Camila estaba consciente de lo que le esperaba, sabía que Priscila iba a reclamarle por lo que estaba sucediendo, sin embargo esos panfletos no habían sido idea suya, ojalá lo hubieran sido, pero alguien más había sido más rápido e inteligente que ella.
Esa mañana la castaña había llegado más temprano de lo usual, sin embargo para cuando ella cruzó las puertas de la preparatoria los carteles ya se encontraban tapizando las paredes de la entrada principal. Una extraña satisfacción le recorrió el cuerpo, pero al mismo tiempo una sensación de decepción la tomó por sorpresa, que hablaran de Lander como si fuera solo un objeto que utilizar en una venganza era ridículo.
Ahora, cuando vio a Priscila en la entrada de las canchas de básquetbol supo que tenía que juntar toda la valentía que guardara dentro de sí.
—Tú. –sentenció Priscila, dando largos pasos hasta donde Camila se encontraba.
Ella se acomodó su lacio cabello hacia atrás. Un día antes sus nuevas amigas se habían ofrecido llevarla al centro comercial, era hora de su radical cambio de imagen; Le ayudaron a elegir todo, su padre al saber que su adorada hija finalmente se interesaba por la apariencia no dudó en dejarle su tarjeta de crédito para que gastara lo que fuera en un nuevo guardarropa. Ahora Camila era dueña de ropa totalmente fabulosa, vestidos, faldas, blusas, tacones, sacos, eso sin contar perfumes, maquillaje y joyería. Pero eso no era todo, justo después de arrasar con la mayoría de las tiendas fueron con una de las estilistas más reconocidas de la ciudad, quien la asesoró con un maquillaje adecuado y un corte de pelo que hacía resaltar sus finas facciones.
Nadie había visto a Camila después de eso, excepto las chicas que habían ido con ella, así que tenía la oportunidad perfecta de hacer una entrada triunfal, claro, justo después de aclarar las cosas con Priscila.
— ¿Quién demonios te crees que eres? –cuestionó la rubia, tratando de ignorar el nuevo aspecto de la chica. –Eres tú quien está tan sedienta de venganza que no te importa exponer a tu hermano.
—Primero que nada, no tengo nada porque vengarme, solo estoy tratando de rehacer mi vida y tú te estás interponiendo. –respondió la castaña, elevando su ceja y tratando de lucir intimidante. –Por último, no fui yo quien hizo todo eso.
—Eres una mentirosa, ¿de verdad crees que me voy a tragar ese cuento de nuevo?
—Cree lo que quieras, pero te digo que esto no fue idea mía, ojalá lo fuera. –se encogió de hombros.
—De acuerdo, estoy harta. –Priscila se abalanzó sobre ella dispuesta a provocarle aunque sea un mínimo susto, sin embargo alguien la tomó por la cintura, impidiendo que alcanzara a su objetivo.
— ¿Qué es lo que tenemos aquí? –inquirió Aaron, separando a ambas chicas. –No es necesario que peleen por mí, tengo tiempo para ambas.
—Eres un...
— ¿Un encanto? –terminó completando la oración de la rubia, con aquella sonrisa torcida que encantaba a cualquiera. –Me lo dicen seguido.
—Otra vez salvada por la campana. –recordó Priscila.
Camila se limitó a agachar la mirada, era hora de la función, volvía a ponerse su máscara de chica buena.
—Te he dicho que yo no fui. –volvió a repetir como si fuera la cosa más obvia del mundo.
—Si todo esto es por los entretenidos carteles que están en la entrada, lamento decirles que la directora las está buscando, y no parece muy feliz. –anunció el pelinegro, soltando a Priscila después de saber que estaba más calmada.
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Persiguiendo la popularidad
Novela JuvenilPriscila tenía la vida ganada, o al menos hasta que terminara la preparatoria. Físico envidiable, calificaciones perfectas y por novio al chico más deseado por todas sus compañeras. Camila, por otro lado, era la chica buena de la historia. Nunca sal...