—Fue una tarde divertida. –dijo Priscila.
El sol estaba comenzando a ocultarse, la temperatura estaba descendiendo y la gente finalmente estaba regresando a sus casas después de un largo día de trabajo.
Lander se había ofrecido llevar a su cita a casa. Priscila no puso ningún pero, al fin y al cabo no tenía otra manera de regresar, así que aceptó la amabilidad del chico.
—Claro que lo fue. –concordó Lander, acompañando a la rubia hasta el umbral de su puerta, aquellos actos de caballerosidad nunca estaban de más. –Espero se repita pronto.
Priscila buscó las llaves de su hogar entre el desastre de su bolso, cuando finalmente las encontró devolvió toda su atención al chico.
—Tienes probabilidades a tu favor. –esperanzó.
Lander le ofreció una mirada que esperaba viera algo más que su exterior, él quería saber que era lo que pasaba por la cabeza de aquella chica, quería saber sus sentimientos, sus pensamientos, sus deseos. No obstante Priscila era como una caja fuerte, ocultaba bien sus verdaderas intenciones.
— ¿Qué te parece esto? –cuestionó el chico, cerrando su chaqueta ya que el frío viento lo obligaba a hacerlo. –El viernes a las cinco paso por ti, te llevaré a uno de mis lugares favoritos de la ciudad.
—Otra cita sorpresa, me gusta. –bromeó la rubia. –De acuerdo, el viernes a las cinco.
Priscila le dio un último vistazo antes de entrar a su casa, le guiño un ojo, cerró la puerta y miró por la rendija, Lander seguía allí de pie, con una sonrisa de oreja a oreja, ella estaba haciendo lo mismo, pero probablemente no por las mismas razones. La rubia sonreía por lo exitoso que estaba resultando su plan, tenía a Lander Lloret a sus pies y dispuesto a hacer lo que fuera por ella.
— ¿Quién era él?
Priscila dio media vuelta rápidamente, pensaba que estaba sola, sin embargo ahora se daba cuenta que no era así.
—Por Dios Tara, no me asustes así. —reprendió la chica, llevándose la mano al pecho.
—No parecía ser Loan. —acusó su hermana, tal vez era una niña de doce años, pero tenía la mentalidad de una adolescente de dieciséis.
—Tal vez porque no era Loan. —rectificó Priscila, subiendo las escaleras hacia su habitación.
Tara corrió tras de ella, no quería perder ningún detalle de lo que su hermana le contara.
—Vaya, lo superaste en un tiempo récord. —continuó diciendo, mientras ambas entraban a la habitación de la rubia.
—Solo seguí adelante, hermanita, él me engaño, no podía quedarme toda la vida lamentando no haber sido suficiente para él.
Ambas chicas se recostaron en la enorme cama, Tara traía puesto su pijama favorito, una camisola de un color rosa pastel.
— ¿Dónde están mis padres? —preguntó Priscila, tratando de liberar un poco de tensión que se había formado en el ambiente.
—Papá está en su despacho, mamá fue a arreglar unas cosas para su pasarela del viernes.
La chica había olvidado por completo que aquel viernes era la gran pasarela de inauguración de otra de las famosas boutiques de Grecia Benzal, en otras palabras de su madre.
—Así que básicamente estamos solas. —declaró Priscila. —Te propongo algo, quédate aquí, hagamos una pijamada.
La rubia no tuvo que decir nada más, Tara salió corriendo hacia su habitación, tomó su almohada, su cobija y regresó de inmediato con su hermana, quien ya estaba cambiada también.
ESTÁS LEYENDO
Persiguiendo la popularidad
Roman pour AdolescentsPriscila tenía la vida ganada, o al menos hasta que terminara la preparatoria. Físico envidiable, calificaciones perfectas y por novio al chico más deseado por todas sus compañeras. Camila, por otro lado, era la chica buena de la historia. Nunca sal...