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Daniel se había sentido como una tremenda mierda.

 Estaba sucio, las imágenes se reproducían una y otra vez en su cabeza haciéndolo sentirse horrible. Se sentía solo y hundido. Había tocado fondo por fin y estaba ahogándose entre tanta mugre. Totalmente destrozado en la oscuridad. Derrumbándose y desesperado por poder acabar de una vez con todo. 

Ya no tenía fuerzas ni ganas.
No podía continuar.

Había reventado el espejo del baño de hombres y con las manos temblando había cortado, en varios intentos, su brazo a lo largo, soltando algunos gritos de dolor inevitables mientras se rompía en lágrimas más que solo por el dolor del corte... 
Lo habían, al fin, destrozado hasta que ya no quedaba nada de él que deseara seguir, y aunque el miedo y desespero lo estaban abrumando junto con mil emociones más que se atoraban en su garganta, lo único que pudo hacer fue al menos despedirse de la única persona que realmente le tendió la mano cuando estaba hundido en toda esa mierda que ahora lo hacía desangrarse en el piso mugroso de un baño de escuela. 

Solo y abrumado, así moriría.

Patéticamente.


[ . . . ]


Cuando abrió los ojos su primer pensamiento fue confusión, y tuvo que mirar un par de veces a su alrededor antes de darse cuenta que estaba en un cuarto de hospital.

  — Debería estar muerto... no aquí —murmuro para si mismo intentando incorporarse distraidamente en la cama con ayuda de sus dos brazos.

Pero apenas intento apoyarse, un fuerte dolor lo hizo soltar una queja moviendo de golpe el brazo para quitar la presión de su cuerpo y, quedándose tumbado, solo se dedico a mirar su antebrazo que ahora se encontraba vendado y tratado, a diferencia de su otro brazo conectado a un par de pequeños tubos transparentes por los cuales estaba enviándole vaya a saber qué a su cuerpo.
Por un momento se quedo hipnotizado mirando los cables y el pequeño aparato que hasta ahora no había notado estaba alojado en uno de sus dedos al parecer controlando su pulso, y mientras más contemplaba todos esos cables en su brazo miles de idea cruzaron su cabeza; entre ellas quitar todo eso de su cuerpo y saltar hacía el vació por la ventana del cuarto, pero por alguna razón, en vez de levantarse y cumplir con ello, solo se quedo tirado en la camilla con la vista fija en el techo blanco. Al menos hasta que la cortina turquesa que separaba su cuarto del mundo se abrió con calma.

  — Daniel —dijo el medico con un tono calmado y casi paternal mientras pasaba acomodándose los lentes sobre el puente de la nariz—, que bueno que estés despierto.

El menor asintió de forma suave como saludo y respuesta, siguiendo con la mirada al hombre de bata blanca y algunas canas que pasaba cerrando la cortina detrás de si, dejándolos con algo más de privacidad; y después de revisar todo ese cablerio y al menor con diferentes preguntas para asegurarse que físicamente estuviera a salvo, en lo que anotaba las diferentes respuestas sinceras del chico, se sentó en la silla frente a él, casi como si estuviera dejando su profesionalismo de lado y se volviera más humano. Más sentimental y cercano.

  — ¿Sabes?—comenzó a decir el hombre de forma tranquila antes de acomodarse—, aunque no me creas, muchos adolescentes llegan como tú a nuestra sala. ¿Puedo saber que te trajo a ti?

Daniel se quedo callado bajando la cabeza un poco.

  — ¿Es la primera vez que haces algo como eso? —volvió a tratar el hombre buscando la mirada del latino, pero lo único que tuvo fue un leve asentimiento de cabeza.— ¿Tiene que ver con la escuela tal vez?

Unos minutos de silencio incomodo.

  — En parte si —dijo finalmente sin levantar la vista.

El medico le hizo un ademan de escucharlo y, por primera vez, sin tanto miedo, el moreno despegó con lentitud sus labios y empezó a contarle la verdad. Su verdad...
Le contó a su propio ritmo su relación con Jeremy Thompson y todo lo que había ocurrido durante esos tres infernales años hasta el momento en que su único amigo lo había encontrado en el baño desangrándose; todo lo que pensaba y sentía para querer matarse. Y el doctor le dedico su debido tiempo para que hable hasta que ya no le quedaban nada más que lágrimas cayendo de su cara con la sensación de que se había quitado un peso de encima al hablar.

El hombre lo dejo llorar un poco más, e incluso se quedo con una mano en su hombro en señal de apoyo antes de pasarle una cajita de pañuelos descartables para que se limpiara o se la quedara por si le hacía falta, excusándose un momento por su trabajo saliendo del cuarto, dejandolo sólo de nuevo. 

Esta vez la soledad fue diferente. No lo abrumo. Se sintió algo más calmado estando solo. 

Pero eso solo sería la calma antes de la tormenta, porque en algún momento Jeremy iría por él, se encontraría con Nikolai, sus padres deberían ir al hospital porque era legalmente dos años menor y porque al fin eran sus padres después de todo. 

Sabía que sería un caos total, y por ello necesitaba un poco de calma antes de que todo empezara...




Save me... [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora