiga Katrina en el cubículo de la derecha, estaba golpeando el cristal intentando llamar su atención.

—¡Rooomy! —gritó Katrina.

Sin embargo, seguía sin enterarse de nada. Entonces Katrina tuvo que llamarle a su móvil para que pudiera parar la música. Fue entonces cuando miró a su derecha y pausó la música.

—¡Hola Kat, buenos días!

—Desde que tienes esos audichromos, ya no se te puede saludar. Llevo cinco minutos gastándome la voz —protestó Katrina—. Te quedé esperando anoche.

Era «su mejor amiga» y también vecina, una chica de veintidós años con unos rizos rojizos, y de piel blanca como la leche. Tenía la voz chillona y era muy extrovertida. Le encantaba las fiestas y pasar hablando de chicos. Siempre había querido ponerle novio a Romy, pero no había podido conseguirlo.

—Y yo prefiero gastarme los oídos con mi música, que escuchar tus ensordecedores gritos —confesó Romy riéndose—. Lo siento, me quedé dormida.

—Eso no tiene gracia, te vas a enterar cuando llegue la ruta —amenazó Kat frunciendo el ceño.

—Que es broma no seas tonta. Mira ya llegó la ruta.

En ese momento se acercó un bus muy largo de dos niveles. Era igual tanto atrás como por delante. El cubículo de Romy se abrió simultáneamente con el de Kat y entraron al mismo tiempo por sus respectivas puertas mirándose. Kat sonrió como si ese proceso no lo hicieran todos los días.

Dentro del bus, Romy se puso los cascos y fue a una escalera que estaba al fondo. Su plaza estaba arriba junto con la de Kat.

—Oye Romy, esta mañana he visto a tu padre hablando por la tele —dijo un chico sujetándola por la mano.

Romy no escuchó nada de lo que le dijo a causa de los cascos, pero inmediatamente se desprendió de su mano.
Cuando Romy subía la escalera, de repente escuchó aquel gentío haciendo ruido. Kat le había bajado sus cascos, provocando que escuchase al bus entero crujir, pues en ese bus todos gritaban.

—Romy tengo que contarte algo ¿puedes dejar los audífonos por un momento? —vociferó Katrina.

—Vale en el asiento me cuentas.

Romy y Kat siempre se peleaban la ventanilla para ver mejor las ballenas al pasar por un túnel que cruzaba El Gran lago, pero esa vez no hubo ningún forcejeo. Romy le cedió el asiento y esto hizo que Katrina se extrañase en el acto.

—¿Pero a ti que te pasa? —indagó.

—Nada, ¿qué me va a pasar? —aclaró Romy encogiéndose de hombros.

—No lo sé déjame adivinar... Alfred no te dejará ir a la fiesta de Julián. ¿Es eso? —inquirió Katrina despavorida y casi chillando—, espero que no sea eso porque ya te he conseguido pareja, y esta vez sí que daré en el blanco.

—Ja ja —parafraseó Romy—. Te he dicho que no necesito novio. ¿Por qué te empeñas tanto? ¿Es sobre eso lo que tenías que decirme? Porque si es así, me pongo de nuevo los cascos.

—No, espera... Es sobre Alfred, tu padre. Esta mañana a eso de las ocho, salió por la tele hablando sobre unas turbinas —Romy de inmediato giró su cabeza y puso toda su atención en Katrina, que casi nunca se enteraba de nada, y ahora quería saber si los rumores sobre las turbinas eran ciertos—. Es que mi madre anoche mientras cenábamos comentó que unas turbinas se habían dañado, y que entonces nos quedaríamos desprotegidos. ¿Qué son esas turbinas? ¿Moriremos si esto pasa? —inquirió con gesto mohíno jalándola bruscamente por un brazo—. Explícame tu que tu padre es militar, y tu seguro que sabes algo.

Pero Romy no le respondió nada, en su lugar le hizo una pregunta:

—¿Y que mas dijo mi padre?

—Mmm... había muchos reporteros, como si esto fuese algo muy importante. Dijo que no hay de qué preocuparse, que todo ha sido un... un incremento bicen...

—Bicentenario de lava —completó Romy.

—...Eso —asintió Katrina—. Y que dentro de una semana todo estará arreglado. ¡Deberías ver la tele!

—Tú sabes que no me gusta. Y si mi padre ha dicho eso entonces no hay de qué preocuparse.

Romy estaba mintiendo, se sentía muy extraña esa mañana y había estado intentando evadir cualquier pensamiento que tuviera relación con la conversación de sus padres o con esa horrible pesadilla; sin embargo, no lo había conseguido. Por ese motivo se encontraba un poco despistada, y que ahora se enterase de que su padre no estaba diciendo toda la verdad, la confundía aún más...

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ROMY MORGAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora