25 | Lágrimas de culpa

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—Pareces una muñequita de pastel

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—Pareces una muñequita de pastel.

Le sonreí a mi abuela a través del espejo. Llevaba puesto un vestido que ella me había regalado el año pasado pero por alguna razón nunca me lo puse hasta ahora. Era de un color vino casi café, con un escote cuadrado, manga 3/4 y falda algo corta. Me quedaba algo flojo en la cintura, pero nada que se notara mucho. Lilimar me había ayudado con el peinado, sujetando la mitad de mi cabello con un moño negro. Sí, la verdad que sí parecía una muñequita de pastel... y para nivelar la cosa me puse unos tenis blancos bien bonitos.

—Gracias, abue —terminé colocándome un poco de perfume, luego giré sobre mis tobillos y cogí mi bolsito—. Tengo que irme ya, quiero darle el regalo a Jace antes de que comience la fiesta.

—¿No vas a cenar antes?

—Ah, no te preocupes. Comeré en la fiesta, la mamá de Jace se encargó de hacer cada bendito aperitivo que conoce.

—Bueno —Me acerqué a ella para darle un abrazo—. Cuídate, ¿sí? No quiero cuidar de borrachas.

—No vas a cuidar de borrachas. Me encargaré de que Lili no tome mucho. Adiós, dile a Lili que la veré allá.

—Dile tú, está abajo y no deja de molestar a ese pobre perrito.

—Creí que no lo querías en la casa.

—Ya le tomé cariño.

Me reí mientras bajaba las escaleras, encontrando como dijo mi abuela, a Lilimar jugando con mi regalo para Jace.

—¿Seguro no podemos quedarnoslo? Creo que ya me ama —hizo un puchero, apachurrando al pequeño cachorro contra su pecho.

—No te ama, solo lo has tenido secuestrado desde que lo traje a casa.

—Pues el síndrome de Estocolmo también es amor —rodé los ojos y le quité al perrito, que ladró en agradecimiento—. Traición. Pues no importa, yo también adoptaré uno. ¿Dónde dices que lo conseguiste?

—Ah... en un centro comercial por ahí pero si quieres puedo traerte uno.

—Pero quiero ir a verlos por mí misma...

—Te enviaré fotos —con ganas de cortar la conversación ya, le di un beso en la frente y corrí con el perrito hacia fuera—. ¡Nos vemos allá! ¡Voy donde Jace primero!

—¡Dile que cuide a ese perro con su vida porque no está a salvo de otro secuestro!

Rodé los ojos mientras subía al perrito a la canasta. Lilimar me había hecho el favor de amarrarle un globito rojo a su collar cuyo dije aún no tenía nombre. Le acaricié tras las orejas y él lamió mis dedos.

—Tú procura ser el perrito más tierno del mundo, Firu... ólvidalo, ya lo eres. Sí que lo eres. Lo eres.

Me puse a hablarle chiquito, pero luego me di cuenta de que estaba a medio de la calle y que podía estar pareciendo una loca, así que me subí a la bici y emprendí mi camino a la casa de Rubiesito. Supongo que es una vista graciosa, yo pareciendo una princesa encima de una bici. Pues esta princesa todavía no tiene licencia de conducir así que toca.

Jace, eres un idiota [Jace Norman y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora