Priscila no podía creer lo que estaba viendo, la insignificante Camila Lloret se encontraba sentada en su mesa, con sus amigos, charlando como si las cosas fueran así de sencillas. Y aunque se escuchara exagerado sabía que el orden social del colegio estaba en riesgo por aquel simple acto.
Si algo tenía que tener en claro era que la escuela preparatoria era como una monarquía. Los estudiantes se dividían como la realeza, la nobleza y los plebeyos, en términos generales eran los populares, el estudiante promedio y finalmente la gente como Camila: sin carisma, sin belleza, sin oportunidades. Cualquiera que se creyera lo suficientemente valiente como para cruzar los límites simplemente era rechazado, no había excepciones. No obstante en ese momento todos parecían haberlo olvidado.
Priscila sabía que cosas así no podían suceder, así que iba a terminar con eso de una buena vez. Echó su ondulado cabello rubio hacia atrás y caminó con la cara en alto hasta llegar a su objetivo.
— ¿Se te ofrece algo? —preguntó sin más. Si a Camila no le importaba poner a prueba su paciencia, entonces a Priscila no le importaría ponerla en su lugar a pesar de todo.
La chica se quedó muda, la sonrisa de hace unos segundos atrás había desaparecido por completo, no estaba acostumbrada a tanta atención.
—Pris —saludó una de sus amigas, impidiendo que pudiera contestar a su pregunta—, los padres de Camila no van a estar este fin de semana, así que organizaron una fiesta.
— ¿Organizaron? ¿Ella y quién más? —habló como si la castaña no estuviera presente, pese a estar frente a ella.
—Umm, Aaron me ayudó —respondió, temerosa de lo que fuera a sucederle por haberse metido en la conversación.
— ¿Y por qué no en casa de Loan? —volvió a cuestionar la rubia, ignorando de nuevo la respuesta de Camila.
—Sus tíos vienen de visita. Vamos Pris, solo esta vez.
Todos los ojos se posaron sobre ella, pues como era de esperarse, tenía la última palabra. Quería negarse y dar por terminado todo, sin embargo, ¿Qué clase de persona sería si les negara una fiesta a sus amigos? Así que sin muchas opciones disponibles terminó cediendo.
—Bien, encárguense de todo. Y tú —se dirigió hacia Camila, quien trataba con todas sus fuerzas pasar desapercibida—, que sea la última vez que haces algo como esto, ¿entendiste?
La chica asintió como pudo y se limitó a observar como Priscila daba media vuelta y desaparecía entre la multitud, no iba a quedarse a escuchar más terribles ideas.
La hora de merienda todavía no terminaba, pero estaba claro que no iba a quedarse a discutir los detalles de una fiesta que no le interesaba en lo absoluto, mucho menos por la persona que la estaba organizando, así que sin importarle que las canchas estuvieran cerradas por prácticas caminó hasta las de basquetbol. Allí estaba Loan, quien a pesar de las gotas de sudor que caían por su frente seguía siendo el chico más guapo de la preparatoria Bizet. En cuanto vio a la rubia una sonrisa se formó en su cara, así que pidió un minuto de descanso para poder verla antes de continuar.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó, sosteniéndola por la cintura—. Pensé que ibas a estar en la reunión del comité de graduación.
—Se canceló —avisó, alejándolo sutilmente de ella—. Oye, mañana habrá una fiesta en casa de Camila.
— ¿Quién?
—No importa —suspiró la rubia, si antes pensaba que eso era una mala idea, ahora lo tenía por seguro—, solo quería asegurarme que lo supieras, tal vez puedas pasar a recogerme.
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Persiguiendo la popularidad
Genç KurguPriscila tenía la vida ganada, o al menos hasta que terminara la preparatoria. Físico envidiable, calificaciones perfectas y por novio al chico más deseado por todas sus compañeras. Camila, por otro lado, era la chica buena de la historia. Nunca sal...