Capítulo dieciséis: Tú y yo

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- Has dejado que se vaya.

Brad me mira con los brazos cruzados. Ha encendido la lámpara del salón y la luz me golpea. Yo no me muevo del sofá. Dios mío, ¿qué he hecho?

- ¿Estás bien?

- No.

Se agacha junto a mí y me aprieta las rodillas. Es un gesto paternal que me hace sentir incluso peor. Sé que Brad debe haber escuchado la discusión y que piensa que la he cagado. Mucho. Esto no tiene arreglo alguno.

- ¿Quieres hablar de ello?

Me encojo de hombros. Debería haber matado a Chris. Debería haberlo hecho para que Jimena me odiara de verdad. Mandé a Erik ayer fuera de la ciudad, para que se calmara y dejara tranquila a Nicole. Ahora me arrepiento. A lo mejor Nicole no se habría ido de la lengua si hubiese estado Erik dándole el coñazo. Solo es una niña estúpida.

- Nada ha salido como esperaba – murmuro.

- ¿Te refieres a la forma en la que se ha enterado?

- No, sabía que tarde o temprano se le escaparía a Nicole. O ella sola terminaría atando cabos. Lo que no esperaba era el miedo. Estaba aterrada.

- Se lo he notado cuando ha bajado del coche.

- Me habría esperado cualquier cosa de Jimena, lo que fuera. ¿Pero miedo? Miedo de mí.

- Tú tampoco has hecho mucho para calmarla – contesta Brad con delicadeza.

Vuelvo a encogerme de hombros. Cuando Nicole me ha llamado llorando, desconsolada, no he podido hacer otra cosa que intentar tranquilizarla. Le he preguntado qué le había contado exactamente a Jimena y he repetido hasta la saciedad que no estaba enfadado. Pero lo cierto es que sí lo estaba antes y lo sigo estando ahora. Estoy furioso, a pesar de haberme repetido durante todo este tiempo que esto acabaría pasando.

- No he sabido manejar la situación – admito -. Pensaba que iba a entrar dando gritos, llamándome mil barbaridades. Y no lo ha hecho. ¿Tienes idea de lo que significa ver a Jimena asustada?

Brad no contesta. Sabe que necesito hablar y que en cualquier momento puedo volver a encerrarme en mí mismo.

- Ha sido como si hubiese puesto un espejo delante de mí. "Este eres tú". Y me ha dado tanto asco que he querido desaparecer. Pero no soy yo el malo, al menos no de su vida. El idiota es Chris, él es la sanguijuela. Lo único que he hecho es cuidarla, porque me preocupo por ella, porque es importante para mí. ¿Y qué hace ella? ¡Temblar, como si fuese a degollarla! "Yo te quiero, León". Ya, claro. ¿Quién coño me va a querer a mí, si soy un puto desequilibrado?

Inspiro, apretando la mandíbula. Creo que he cogido la pataleta de mi vida y ni siquiera estoy seguro de por qué. Ya he vivido esto otras veces, pero no con tanta intensidad. Brad me mira serio, masticando mis palabras.

- ¿De verdad crees eso?

- Creo todo lo que digo.

- Pues tienes razón, eres un puto desequilibrado. Esa niña te quiere. Ha tenido los ovarios de confiar en ti después de salir de una relación de chantaje, te ha dado amor, te ha quitado esa jodida expresión de millenial suicida y se ha portado como toda una mujer viniendo aquí a pedirte que dejaras en paz a su ex – Brad relaja la voz y vuelve a palmearme las rodillas -. Te conozco de hace mucho, León, y sé cómo piensas. Tenemos una vida dura. Jimena no encaja, pero ella te sienta bien.

- Sí, me sienta bien, pero yo no le siento bien a ella. Tal vez debería volarme la cabeza de una vez y acabar con tanta tontería – remugo.

- No vuelvas a decir eso. Siempre he estado de acuerdo con tu abuelo en que de pequeño te hicieron falta más golpes.

León Donde viven las historias. Descúbrelo ahora