my dream ; jeno

uno

—¡Leyla! —Gritó mi madre desde el jardín delantero.

Con pereza dejé de hacer las ecuaciones que el profesor Cho nos había dejado de tarea y fui hacia mi mamá.

—Necesito que vayas a comprar fertilizante con HyeSun. El dinero está en la mesita de centro. —Caminé hacia esta y agarré el billete. —¡Y no tardes! —Tomé mis llaves y salí de mi casa, sin antes decirle "sí" a mi mamá.

La casa de la amiga de mi mamá; HyeSun no quedaba lejos, pero preferí ir en mi bicicleta. Así no sería tan pesado cargar la bolsa de dos kilogramos por cinco cuadras.

Llegué más rápido de lo que pensaba, estacioné mi bici y entré al local de productos para jardinería.

—Buenos días Leyla, ¿qué necesitas? —Preguntó la señora Hye.

—Buenos días señora Hye. Vengo por el fertilizante de siempre.

—Claro, son 3720 wons. —Le entregué el dinero.

—Saluda a tu madre de mi parte. Que tengas un agradable día. —Asentí para  después hacer una reverencia y salir del local.

Coloqué la bolsa de fertilizante en la canasta de mi bici, para luego subirme y empezar a pedalear.

En cuestión de minutos llegué a mi casa. En la entrada había otro coche además del de mi papá estacionado, ¿teníamos visitas?

Fui al garaje para guardar mi bicicleta y entré por la puerta que tenía el garaje, daba al jardín delantero.

—¡Ya llegué mamá! —Grité al ver que mi madre no estaba en el jardín. Dejé la bolsa de fertilizante con las plantas y entré a la sala... Mis sospechas de las visitas eran verdad.

—Leyla, hija que bueno que ya llegaste. Ellos son la señora y señor Lee y su hijo. —Hice una reverencia.

—Iré a mi cuarto...—Di media vuelta con la intención de irme.

—No seas maleducada, Jeno es de tu edad, pueden platicar.

—Si... Pero tengo tarea y-

Mi madre me dirigió una mirada enojada y no me quedó de otra más que quedarme a conversar.

—Lee Jeno, un gusto. —Sonrió mostrándome su dentadura.

—Kim Leyla, el gusto es mío. —Sonreí de vuelta.

Y así se pasó mi tarde, descubrí que los dos teníamos varias cosas en común, y que íbamos en la misma escuela, pero en diferentes salones. Aunque el lunes lo iban a transferir a mi salón por cuestiones intelectuales.

—¿Crees que me puedas ayudar con mi tarea de matemáticas? —Pregunté con un poco de vergüenza.

—Sí, ¿en qué necesitas mi ayuda?

—En las ecuaciones. —Sonreí apenada.

—Pensé que iba a ser algo más difícil. —Rió y sus ojos desaparecieron por algunos segundos.

—No me da gracia. —Lo miré molesta y dejó de reír. Su expresión apenada hizo que me riera y ahora él me fulminaba con su mirada.