Cada uno de los integrantes de la familia Benzal se encontraban sentados en sus respectivos lugares del comedor. Aquello era completamente normal, era lo que hacían cada vez que fuera momento de desayunar o comer, sin embargo ese no era el caso en esos momentos.
—Papá, tengo que estar con Lander en una hora, ¿podrías decirnos qué es lo que pasa? —trató de apresurar Priscila, cruzando sus brazos.
Grecia Benzal bajó la mirada, se veía cansada, abatida, como si quisiera huir de allí en cualquier oportunidad. Carlos, por otro lado, mantenía su vista en algún punto de la mesa, parecía perdido en lo que sea que estuviera pensando, sin atreverse a decir una sola palabra.
—Tu padre y yo tenemos algo que decirles —anunció finalmente su madre, observando detenidamente a sus dos hijas—, y pase lo que pase quiero que sepan que siempre nos tendrán a ambos.
Priscila estaba extremadamente confundida, ¿de qué estaba hablando? ¿Acaso algún familiar había fallecido? ¿Alguien se encontraba en el hospital? ¿Se iban a mudar? Fuera lo que fuera no estaba lista para afrontarlo, al menos no durante un tiempo.
—Mamá, ¿qué es lo que pasa? —Tara se sentía indefensa a recibir cualquier noticia que fueran a darle, se sentía asustada, pero no sabía el por qué.
—Pris, Tara, su madre y yo...nos vamos a divorciar.
La rubia no estaba segura cómo unas palabras le pueden doler tanto a una persona, era como cuando arrancas la venda de una dolorosa cortada, así se sentía, como un dolor incesante que no da señales de desaparecer.
Si tan solo...si tan solo pudiera desaparecer durante algunos minutos, llorar en silencio y después regresar, lo haría. Sabía que tenía que lucir inexpresiva, como si aquello fuera algo irrelevante, su hermana la necesitaba más que nadie, y estaba segura que no quería verla romperse.
—Bien, ¿ya comenzaron con el papeleo? He escuchado que toma bastante tiempo —Priscila hablaba sin saber cuáles eran las palabras que salían de su boca, su mente estaba concentrada en evitar que las lágrimas y los reclamos se dieran a relucir—, pero ¿mientras tanto, qué? ¿Ahora viviremos contigo o con mamá? ¿Quién se va a quedar con la casa?
—No creo que sea momento de discutir eso —consideró Grecia—, primero queremos saber si ustedes van a estar bien, pueden tomarse un tiempo de la escuela, sabemos que es duro y extraño, pero...
—Está bien, lo discutiremos luego, se me está haciendo tarde —Priscila se puso de pie, le lanzó una diminuta sonrisa a su hermana y salió de la casa con nada más que su celular y las llaves de su automóvil.
Ignoraba las llamadas de sus padres, ignoraba las señales de tránsito, simplemente ignoraba todo lo que estaba a su alrededor y aun así no podía evitar sentir que estaba siendo egoísta por preocuparse por ella y no por su familia. ¿Desde cuándo los problemas de sus padres eran tan grandes como para decidir separarse? Ella había estado agobiada por su drama adolescente que había dado por hecho que todo en casa estaba bien.
No sabía si era su imaginación, pero las calles y las personas que transitaban en ellas lucían diferentes, todo parecía ir más lento, más triste, más nostálgico. Todo parecía estar a su mismo nivel, como si nada de lo que viera le levantara el ánimo.
Se mantuvo deambulando por la ciudad, daba vueltas y vueltas por el mismo lugar, incapaz de pensar en algo coherente. Necesitaba hablar con alguien, y la única persona que rondaba su mente era Aaron, deseaba tanto verlo y contarle todo lo que necesitaba contar, sin embargo sabía que era imposible, él ya no era parte de sus planes.
Así que regresó a su idea original, visitar a Lander.
Bajó de su automóvil, se acercó lentamente a la puerta y con las pocas ganas que le quedaban tocó el timbre. Esperó pocos segundos, porque el chico estaba en la puerta casi de inmediato, sonriéndole inocentemente sin saber nada de lo que había pasado.
—Hola, no te esperaba tan pronto.
—¿Está Camila en casa? —preguntó la rubia, conteniendo el nudo en su garganta.
—No, salió con mi padre —respondió el castaño, sustituyendo su sonrisa por una mueca de preocupación—, ¿qué pasa, está todo bien?
