Antes de que empiecen a leer lo que será el último capítulo de Prohibido Soñar, quiero anunciarles que aún queda subir el EPILOGO.
Sé que no he publicado en semanas (probablemente meses), pero finalmente he superado y resuelto mis mil y un dudas existenciales, y he vuelto a escribir :) Esto aún no acaba.
Gracias por seguir leyendo mi novela.
__________________________________________________
20 años en prisión.
Esa había sido la sentencia de Manny y ni él ni yo pudimos dejar de lamentarnos al respecto una vez que nos dejaron hablar en una sala supervisada.
-Yo no la maté, te lo juro, Kat- me dijo él en español y uno de los oficiales golpeó la mesa que nos separaba a ambos.
-Hablen en inglés.
-Ella ya no está, él la mato y yo... Yo no pude hacer nada.
-¿Qué paso?- le pregunté tratando de controlar el temblor en mis manos, pero se me hizo imposible-. No me llamaste desde...
-Desde que lo encontré y tuve que deshacer todo tipo de contacto porque él también me encontró- Manny acercó su rostro al mío-. Él tiene a tu tía, Katrina, nos engañó.
-No puede ser...- toqué mi cabeza.
-Tienes que irte, Pat te está buscando, piensa que has regresado conmigo.
-Tienes que delatarlo, decir algo- miré al oficial que nos vigilaba, pero este se había apoyado sobre una pared y empezaba a quedarse dormido.
-Yo ya lo perdí todo- Manny tocó mi mano que estaba sobre la mesa-. Tú no.
-Puedo utilizar mi dinero para sacarte de aquí.
-Ni con un millón de dólares sería posible- él negó con la cabeza y empujó mi mano-. Anda, vuelve a Australia y ponte a salvo.
-Manny...
-Anda.
Yo asentí y salí de la fiscalía con tanto miedo, que por cada persona que pasaba y chocaba mi hombro, soltaba un grito involuntario. Quería volver a casa, quería abrazar a mi papá y contarle lo que estaba pensando, pero una vez que llegué al edificio donde solíamos vivir, recordé que mi familia ya no vivía ahí.
Caminé sin rumbo alguno por las calles e incluso tomé el metro después de no haberlo hecho en casi un par de años, y llegué al edificio de tía Mel sin quererlo. El piso en el que ella solía vivir se encontraba en venta y la puerta principal se hallaba cerrada a pesar de que todo el tiempo que estuve ahí permaneció abierta. Así que me metí al callejón y me senté en el borde de la que había sido una vez mi ventana, esta estaba cerrada. De todas formas, con la frente pegada al vidrio, miré mi habitación y con el corazón latiendo a mil, recordé todo lo que había pasado ahí, quienes habían estado ahí y más que los malos, los buenos momentos que pasé mirando al techo las estrellas que Sam me había dibujado.
Entonces, me fije en el reflejo que tenía al frente y volteé a mirar lo que tenía al frente y en definitiva no había notado. El gran muro blanco que daba a mi ventana se había convertido en un mural lleno de colores, dibujos y yos.
Sí, yos.
Estaba en todas partes y en el centro habían escrito en negro "Kit-Kat". Solamente una persona vino a mi mente, o quizás, simplemente hizo que todo lo demás desapareciera porque nunca se fue.
Sam.
Él había pintado ese muro que alguna vez me dijo que sería el mejor mural de todos y yo... Yo no podía con tanto dolor dentro. Me senté en el suelo del callejón y lo observé por horas fijándome en cada pequeño detalle que tenía gran significado para mí, como una pequeña llave en una de las esquinas o una laptop con una chica pelirroja en la pantalla que representaba a Stephanie.
Pero lo que más me sorprendió, es que la firma había sido de hace tan solo un par de meses, es decir, que hasta hace poco, había pintado esto y eso quería decir que... No me había olvidado.
Me levanté del suelo y con la mochila en hombros, corrí con todas mis fuerzas a la casa de Sam. Debía intentarlo, debía arriesgarme y durante esos veinte minutos que me tardé en llegar ahí, no dude ni un segundo de lo que estaba haciendo.
Estaba sudando a más no poder y el cuerpo me temblaba del frío, pero aún más de los nervios. Coloqué mi mano sobre la puerta de madera de la casa de los Prescott y me quede ahí un rato respirando profundo tomándome de valor para levantar mi puño y tocar.
-Yo que tu no haría eso- dijo una voz detrás de mí que impidió que llamara a la puerta, moviera mis pies o siquiera girarme-. Vamos, Katty, sin miedo que hoy no muerdo.
Con las mejillas empapadas de lágrimas, giré mi cuello y vi a un Pat calvo, con los ojos rojos y lleno de cicatrices frente a mí. Él se acercó a mí y pasó su mano por mi cabeza para luego abrazarme y llevarme así a un lado de la casa de Sam fuera de la vista de todos los que pasaban por la calle.
-Con que volviste, ¿eh?
-Mataste a la mamá de Manny, no liberaste a tía Mel, tu...- apreté mis puños, pero él tomó mis muñecas con fuerza.
-Yo no maté a nadie- gruño-. Tan solo piénsalo así: Yo maté a tu abuelo, mi propio padre; Manny, mi hijo, mato a su propia madre. Compartimos la misma sangre.
-Él no la mató- repetí entre dientes tratando de zafarme de su agarre, pero Pat me sujeto con más fuerza enterrando sus uñas en mi piel-. ¡Suéltame!
-No hasta que veas una cosa.
Él me llevó a rastras a la parte trasera de la casa que daba a la ventana del comedor de los Prescott y entonces, ahí los vi.
Vi a los papas de Sam sonrientes de oreja a oreja, a Ben sirviéndole vino a Miranda, quien lucía espectacular al igual que las demás hermanas. Había un gran pavo en el centro de la mesa y había globos por doquier que decían "Feliz Día de Acción de Gracias". Desesperadamente busqué a Sam y cuando lo encontré, estaba siendo abrazado por Lizzie, quien junto a su madre, también estaba ahí. Ella besó su mejilla y él se rio tomando un pedazo de pastel que ella tenía en su plato para luego metérselo a la boca.
-¿Parecen de comercial, eh?- dijo Pat en mi oído-. Se les ve muy felices, debo admitirlo. ¿Tu eres feliz?
-No hasta que te pudras en la cárcel.
-Ah, pero eso lo hará Manny por mí. Pero como a ti te quiero tanto, querida sobrina, te daré una segunda oportunidad. Quiero que te vayas o si no, esa familia que ves ahí al frente y la otra que está disfrutando de las palmeras en California, sufrirán las consecuencias tal y como Rosa Gonzales.
-Tú...
-En paz descanse- Pat sonrió-. Prohibido soñar, ¿recuerdas?
Él me soltó y yo hui, por enésima vez, de él.