Mi Annie... Nuestra Annie

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Hermione vestía la parte superior de un pijama de Draco y con sus mangas alzadas, mientras llevaba dos tazas de té a la mesa que él había preparado para ambos. Eran cerca de las diez de la noche y hacía sólo unos minutos que se habían levantado puesto que ambos estómagos estaban pidiendo auxilio a gritos, luego de tanto gasto energético...

Era mucho tiempo sin estar juntos y se pusieron en campaña de recuperarlo...

—Creo que con lo hemos hecho hoy, he cubierto mi cuota de sexo de aquí hasta el dos mil doce.

—¡Ven aquí, castaña preciosa! Tenemos toda una vida para estar juntos. Ahora que te he encontrado,  jamás me vuelvo a separar de ti.

—¡Espera que me quemo! —dejó los tazones en la mesa y se sentó en las piernas de Draco, que llevaba puesta la otra parte del pijama que lucía Hermione, dejando su torso desnudo. De inmediato la mano de él se posó por debajo de la blusa, tocando la suave piel de Hermione.

—¡No sabes cuánto te he extraño! Y prepárate, porque nos queda toda la noche — dijo con una sensual y ladina sonrisa, haciendo incluso un insinuante movimiento de cejas.

—¡No te cansas! ¡Me vas a dejar en los huesos! 

—Contigo jamás me cansaría de hacerte una y otra vez el amor. ¿Te acuerdas de aquella vez cuando nos quedamos solos en casa, cuando mis padres no estaban y estuvimos toda la noche... «jugando»? —Hermione lo miró y quedó helada. ¡Claro que se acordaba de aquella vez!—. Estoy seguro que fue ese día que quedaste embarazada.

—Cinco veces en la noche... pues es muy posible —dijo ella, como quien se acuerda de cualquier cosa.

—¿Cinco? ¡Ja! ¡Hermione, fueron siete veces!  ¡Siete veces! —agregó dándole unos  besos en el cuello. Ella rió.

—Claro que me acuerdo. Draco, me acuerdo de todos nuestros encuentros. Pero parece que eso fue hace siglos... 

—Creo que ambos sabíamos que posiblemente no íbamos a poder seguir juntos.

—Tú debiste haberme dicho lo de Astoria. No entiendo por qué lo ocultaste.

—Lo sé. Sé que debí haberte dicho de ese famoso pacto, pero recuerda cómo era yo en esos años. Te tenía a ti y te amaba, pero no sabía qué quería en realidad y me dejé manipular por mi padre... pero no lo culpo solo a él... No sé en qué pensaba, pasaron tantas cosas por mi mente, era inmaduro, estúpido... Sabía que estaba actuando mal que también yo me estaba condenando, porque te amaba y aun así decidí que lo correcto era casarme.

—Entiendo... y prefiero no recordarlo. Anda ven, comamos algo —le dijo al escuchar un sonido extraño en el estómago de Draco. Este sonrió, mientras Hermione cortaba un pedazo de tarta de durazno que estaba en la mesa y se lo metía en la boca.

Ella se puso de pie y se sentó a su lado. Fue en ese momento que observaron que acaba de llegar una lechuza  y que estaba parada en el alfeizar  de la ventana. Draco se levantó, sorprendido, nadie sabía que ellos estaban allí, a excepción, de cierta medimaga que durante el día los había visitado.

Abrió la ventana y la lechuza parda ingresó, estirando la pata para que le quitaran el mensaje que traía. Hermione, se apresuró y sacó una galleta de la mesa y se la dio al ave. Esta lo recibió y, en señal de agradecimiento, le dio un pequeño picoteo en la mano y luego salió volando.

Draco de inmediato desenrolló el pequeño pergamino. Hermione guardó silencio.  Era una carta para él. Se imaginó que podía ser de Astoria, de Lucius o incluso de Narcisa.

—Es de Ginny Weasley. Toma, léela —se la entregó a Hermione.

Es de suma importancia que tú y Hermione vengan temprano a «La Madriguera», alrededor de las diez de la mañana. Es urgente. No pueden faltar. Y, traigan juguetes... ¿Traigan juguetes? ¿Es una clave, acaso?

ENTRE LLAMAS (Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora