La vida en la cárcel es dura incluso para alguien como yo. La primera semana, un tío intentó apuñalarme con un tenedor. Era uno de los líderes del módulo en el que me encuentro. Los presos, en cuanto se enteraron de quién era yo, o bien buscaron matarme, o bien querían hacerse amigos míos. Por eso ese tío intentó deshacerse de mí.
No busco hacer amigos aquí dentro, pero soy consciente de que necesito protección. De los únicos que me fío son de los presos que pertenecen a mi Familia. El resto son peligros potenciales para mí.
- ¿Cuánto piden? - me pregunta Ed, con quien suelo jugar a las cartas.
Llevo casi un año aquí. Mañana es la resolución del juicio por el asesinato de Melissa Guevara y los señores Ross. Alguien del Rose Velvet, el club donde trabajaba, ha levantado falso testimonio contra mí. Apuesto todo por Oliver Tracy, el marido de Mamá Rosa, al que pegué una paliza buscando información por los rusos. "Me quedo con tu nombre", me dijo, y vaya que si se lo quedó.
- Perpetua.
- No está mal – Ed alcanza otra carta y frunce el ceño.
- No está mal – concuerdo.
- ¿Trevor no puede hacer nada?
Niego. El abuelo está viejo y ha descuidado bastante sus relaciones. Cuando digo relaciones, me refiero a extorsiones y chantajes. Además, he preferido que los chicos le digan que solo van a ser unos meses. No quiero que le de un infarto antes de tiempo y deje a Erik, Brad y Hugo desprotegidos.
- ¿Y no has pensado en...?
- No – me apresuro a decir.
Si intento escapar, de aquí salgo con los pies por delante. Eso lo tengo muy claro. Tengo que mantener la cabeza fría y no dejarme llevar por el sentimiento de angustia. No quiero pasar aquí mi juventud, pero menos aún quiero morirme. No ahora que he encontrado a Jimena.
- ¿Por qué? Tú eres un tío listo.
- Por eso mismo no lo intento. Ya siento las metralletas en la nuca.
Ed ríe y suelta una tos ronca. Un grupo pasa al lado de nuestra mesa. Me miran fijamente. Llevo casi un año aquí y por mucho que lo intente, no consigo recordar a todo el mundo. Les mantengo la mirada mientras se sientan en la mesa de al lado.
- Tenemos fiesta hoy, ¿no? - Ed se ríe – Vamos a avisar al resto.
Miro mis manos sobre la mesa, estas manos que no han tenido que golpear nunca a nadie hasta llegar aquí. Ahora tengo los nudillos manchado de cicatrices y el corazón helado. ¿Hace cuánto no me permiten hablar con mis amigos, con mi abuelo, con Jimena? Al parecer, los presos con mal comportamiento no pueden recibir llamadas ni visitas. Según dictaminó el juez, hay riesgo de fuga y de eliminación de pruebas. Portarme mal es lo único que puedo hacer para seguir con vida.
Antes de que Ed se levante de su silla, yo ya estoy preparado para recibir el golpe. Esquivo el navajazo, agarro al tipo de la camiseta y lo estampo contra la mesas de enfrente. Con un gesto desesperado, intenta incorporarse, pero yo lo retengo por el cuello contra el suelo. Le clavo la navaja en la yugular. Una ligera presión y empezaría a sangrar tan rápido que ni siquiera podría percatarse de que se está muriendo.
- Tío, cálmate – me dice, asustado.
- Dame una buena razón para no matarte.
- No lo hagas, enserio.
- Deberías haber pensado antes de meterte con alguien como yo, ¿no crees?
Su grupo se ha abalanzado contra el mío. Un verdadero caos en el comedor. Los guardias intentan disolver el tumulto, un golpe en la cabeza me deja inconsciente.
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León
Action«Papá dice que León me hará daño. Puede que tenga razón». Obra registrada en Safe Creative. Prohibida su adaptación o copia.