Capítulo 26: Lo que se estaba esperando

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Después de unas merecidas vacaciones ya era momento de que los estudiantes de la preparatoria Bizet regresaran a sus clases. Se podía notar el disgusto de todos en sus rostros, claramente no les entusiasmaba despertarse a las seis de la mañana para pasar ocho horas de su vida sentados en un pupitre mientras escuchan aburridos profesores que, por lo general, terminan odiando.

Priscila se mantenía neutral ante todo el alboroto que causaban sus compañeros en la cafetería, debido a que no se habían visto durante mucho tiempo no podían esperar a contarse todo lo que hicieron durante sus vacaciones. Sus amigas no eran la excepción, la mayoría no paraba de presumir sus viajes a las grandes ciudades del mundo, Nueva York, Madrid, Los Ángeles, tratando de hacerse notar ante las demás.

Sin embargo, la mente de Priscila estaba en un lado completamente diferente, no dejaba de mirar a su alrededor, tratando de encontrar a ese alguien que había estado evitando durante días.

Todo parecía completamente normal, no obstante la paz se vio interrumpida por él, Aaron Zabala había entrado al lugar. Todo en ella se puso de cabeza de un momento a otro, casi por instinto se puso de pie lo más rápido que pudo, se excusó con sus amigas y salió por la puerta trasera.

No puedo creer que me esté pasando esto, se decía la chica una y otra vez, si tan solo no se hubiera emborrachado, si tan solo no lo hubiera besado, si tan solo pudiera dar marcha atrás y evitar que todo eso sucediera lo haría. Pero no podía hacerlo, por el momento lo único que estaba en sus manos era olvidar, distraerse y seguir con su vida y sus planes.

Muy pocas personas eran las que se mantenían en los pasillos, no obstante Priscila buscaba un lugar donde absolutamente nadie la molestara. Los jardines de la escuela eran los indicados. Ella no tardó mucho en encontrar una banca y tomar asiento.

Era extraño estar allí, era como si se hubiera transportado a una dimensión completamente diferente, allí ya no escuchaba el cuchicheo de nadie, todos los gritos habían desaparecido y el sonido de los zapatos de tacón de sus amigas ya no se hacían relucir. Quería quedarse allí toda la vida.

—Parece que tú también lo descubriste —habló una conocida voz masculina, sacándola de contexto—. Creí ser el único en toda la escuela que venía aquí.

—Pues no eres el único en querer un momento a solas —admitió la chica, Loan había tomado asiento a un lado de ella, pero por alguna razón disfrutaba de su presencia, como en los viejos tiempos.

—Tienes razón, no tengo idea de cuándo las cosas comenzaron a cambiar.

—¿No te parece extraño —cuestionó la rubia, sin separar su mirada de las flores que tenía en frente—, que siendo los chicos más populares, siempre rodeados de gente, somos los que más soledad buscamos?

Loan no tenía respuesta para aquello, porque sencillamente nunca lo había pensado, ¿desde cuándo era así? Meses atrás habría vendido hasta un riñón con tal de no experimentar esa sensación de soledad, era algo que no estaba dispuesto a conocer, pero ahora era algo que necesitaba, incluso disfrutaba.

—Sé que es noticia vieja, pero siento lo de Camila —dijo Priscila, rompiendo el tranquilizante silencio que se había formado entre ambos—. Sé que es difícil de creer, pero en verdad lo siento por ti.

—Gracias, pero no deberías —a Loan le había costado tiempo darse cuenta del daño que había causado en otros cuando comenzó su inesperada relación, ahora estaba más que dispuesto a enmendar su error—, soy yo quien lo siente, siento haberme comportado como lo hice, siento haber terminado lo nuestro de esa manera, siento haber sido un idiota, Priscila.

—Lo sé, y me alegra que finalmente te dieras cuenta —sonrió un poco para quitarle tensión al ambiente.

Él no pudo evitar hacer lo mismo, no recordaba cuando había sido la última vez en la que había estado con Priscila de aquella manera, como si siguieran en primer año de la preparatoria, sin preocupaciones y siendo genuinamente felices.

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