Capítulo ocho: Tú lo solucionas todo

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Me pongo la chaqueta y echo una mirada al gimnasio que tengo frente a mí. Es uno de esos centros deportivos para esnobs y gente con pasta que se aburre. La recepcionista me sonríe y me entrega uno de los folletos, dispuesta a explicarme lo que quiera. La verdad es que no quiero hacerle perder el tiempo porque yo no he venido aquí a jugar golf. Relajo la expresión, la voz, y le pido que me deje echar un vistazo a las instalaciones antes de inscribirme. Por si siente la tentación de negarse, dejo caer mi nombre y mi apellido.

- ¿Necesita que alguien lo acompañe, señor Wolf?

- No será necesario, gracias –sonrío -. No tardaré mucho.

- Quédese todo el tiempo que quiera. Si lo desea, puedo pedirle al señor Priston que salga a...

- No quiero molestar a su jefe.

Ella me devuelve la sonrisa y sigue con su trabajo. La gente bondadosa es la peor, porque no es consciente de los problemas que pueden llegar a causar. En la mayor parte de los casos, es una buena persona la que desata una tormenta. Si esta pobre recepcionista de mediana edad supiera lo que voy a hacer, no me dejaría pasar tan tranquilo, sin ningún tipo de supervisión.

Ayer por la tarde, en cuanto dejé a Jimena en el centro de la ciudad, llamé a Nicole. No me gritó, todavía le quedaba la impresión por el susto que les di, pero se la notaba enfadada. Se le pasó en cuanto la regañé con voz suave.

- Es que me da mucha rabia... - dijo Nicole.

- No es culpa de tu hermana, peque – le contesté - A veces no queremos hacer daño y acaban haciéndonoslo a nosotros. ¿Sabes dónde puedo localizar a su novio?

Nicole me indicó varios lugares, y aquí estoy, un sábado por la mañana en un gimnasio para niños pijos. Chris sabe quién soy porque me presenté en el cumpleaños de Nicole. Me dio un apretón firme de manos como advertencia para que no me acercara mucho a Jimena; supongo que eso es lo que hacen los novios, porque ya me ha pasado varias veces. Me pregunto si las chicas también lo hacen.

También me vio ayer cuando recogí a las hermanas Ross en mi coche, así que no debo serle muy grato. No le culpo. Solo espero que no me relacione a mí con la pelea que Erik, Hugo y Brad le dieron, porque entonces vamos a tener un problema con el plan. Y no puedo tener problemas hoy. Me duele la cabeza desde hace ya un par de días y mi cuerpo está débil, titubeante. Creo que voy a pillar la gripe.

No me cuesta localizar a Chris. Está con otro chico en los bancos de pesas, cuchicheando sobre una chica algo mayor que hace ejercicio en la bici estática. Lo cierto es que tiene buen culo. Ella los ha visto e intenta ignorarlos con evidente irritación. Me pongo delante de ella, tapándoles las vistas.

- Chris – saludo sin muchos ánimos.

- ¿Qué hay, tío? - responde él, tampoco muy contento.

La frialdad de sus ojos me impresiona un poco. Se pone en pie para chocarme la mano. No es tan alto como yo, sí más musculado. Me imagino el daño que podría hacerle a Jimena con solo un empujón.

- ¿Entrenas aquí? - pregunta con suspicacia.

Su amigo me mira una última vez y se marcha a otro lado con fastidio por no poder seguir viendo a la morena de la bici.

- Algo así. Necesito hablar contigo.

- ¿Conmigo? ¿De qué?

- Vamos – hago un ademán con la cabeza.

- Estoy entrenando, tío. Ahora no puedo.

Suspiro. Voy a tener que cambiar de táctica.

- Me estoy follando a tu novia.

León Donde viven las historias. Descúbrelo ahora