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AVENTURAS Y GESTAS INDESEADAS

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AVENTURAS Y GESTAS INDESEADAS

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Les habían atrapado, esos humanoides eran los caza-rayos. Exiliados por sus crímenes antes de fundar a la rehabilitadora ciudad que el concejo de Pérgamo llamó como: Sidópolis. Quedaron perpetrados a vivir en los confines de las olas de arena. Vivían en Solaris, uno de los desiertos más grandes de Pérgamo, dentro de cavernas llenas de estalagmitas y estalactitas corrosivas. Ellos eran sucios y malolientes, llenos de tumores, de piel coriácea y escamosa. Hablaban un idioma primitivo que se basaba más en gesticulaciones que en palabras y se alimentaban de todo lo que encontraban y consideraban comestible, hasta de sus mismos muertos, que era un motivo de «banquete» cada vez que fallecía uno de los suyos de manera natural. 

Por muchos años se ignoró la presencia de estos forajidos, pues se les consideró una raza inofensiva que solo luchaba por sobrevivir. Fueron condenados a sufrir en el desierto, pero aprendieron a subsistir en el lugar más inhóspito del planeta. El desierto les cambió, los mutó, pero no una mutación como la de los leprosos que había sido por causas más elementales y naturales, sino una mutación química. Los caza-rayos se alimentaron por décadas de residuos radioactivos y químicos antes de poder reinar en las tierras desérticas. Ahora después de muchos siglos de exilio y destierro, se hacen llamar los dueños del Solaris. Aprendieron a dominar las grandes descargas de las nubes de magnesio, que era lo único que les suministraba energía. Se adaptaron al sabor ácido de la lluvia y al calor infinito y caustico de Solaris. Un día normal de un caza-rayos, consistía en buscar tormentas, que como en Solaris y en la mayoría de los desiertos de Pérgamo, se producían todos los días. Iban en sus vehículos destartalados pero veloces, adentrándose en las tormentas para atrapar todos los rayos que pudieran —los de color verde, eran los más poderosos—, pero ese día atraparon mucho más que un rayo. Atraparon a Rd y a Romy...

Tardó unos minutos en entender lo que sucedía, podía escuchar gritos, chillidos, golpes, estruendos y voces que siseaban cosas. Era como si estuviera allí, pero a la vez se sentía lejos de todo. Sentía frío y calor al mismo tiempo, veía luz y oscuridad. No entendía el porqué, ni el para qué su existencia. Pudieron pasar horas, días y meses, que nunca habría sentido pena del tiempo perdido; era lo mismo un minuto, que un año. Veía sombras y fuego. Una voz muy en su interior pronunciaba su nombre y le imploraba que se levantara. De pronto sintió que algo le sacudía y fue escuchando cada vez más claro su nombre...

Ella se levantó con mucho dolor de cabeza, estaba aturdida y apenas podía abrir los ojos; le habían sedado. Rd estaba atado a la pared por su cuello, sentado en el suelo y con las manos atadas sacudía con sus pies, las piernas de Romy que estaba tirada de medio lado con el careto pegado al helado piso. Romy no sentía su cuerpo. Era una sesión extraña como si volase perdida en el espacio, pero a la vez sentía confusión y mucho, mucho dolor de cabeza. Habían pasado no más de una hora, cuando Romy empezó a mover con más dominio su cuerpo hasta poder sentarse y recostar su espalda. Levantó la mirada y vio a Rd. Estaba muy golpeado, y su rostro estaba mallugado y lleno de moretones.

ROMY MORGAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora