No pude dejar de llorar desde que Sam partió a Boston y por suerte, ni mi papá ni Bea se encontraban en el departamento cuando llegué del aeropuerto y no me vieron destruir toda mi habitación de la furia y tristeza que sentía dentro.
A eso de las siete de la noche, cuando apenas y sentía mis ojos, Charlie llamó a la puerta y pensé en ignorarlo y luego ponerle de excusa que estaba dormida, pero él me mandó un mensaje diciéndome que se iría a la universidad a la mañana siguiente y no dudé en correr a la puerta tal y como estaba, sin arreglar ni un solo pelo que caía por mi rostro y con la ropa del día anterior.
-Dios mío, ¿Qué te paso?- me preguntó él abrazándome y yo lloré en su hombro-. No me digas que Sam y tu terminaron...
-No, nada de eso- negué con la cabeza y lo deje pasar.
-¿Entonces?
-Yo... Lo voy a extrañar.
-Oh, Kat- Charlie se dejó caer en el sofá y sacó de su bolsillo una bolsa de papitas fritas-. ¿Quieres?
-No- me senté a su lado y me abracé a mí misma, mi amigo tocó mi frente.
-Vaya que estás mal. ¿Quieres que llamé a Bea o tu papá? Parece que tienes fiebre.
-No, no- negué con la cabeza.
-Okay... Mira, si es por Sam, ánimo- Charlie sacudió mi mano-. Verás que en un par de semanas se verán nuevamente e irán a casa de los abuelos a...
-Charlie- lo interrumpí-. Por favor, basta.
-Lo siento. ¿Puedo hacer algo por ti?
-Claro, abrazarme porque ya eres un chico grande e irás a la universidad mañana.
-Awww, K- él me rodeó con sus brazos y yo lloré aún más.
-Quiero que sepas que eres el mejor amigo de este universo y que conocerte ha sido una de las mejores cosas que me ha podido pasar en la vida- me separé de él y tome su rostro entre mis manos-. Que nadie te haga dudar jamás de lo asombroso que eres, Charlie.
-Katrina, ya cállate que estoy llorando- dijo él con los ojos llenos de lágrimas.
-Con cabello blanco, rosa, azul o rojo, no sabes cuánto te quiero.
-Pues yo te adoro- él besó mi frente y volvió a abrazarme-. Y quiero que vayas al campus a verme, eh.
-Lo haré- le mentí cerrando los ojos con fuerza y después de unos minutos, lo dejé ir al igual que los demás.
A medianoche, podía sentir mis ojos sangrar y aunque ese no era el caso en sentido literal, no pude más y fui al baño a darme una ducha de agua fría para quitarme toda esa pena que traía encima.
Pero no funcionó.
Me quedé cerca de una hora envuelta en una toalla abrazándome a mí misma en una de las esquinas del baño, mirando a la nada, pero pensando en todo. Pensando en cómo iba a conseguir el dinero para el día siguiente, pensando cómo iba a salir del departamento sin que Bea o mi papá lo notasen, pensando en cómo iba a decirles que me iba sin darles explicación alguna, o al menos, una explicación razonable.
No dormí siquiera un minuto esa noche y apenas amaneció, contacté a Cassandra para que depositara la segunda parte de lo que me pertenecía por la publicación de mi libro a mi cuenta bancaria. Además, le pedí que no dijera ni una sola palabra al respecto y por suerte, ella no me preguntó por qué tendría que mantenerlo en secreto y es más, ni si quiera le importó.