Solo una pregunta fue necesaria para que Priscila se derrumbara, solo una pregunta bien formulada fue lo que necesito para dejar salir el llanto que llevaba conteniendo durante unos cuantos dolorosos minutos.
Lander estaba completamente confundido, nunca había visto a su novia llorar, ni siquiera un sollozo. Ahora estaba frente a la puerta de su casa, actuando de una manera que lo asustaba, porque no sabía qué hacer en momentos como esos.
—Hey, hey, está bien, todo va a estar bien —trató de reconfortar, tomándola por los hombros y abrazándola como si fuera la última vez que lo fuera a hacer.
—Lo siento —se disculpó Priscila, limpiando las lágrimas que todavía corrían por sus mejillas—, no tenías porque verme así, no debí de haberte molestado.
—No, está bien —aceptó Lander, quitándole los mechones de cabello rubio de su cara—, ¿quieres hablar?
Su respuesta a esa pregunta era clara, definitivamente quería hablar, o simplemente desahogarse. Así que asintió y tomó asiento en la banca que estaba debajo del gran árbol de su patio.
—Sabes que puedes contar conmigo para todo, ¿cierto? —cuestionó el chico, sentándose justo a un lado de ella.
—Mis padres se van a divorciar —terminó por admitir, observándolo con sus ojos verdes llenos de tristeza y decepción.
Lander se quedó sin habla, él ya había pasado por eso, sin embargo su experiencia no era algo digno de compartir. A menos que Priscila necesitara oír cómo se volvió un rebelde sin causa durante algunos meses, cómo llegaba borracho a las cuatro de la madrugada durante tres días seguidos, o cómo se había descuidado tanto que por poco perdía el año escolar. Aunque claro, todos afrontan las pérdidas a su manera.
—Yo...no sé qué decir —confesó el castaño—, sé que es difícil y aterrador, pero no tienes por qué cargar con todo esto sola.
Priscila lo observaba con cuidado, ¿por qué era tan bueno con ella? ¿Por qué no podía ser un patán egoísta? Lo único que lograba con eso era que ella se sintiera como la villana de la historia, porque estaba jugando con sus sentimientos y ya no podía cargar más con la culpa, no después de todo por lo que había pasado. La venganza, el rencor, todo eso estaba acabando con ella, y aunque ya había sido advertida, se había dado cuenta demasiado tarde de que todos estaban en lo correcto.
—Lander, no te mereces esto —afirmó de repente, temerosa de lo que fuera a suceder después de que terminara con todo—, yo no te merezco.
—¿Qué dices? Tú eres asombrosa, en todo caso las cosas son al revés, soy yo quien no es suficiente.
—No, no lo entiendes —subió un poco más el tono de su voz—. Tú eres sincero conmigo, siempre lo has sido, y yo...yo te he estado mintiendo durante algún tiempo.
El castaño no se atrevía a indagar más, simplemente quería dar por hecho que estaba bromeando con él, que era una broma de mal gusto.
—Te engañé —informó, manteniendo el semblante serio, sin importarle que sus ojos estuvieran a punto de dejar caer las lágrimas, y controlando sus impulsos por salir corriendo—, te fui infiel, y lo lamento tanto, pero las cosas entre nosotros ya no pueden seguir siendo.
—¿Me estás diciendo que me engañaste, y que quieres terminar conmigo? ¿Por qué?
—Toda está relación es una farsa, por favor, solo acéptalo, no lo hagas más difícil para mí.
Se sentían como mil cuchilladas en el abdomen, como si le estuvieran quitando alguna parte de él, seguía sin entender sus razones. Todo había surgido tan de repente que su mente todavía trataba de encontrar una razón lógica, no obstante no parecía haber ninguna.
—Creo que es mejor que te vayas, ambos necesitamos espacio —pidió Lander, con la mirada inexpresiva, perdido en su propia mente.
—No, tenemos que resolver esto, no quiero que terminemos mal.
—Priscila, vete, por favor.
La rubia se quedó unos segundos, decidiendo si obedecer su demanda o seguir insistiendo, hasta que tomó una decisión. Hizo lo que creía mejor para ambos, seguir su camino y dejarlo hacer el suyo.
—Perdóname Lander, de verdad, perdón.
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Persiguiendo la popularidad
Teen FictionPriscila tenía la vida ganada, o al menos hasta que terminara la preparatoria. Físico envidiable, calificaciones perfectas y por novio al chico más deseado por todas sus compañeras. Camila, por otro lado, era la chica buena de la historia. Nunca sal...