Duelo de Magos

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Draco había enmudecido. No sabía si era por la alegría de ver nuevamente a Hermione o de coraje por saber que estaba casada. Tenía frente a él a aquella muchacha que se presentó justo antes de su matrimonio, con jeans desteñidos y cabello alborotado, a decirle algo que nunca se enteró, porque habló él antes, le dijo que se casaba, la humilló, con el único objetivo de alejarla de su lado. Jamás se imaginó que la apartaría tanto, ya que desde aquel día, jamás la volvió a ver, hasta ahora, que la tenía frente a él. Bella y distinguida que parecía una princesa, pero con dueño y ese dueño era su primo, Michael, a quién él, tantas veces sojuzgó siguiendo las órdenes de su padre y ahora le demostraba en la cara que finalmente había ganado. Tenía a la única mujer que en su vida amó, como esposa. Hermione, aquella sangre sucia que tanto detestó de niño, hoy pertenecía a su familia siendo la esposa de Michael.

—Malfoy, ¿qué tal? Tantos años sin verte —saludó sonriente Hermione.

La voz de ella sonaba a música celestial para los oídos de Draco. ¡Siglos sin escucharla! Sin ver esos labios que tantas veces había besado, sin admirar aquel cuerpo perfecto que acarició hasta el cansancio y que hizo suyo incontables veces. Estaba silencioso. No podía responder, si hablaba su voz tendría un sonido chillón. Carraspeó y solo realizó un leve movimiento de cabeza.

—Narcisa, sinceramente no teníamos intenciones de venir, pero la tradición es la tradición. Sé que ustedes no toleran a los muggles... —empezó a decir Michael, pero Lucius, que no despegaba los ojos del busto de Hermione, sonrió en forma desvergonzada y puso su brazo para que la joven colocara allí la mano.

—Hermione Granger, la heroína del mundo mágico, ¿qué te habías hecho? Has estado muy alejada —Hermione, sonrió pero no tomó el brazo de Lucius. No caería en su jueguito.

—Señor Malfoy, si mal no recuerdo usted fue quien quería entregarme a Voldemort para que me matara. Eso no lo olvido, así que aleje su brazo de mí, que jamás me colgaría de él, ¿Michael? —y buscó la mano de su «esposo» para seguir. 

—¡Hola! —un niño sonriente de cabello blanquecino se acercó a ellos—. Me llamo Scorpius —Hermione lo miró sorprendida. He ahí el motivo por el cual Draco la había dejado. Era un pequeño hermoso, todo un Malfoy y que le sonreía agradablemente a ella y a Michael. En solo un par de segundos le había robado el corazón.

—Hola, Scorpius —saludó Hermione.

—Es mi hijo —dijo Draco orgulloso, tomándolo de la mano.

—Felicitaciones —agregó Hermione mirándolo a los ojos. Recordaba cada palabra que dijo aquel día de su matrimonio, pero cual mejor actriz, esbozó una sonrisa y miró a Michael.

—Es cosa que tú digas y tenemos los nuestros —dijo Michael regalándose un beso en la mejilla. La ligera sonrisa que pudo dibujarse en el rostro Draco fue borrada de inmediato, tras escuchar esas palabras. Había olvidado por un instante que Hermione estaba casada, que no era aquella adolescente que se entregó a él y que le había regalado su primer «te amo».

Michael tomó suavemente la mano de Hermione y entrelazó sus dedos con los de ella. Al hacerlo le dio un pequeño apretón, para transferirle un poco de calma. Draco se percató de  ese gesto y volvió a sonreír. Su Hermione era toda una mujer y por lo menos, Michael, era un buen esposo y se preocupaba por ella. Se notaba que estaba enamorado. En cambio él, tenía que conformarse con Astoria que, al mirarla, pudo advertir en el rostro de ella, una mueca entre asco combinada con un toque de  envidia.

Por otra parte Lucius, que no había dejado pasar la descortesía de la invitada, se conformó sabiendo que nunca a la primera le resultaba y que estaba dispuesto a intentar de nuevo: Si ya con una me resultó, con esta también podría. Al pensar en aquello, dio una mirada de soslayo a Astoria.

ENTRE LLAMAS (Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora