¿Han tenido esa sensación de profunda desesperación? Pues Priscila la tenía en esos momentos.
Las palabras que salieron de la boca de Catalina parecían no tener lógica alguna, dentro de la mente de la rubia se revolvieron y no podía volver a ponerlas en su lugar.
"Tuvo un accidente, está en el hospital" Ella no quería exagerar las cosas, primero tenía que saber que tan grave estaba para sacar conclusiones, sin embargo fue imposible evitar imaginarse lo peor.
Sus padres la veían tratando de descifrar por ellos mismos que era lo que estaba pasando, nunca habían oído de un chico llamado Aaron, no sabían exactamente la relación que su hija tenía con él, pero debía de ser muy cercana, puesto que se le veía realmente preocupada.
—¿Dónde está? —cuestionó Priscila, después de recuperar la compostura—. ¿En qué hospital está?
—En el Sant Creist —respondió su mejor amiga, leyendo la información desde su celular.
Priscila no lo dudó ni un segundo, se levantó de su asiento, se dirigió a la entrada, tomó su abrigo del perchero y las llaves de su bolso, y salió corriendo a la cochera, dónde su automóvil estaba estacionado.
—¡Espera, voy contigo! —le gritó Catalina, subiendo en el asiento del copiloto.
Lo último que le preocupaba a Priscila en esos momentos era quien la acompañaba, solo quería llegar al hospital y terminar con todo eso de una buena vez.
Así que puso reversa y pisó el acelerador sin siquiera darle tiempo a Cat de abrocharse el cinturón.
—¡Hey, más despacio! —regañó Catalina, sosteniéndose de los extremos de su asiento—. No quieres tener un accidente tú también, ¿cierto?
No le importaba, ella sabía lo que estaba haciendo, claramente la estaban subestimando. No obstante le hizo caso a Catalina, lo que menos quería era comenzar una pelea, aunque eso le diera un fuerte golpe en su orgullo.
La rubia sabía perfectamente dónde estaba el hospital Sant Creist, allí era dónde su hermana menor había nacido.
Las calles estaban desiertas, todos estaban en sus casas, disfrutando de una cálida cena navideña en compañía de sus familias, todos a excepción de los Benzal y los Zabala.
Llegaron en menos de diez minutos. Priscila se estacionó como pudo en la acera frente al hospital. Tomó sus cosas, cerró bien las puertas y entró a la recepción.
—Hola, busco a Aaron Zabala —dijo una vez que encontró a la enfermera en turno—. Me dijeron que estaba internado aquí.
—Permítame un segundo —la chica comenzó a revolver un montón de expedientes, tratando de encontrar el correcto.
Sin embargo antes de que lo pudiera hacer, una voz familiar llamó la atención de la rubia.
—¿Priscila?
Ella volteó hacia dónde pensaba que estaba aquella persona, y así era, la abuela de Aaron se encontraba a unos metros delante de ella, observándola con una débil sonrisa en el rostro.
—Hola —saludó la rubia, acercándose con largos pasos a su objetivo—. No quería molestar, pero me enteré del accidente y tenía que saber cómo se encontraba Aaron.
—No sabes cómo me alegra escuchar que te preocupas por él —confesó la abuela del chico, dándole un fuerte abrazo a Priscila y soltándola lentamente para volver a añadir—. Haré que te dejen entrar a verlo.
La chica le regaló una media sonrisa. Parecía que le había leído la mente y le estaba ofreciendo justo lo que necesitaba en esos momentos.
La señora Zabala desapareció de su vista, dejándola a ella y a Catalina sentadas en las sillas de la sala de espera. El silencio reinaba el lugar, Priscila podía jurar que escuchaba el propio latido de su corazón retumbarle en los oídos, nadie le había dado un diagnóstico preciso, así que no sabía con exactitud cuál era el estado de Aaron, eso no la hacía sentirse tranquila en lo absoluto.
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Persiguiendo la popularidad
Novela JuvenilPriscila tenía la vida ganada, o al menos hasta que terminara la preparatoria. Físico envidiable, calificaciones perfectas y por novio al chico más deseado por todas sus compañeras. Camila, por otro lado, era la chica buena de la historia. Nunca sal...