Capítulo treinta y cinco: Erik, maldito psicópata

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Siento que estoy cometiendo un error. Un gravísimo error. No es un sentimiento surgido a partir de una reflexión previa, sino que brota del instinto. Cuando miro a León, las palabras de mi padre me martillean las sienes. Está sentado en el sofá, acariciando la cabeza de Nana. "León no es igual. Alguien así puede haceros daño."

- ¿Qué? - me mira y sonríe.

- Nada.

- Estás pensando algo desagradable.

- Pensaba en mi padre.

León no contesta. Apoyada en la barra de la cocina, intento evitar su mirada. Siento miedo de que descubra lo que pasa por mi cabeza, como si tuviera libre acceso a mi cerebro.

- ¿Sigues tomando ansiolíticos?

- No, pero Nicole y yo vamos al psicólogo una vez a la semana.

- ¿Le has contado a Nicole lo que pasó en realidad?

- No puedo. La destrozaría. Me ha insistido varias veces pero he decidido que no le contaré nunca la verdad.

León baja el rostro a Nana. No lo dice, pero sé que se siente culpable.

- Tú no tuviste la culpa.

Me siento junto a él y apoyo la barbilla en su hombro.

- Jimena – se incorpora -. Quiero preguntarte una cosa.

Se me enfría la alegría y la intranquilidad me golpea con fuerza.

- Tú... Tú me tienes la confianza para contarme cualquier cosa, ¿verdad? O la tenías antes de pasar este año separados.

- Cuando me enteré de a lo que te dedicabas, no confié mucho en ti, para ser sincera. Pero si pasara algo grave, claro que te lo contaría. ¿Por qué me preguntas eso?

León me mira con fijeza, como si buscara ver al trasluz de mi cabeza mis pensamientos más íntimos. Me siento algo incómoda.

- ¿No puedes quedarte embarazada?

- Claro que puedo. ¿Por qué no iba a poder?

- Chris me lo dijo.

Arqueo las cejas.

- Pues no. Lo que él seguramente quiso decirte es que tengo un problema que me dificulta quedarme embarazada, no que no pueda llegar a estarlo.

- ¿Qué clase de problema?

- No recuerdo el nombre técnico, pero es algo relacionado con mi útero. De todas formas, no sé por qué Chris tuvo que decirte nada.

Me siento nerviosa. No se lo he mencionado a León nunca porque no creo que tuviera que hacerlo. Es algo íntimo, y yo en ningún momento tenía pensado comprometerme con León y posiblemente tener una familia en el futuro, así que no vi necesario decirle nada. Pero ahora me preocupa.

- ¿Es algo importante para ti? - pregunto.

- Antes no. Ahora no lo sé.

- Lo iremos viendo, ¿vale?

- Tengo cuadros depresivos. Por eso bebía tanto.

Asiento, manteniendo una expresión tranquila. Tengo la impresión de que ha estado planeando esta conversación con anterioridad. Sospechaba lo de los ataques de depresión.

- ¿Ya no bebes más?

- No. La cárcel es una buena rehabilitación.

Me acurruco contra León y él suspira.

León Donde viven las historias. Descúbrelo ahora