6.

2.7K 122 6
                                    

-¿Otra vez tú?- exclamé y él cubrió mi boca.

-Shh, no quiero otro viernes de detención- masculló y entonces, yo mordí su mano-. ¡Oye!

-Eres un imbécil- lo empujé con tanta fuerza que su espalda chocó con la pared-. ¿Con que tu nombre en realidad es Samuel, eh?

-No sabes lo mucho que estoy odiando que te enteres de cosas que no debes, Katrina... Por favor, no se lo menciones a nadie.

-¿Por qué?

-Porque ya todos lo olvidaron. Además, detesto ese nombre.

-¿Es en serio? ¿Es por eso que casi rompes la puerta de la oficina de tu mamá hace un rato?

-Eso creo- él asintió-. Pero ahora somos amigos y por eso quise aclarártelo.

-No somos amigos.

-¿Y por qué no podemos serlo?- él se acercó a mí y me acorraló contra la pared colocando ambos brazos a mis lados. Entonces me mostró una encantadora sonrisa de oreja a oreja y aunque sí, era muy guapo y todo, aquello no me intimidó lo suficiente como para empujarlo nuevamente.

-Porque no- respondí-. Tan solo míranos, eres tan superficial que estamos dentro de un almacén porque seguramente tienes miedo a que te vean hablando conmigo.

Él se quedó callado y yo apagué la luz para luego salir de ahí.

Al llegar al campo de futbol, el entrenador T me gritó en frente de todos por haber llegado tarde a detención y luego me mandó a sentar en las tribunas junto a otras siete personas. Sam no llegó hasta diez minutos después, ósea, veinte minutos tarde, pero el entrenador no hizo más que saludarlo con una chocada de puños como si fuesen amigos de toda la vida y recordarle que esa tarde tenía entrenamiento.

Aquello era lo más injusto del mundo y cuando Sam se sentó a mi lado, se lo hice saber.

-Vamos, soy hijo de su jefa, si me trata mal sabe que lo más probable es que pierda su trabajo- me explicó él pasando su brazo por mis hombros-. Estuve pensando en lo que dijiste, ¿y ves? No me da miedo que me vean contigo.

-Chau- saqué su brazo de encima y bajé una grada de la tribuna.

-¡Oiga, entrenador T!- le gritó el tipo que tenía ahora a mi lado-. ¿Nos la pasaremos todo el rato aquí sentados? ¡Me congelo!

-Esa era la idea, pero me has dado una mejor... ¡Todos a correr diez vueltas al campo!- rugió el entrenador con su estruendosa voz-. A ver si así entran en calor.

Todos empezaron a quejarse, pero a los cinco minutos ya nos encontrábamos trotando como nos lo había indicado y sin dejar de ser vigilados por él que incluso medía el tiempo de cada uno.

-Estás que tiemblas- me dijo Sam apareciendo a mi lado-. Si quieres le digo al entrenador que paremos un rato y así puedo abrazarte.

-Prefiero morir de hipotermia- le contesté y alguien se rio detrás de nosotros.

-Vaya, ya era hora que alguien rechace al enigmático Sam Prescott- una rubia bastante alta se puso entre nosotros-. Eres la nueva, ¿no? La del nombre de caricatura.

-¿Perdona?- inquirí ofendida-. No sabía que las jirafas hablaban.

Sam se echó a reír escandalosamente y la rubia se detuvo pero también me detuvo a mí tomándome del brazo.

-Mira, no es mi culpa que midas un metro treinta. ¿Acaso tienes idea de quién soy?

-No, pero apuesto a que tu nombre empieza con "B"- respondí e hice a un lado su cabello para ver el dije que llevaba en su collar y que en efecto, decía "Barbie"-. Bingo, adiviné, una más de las mil tontas.

Prohibido SoñarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora