Priscila se sentía tan bien, sentía una satisfacción incomparable. Sabía que lo que había hecho estaba mal, pero no podía evitar que una enorme sonrisa se formara en su rostro, por más que tratara de desaparecerla seguía tomando lugar, se sentía como una niña en pleno parque de diversiones.
Toda la culpabilidad que había percibido se esfumó en cuánto vio a Camila Lloret de pie frente a ella, los recuerdos le llegaron a la mente de un momento a otro, recordó cuando ella estaba en ese lugar, cuando ella era la engañada.
Su celular sonaba una y otra vez anunciado mensajes entrantes, sabía que tenía que leerlos, así que después de unos minutos de felicitarse a sí misma, Priscila introdujo su contraseña y entró a los chats pendientes. Algunos no tenían relevancia, pero la mayoría eran sobre un tema en especial, Loan la estaba buscando.
Sin muchas opciones en juego Priscila entró a la casa, todo parecía estar justo como lo había dejado, todo a excepción de una persona, Loan Crestán.
—¿Dónde está Camila? –preguntó el chico, tomándola por la muñeca.
—Suéltame. –exigió la rubia, frunciendo el ceño. –No tengo idea, salió corriendo.
El chico finalmente le quitó las manos de encima, pero estaba seguro que Priscila estaba detrás de todo eso, siempre lo estaba.
—Solo dime lo que le hiciste. –pidió, rindiéndose ante la actitud indiferente de su ex novia.
Por un momento Priscila se sintió ridículamente ofendida, sin embargo sabía que ella se había ganado esas acusaciones, así que no le quedó de otra más que aceptar la realidad.
—Escucha, Camila nos vio a Lander y a mí, juntos. –explicó, tratando de hablar agudamente, ahora era su turno de ser la víctima. –No entiendo por qué no quiere ver a su hermano conmigo.
—Quizá porque no le agradas.
Apuesto a que sí pensó la rubia.
—Ya me disculpé Loan, ¿qué más quieres para que confíes en mí? –cuestionó Priscila, ignorando la sugerencia del chico.
Loan sabía que él no estaba en posición de exigirle nada a la rubia, él había sido quién había traicionado su confianza. Sin embargo le gustaba tener ese puesto de dominio, podía presumir que tenía la razón.
—No es lugar ni momento para tener esta conversación. –dijo el castaño. –Iré por Camila.
Él ni siquiera esperó una respuesta por parte de Priscila, simplemente dio media vuelta y se alejó de allí, dejando de pie a la rubia, quien se había quedado boquiabierta, no estaba acostumbrada a que la dejarán hablando sola.
Priscila no entendía cómo era que Camila tenía la capacidad de hacerse la mártir tan fácilmente. Ella era la primera persona en ver sus dos facetas, y podía jurar que hacia ambas bastante bien, era como si fueran dos personas totalmente diferentes.
La gente mantenía su mirada puesta en la rubia, estaban ansiosos por que algo interesante sucediera, estaban ansiosos por poder tener un buen tema de conversación en donde ella fuera la protagonista, no obstante Priscila dio por terminado el tema, esa noche era para disfrutar y eso era lo que tenía planeado hacer.
Solo logró caminar unos cuantos metros, ya que alguien le impidió el paso.
—Priscila. –saludó Aaron Zabala, posicionándose frente a ella.
— ¿Qué sucedió con "chica de oro"? –cuestionó la rubia, inclinando la cabeza.
Aaron tomó el cigarrillo que se encontraba fumando y lo tiró al suelo, pisándolo para apagarlo.
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Persiguiendo la popularidad
Fiksi RemajaPriscila tenía la vida ganada, o al menos hasta que terminara la preparatoria. Físico envidiable, calificaciones perfectas y por novio al chico más deseado por todas sus compañeras. Camila, por otro lado, era la chica buena de la historia. Nunca sal...