Treinta

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Cada día que pasaba me enamoraba más de tí.

Cuando pensaba que no podías gustarme más, ibas tú y rompías mis estándares.

Recuerdo la vez que te raspaste tu rodillita en el parque y no te atreviste a llorar.

Aguantabas tus lágrimas porque "los niños grandes no lloran". Pero al llegar a casa rompiste en llanto.

Llorar no te hace débil, mi amor.
Llorar te hace humano.

También compramos el helado italiano que tanto te gustaba.

Me diste tu cono después de que el mío se me resbaló de mis manos.

"Podemos compartir."

Y desde ese momento, lo mío se volvió tuyo y lo tuyo se convirtió en mío.

El cuento que no tuvo un Final Feliz [KookV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora