Al momento de abrir los ojos, Aaron Zabala solo tenía una cosa en mente y era que había cometido muchos errores durante los últimos meses.
Accidentalmente se había adentrado a un remolino de drama, equivocaciones y desesperación del que no podía salir, o tal vez sí, pero no ileso.
Hacía ya quince minutos desde que se había despertado, no obstante, no se sentía de humor como para dejar su cama atrás y comenzar con el día. Sabía lo que tenía que hacer, sabía que era tiempo de comenzar a deshacer aquel nudo de errores, y nada lo asustaba más que eso.
¿Por qué se había dejado involucrar? Hubiera sido tan fácil negarse a tan ridículo plan, sin embargo sus sentimientos se pusieron de por medio y terminó por ceder. Ahora tenía que pagar las consecuencias.
Después de reflexionar por un tiempo, se levantó de su cómoda cama con un solo movimiento y sin tardar demasiado se arregló para salir.
Mientras bajaba las escaleras de su casa se las arregló para escribir el mensaje que pondría fin a todo eso.
"Nos vemos en quince, donde siempre" Y sin pensarlo demasiado presionó la tecla de enviar.
Fue sencillo salir de la casa y tomar su motocicleta, que milagrosamente había salido ilesa después del accidente, a excepción de algunos raspones, sin ser interrogado por su abuela. Todos los domingos salía temprano de casa e iba a comprar lo que fuera necesario para la semana, esta vez no había sido excepción.
Las calles estaban desiertas, no era de extrañarse, ya que era el único día de la semana en el que la mayoría de la gente no tenía que cumplir con sus responsabilidades, así que preferían quedarse en casa. Fue fácil llegar, ni siquiera se demoró los quince minutos que había puesto como condición.
El lugar estaba como de costumbre, vacío, a excepción por dos personas. Esa era la razón por la que solía ir allí con ella, porque nadie los vería y los rumores no se esparcirían. Solían ir tan a menudo que el dueño del lugar los conocía perfectamente.
—Aaron, pasa —saludó alegremente el propietario al momento en que lo vio de pie en la entrada—. Hace tiempo que no te veía por acá.
—Hola, Julián—Aaron entró al establecimiento y se dirigió hacia la mesa más cercana—. No he tenido tanto tiempo últimamente, espero hayas podido sobrevivir unas semanas sin mí.
—Las cosas no son lo mismo, pero sí, sobrevivimos sin tu estúpido sentido del humor.
Dado al silencio del lugar, la campanilla que anunciaba cada vez que alguien entraba se escuchó con gran resueno. Ambos chicos voltearon de inmediato, a Julián se le formó una sonrisa en cuanto la vio entrar, sin embargo para Aaron no fue igual de reconfortante, se sentía como todo lo contrario.
—¡Cam, que bueno verte! —saludó nuevamente Julián—. Vaya, debe ser mi día de suerte, extrañaba verlos juntos.
—Hola —dijo igualmente, sentándose en la misma mesa que Aaron, quedando frente a él—, yo también te extrañe, eché de menos tus frappes.
—Pues quédate tranquila, ahora te preparo uno —él no esperó ninguna confirmación, simplemente se dio la vuelta y comenzó a buscar todos los ingredientes.
Aaron observaba fijamente las mesas vacías, su mente estaba en otro lugar mientras trataba de acomodar las palabras que pensaba decir, sin embargo no parecía funcionar, seguía sin poder pronunciar nada.
—Bien, estoy aquí, ¿tienes información nueva, algo de utilidad? —Camila fue la primera en romper el hielo, no estaba dispuesta a esperarlo—. Hace varias semanas que no me cuentas nada.
—De eso quería hablarte —concordó el pelinegro, regresando su vista a ella, pero sin mirarla directamente a los ojos—, ya no puedo seguir haciéndolo.
—¿De qué estás hablando? —Camila se había inclinado más hacia él, tratando de averiguar si estaba escuchando bien, esperaba que no.
El sonido de la licuadora era lo único que era capaz de escuchar, Aaron no estaba totalmente seguro de lo que estaba haciendo, ni siquiera sabía si era lo correcto, solo quería terminar con todo de una buena vez.
—Ya no puedo hacerlo, Camila —comenzó diciendo, no podía dejar de mover su pierna—. Ya no puedo seguir traicionando a Priscila de esta manera.
—Por favor, dime que es una broma —se rio entre dientes—. No puedes hacer esto, ¿acaso sientes algo por ella? Me hiciste una promesa, Aaron.
—Últimamente he hecho cosas de las que me arrepiento, esto es una de ellas.
El chico se vio interrumpido por Julián, quien se había acercado a ellos con dos frappes en las manos, y como si no estuviera pasando nada, Camila los recibió con una sonrisa y un gracias.
Una vez que el dueño se había alejado lo suficiente, Aaron siguió hablando.
—Solo estoy aquí para decírtelo de frente, terminé con esto, Camila.
La castaña tomó un pequeño trago de su bebida, ahora era su turno de asimilar la situación y ordenar sus pensamientos. ¿Cómo había pasado eso? Le había dado solo una tarea, vigilar a Priscila Benzal, ganarse su confianza e informarla de cualquier plan que la rubia tuviera para así sacarle ventaja. Pensaba que con eso siempre iba a estar un paso adelante, pues ahora parecía que estaba retrocediendo.
—¿Ella lo sabe? —cuestionó, viendo como la poca gente que había en la calle pasaba a través de la ventana—, ¿es por eso que lo estás haciendo? Por favor, dime que sí.
—No tiene idea —confesó el pelinegro—. Soy yo, soy yo quien lo decidió y nadie más, basta de tratar de hacerme cambiar de opinión, Camila.
—Espera, ahora lo entiendo, te gusta Priscila, esa es la razón.
Aaron no contestó, ¿le gustaba Priscila Benzal? No estaba seguro, después de aquel beso sus sentimientos estaban por doquier. A él le gustaba Artemis, se lo había repetido tantas veces para convencerse a sí mismo que así era, ¿o todavía seguía sintiendo algo por Camila?
No podía pretender que no lo sintió en algún momento, pues ese sentimiento había sido el culpable de que estuviera metido en todo eso, esa había sido la razón por la que había aceptado su ridículo plan. En realidad no sabía cuándo o por qué se había sentido atraído por Camila Lloret, ella era solo la solitaria y extraña chica de la preparatoria cuando la conoció, sin embargo cuando comenzó a interactuar con ella se dio cuenta que era la persona más genuina e inocente que había conocido, o lo había sido hasta la tarde en que le contó su plan para hacer caer a Priscila.
—No creo que eso venga al caso —respondió finalmente el chico—, en fin, creo que ya está claro, no tenemos por qué volver a hablar de esto.
—No, no tenemos, porque si lo haces le contaré a Priscila todo lo que has estado haciendo estos meses —amenazó directamente—. Imagina lo que sentirá, ¿crees que alguna vez te pueda perdonar?
Aaron estaba más que seguro que algo así iba a pasar, por suerte estaba preparado para casos como esos.
—Adelante, no eres la única que tiene información valiosa —contraatacó, poniéndose de pie y acomodando la silla en su lugar—. Sé tus debilidades, planes y secretos, odio tener que decirte esto, pero sería tan fácil para mí sacarlos a relucir.
Con eso habían terminado su inesperada discusión, él no esperó a que Camila reaccionara, solo dejó un billete en la mesa para pagar por su consumo, y se fue de allí. Aaron sabía que no era capaz de revelar nada acerca de Camila, sin embargo lo único que necesitaba era que ella lo creyera posible, y así había sido. Ahora ya no había nada que los vinculara. ¿Entonces por qué se sentía igual? ¿Por qué sentía que aún no se había resuelto nada? Tal vez porque se sentía como un traidor.
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Persiguiendo la popularidad
Roman pour AdolescentsPriscila tenía la vida ganada, o al menos hasta que terminara la preparatoria. Físico envidiable, calificaciones perfectas y por novio al chico más deseado por todas sus compañeras. Camila, por otro lado, era la chica buena de la historia. Nunca sal...