Te ves arrastrada por la multitud y separada de tu pequeña. Tratas de buscarla pero es una tentativa fallida. Estás afuera de ese edificio que arde.
Lloras desesperadamente...
Tu hija está ahí dentro y los rescatistas no dejan que vayas en su búsqueda, porque es peligroso.
Sientes que eres doblegada e ignorada ante tus súplicas... ¡A ti no te importa morir con tal de salvarla!
Maldices en esos momentos el haber renunciado a tu pasado, a tu gente, a tu mundo...y sobre todo a tu magia porque en esta situación, no te habría importado estar entre muggles y la habrías utilizado... Pero todo fue por él... cuando decidiste alejarte de él y optaste por abandonar ese mundo en donde creciste y al que le entregaste tu adolescencia.
Sí, todo fue por él y por esa niña que llevabas en tu vientre. Nunca te arrepentiste de nada: ni del amor que le profesabas, ni de tu embarazo, ni tampoco de haber dejado de lado tu magia.
—¿Fue un sacrificio? —preguntó tu madre el día en que le contaste que llevabas una vida dentro de ti. Se indignó, te hizo llorar, pero fue tu mejor compañía durante tu aflicción. Y el día más trascendental de tu vida, el nacimiento de tu hija, ella festejó contigo.
Recuerdas cuando ella la vio por primera vez: —Por el amor de Dios, ¡qué niña más bella! —exclamó no solo ella, sino también lo hicieron los médicos y enfermeras que te atendieron. Todos la miraban extasiados y tu madre la cubría con recelo. Su mirada atrapaba, su piel de seda invitaba a acariciarla, sus cejas y pestañas apenas podían apreciarse debido a la claridad del cabello. Y sus ojos... grises y profundos... Era un ángel del cielo depositado en tus brazos...
Alguien atrae tu atención, trayéndote de regreso a la realidad, es tu madre que se acerca a ti. Ella también está desesperada y toma tu brazo derecho para que voltees, obligándote a responder con un abrazo, así no ves el incremento del fuego hacia el piso en donde viven.
Ves a la lejanía personas atemorizadas ante la dantesca escena y viaja a ti el recuerdo de las primeras palabras de Annie que te hicieron llorar de impotencia, cuando con tan solo dos años, pausadamente dijo: «Papá nostá» y sonrió tristemente demostrando su valentía.
Y lloras... lloras aún más recordando cuando, siendo ya una niña de seis años, le hacía saber a tus pretendientes que «un paso en falso y derramarían lágrimas de sangre». No sabes dónde o cuándo ella aprendió esa frase y cómo supo en qué momento utilizarla tan asertivamente.
Annie Granger había sorprendido a todos en el colegio haciendo alarde de pertenecer a una familia aristócrata de la cual solo tú dabas una pequeña información pero que ella tomaba y transformaba a su antojo.
Era una niña inteligente que había logrado ganarse el corazón de los profesores, además de obtener la mejor calificación de su nivel. Y, en el momento de entregarle el reconocimiento y pedirle que dijera algunas palabras, todos la miraron asombrados: Annie había dejado silencioso a medio concejo con una simple frase: «Gracias, lo merecía».
—Es el vivo retrato de su padre, ¿no es así? —preguntó tu madre alguna vez y asentiste. No diste mayores detalles, pues sabías que él era así: engreído y poco humilde, pero en tu hija, esas características solo lograban sonrisas de orgullo.
Siempre que se lastimaba decía: «Ya cálmate mamá, me ha dolido más a ti que a mí. No llores». Sonreías para tus adentros y al cabo de unos minutos, cuando se encontraba sola, lloraba sus caídas con súbitas lágrimas que secaba con furia y tú solo mirabas, oculta tras algún mueble o cortina.
—¿Tan parecida es a su padre? —insistía tu madre.
—No le ha perdido pisada a los Malfoy —respondías.
—Quizás sea el momento que ella se ente... —pero tú la interrumpías:
—Para ella, su padre está muerto... y punto.
Otra explosión te saca de tus pensamientos y sueltas bruscamente a tu madre. Tus ojos se oscurecen de terror y tratas de correr hacia el edificio nuevamente, pero un desconocido, vestido con ropas de seguridad, surge como muralla.
—Es peligroso —advierte e impide tu avance.
—¡Suélteme! —increpas furiosa en tanto otra enérgica explosión se hace presente y ves cómo la parte superior del edificio se derrumba ante los ojos atónitos de todos.
—¡Annie! —gritas desesperada y tratas nuevamente de acercarte, pero otra vez eres impedida por ese hombre—. ¿No se da cuenta de que mi hija está allá dentro? —terminas derrumbándote en los brazos del bombero.
—¡Hey, Hermione! —alguien ha hablado detrás de ti y te separas entelerida del hombre, ya que sabes perfectamente quién se ha hecho presente. Estás aterrada pues has reconocido la voz, sin embargo no se contrasta con el pavor que sientes por el hecho de que tu hija pueda morir. Sueltas al extraño para acercarte al recién llegado.
—Draco... —susurras antes de arrojarte a sus brazos. Él recibe tu llanto con desconcierto, deslizas tus brazos por su espalda, aferrándote a él—. ¡Ayúdame! — imploras—. ¡Por favor, te lo suplico! ¡Ayúdame! —tus palabras salen ahogadas y distorsionadas, totalmente desesperadas casi desgarrando tu garganta.
—¿A qué te ayudo, Granger? ¿A qué? —pregunta sosteniendo tu rostro entre sus manos y mirándote a los ojos.
—A salvarla, por favor...
—¿Salvar? ¿Salvar a quién?
—¡A nuestra hija, Draco! Nuestra hija está allá dentro... —un fuerte estruendo indica que el edificio contiguo al de tu departamento, se ha derrumbado por completo.
Y decides ingresar, ir en su búsqueda.
No consideraste que el riesgo era real.
Sin mirar ni pensar en nada más que en Annie, tus ojos se cerraron irremediablemente cuando todo quedó en silencio y la oscuridad te rodeó...
ESTÁS LEYENDO
ENTRE LLAMAS (Fanfic)
RandomHermione huye del mundo mágico con un secreto tan grande que la obliga a dejar hasta su propia magia. Un accidente hará que la vida de ella cambie para siempre, lo cual la obligará irremediablemente a retornar a ese mundo que tan malos recuerdos le...