Las vacaciones de invierno acabaron y todo volvió a la normalidad.
Bea regresó a la universidad con su novio y yo retomé la escuela y el trabajo en la biblioteca, el cual había cambiado ya que no seguiría ordenando libros, sino en la cafetería donde nadie iba por los elevados (y abusivos) precios que tenían ahí. Definitivamente, yo no tenía problema con eso y es que a pesar de ganar 5 dólares extra, desde el primer día que estuve ahí me la pase sentada, leyendo y comiendo a escondidas galletas que de todos modos, pagaría después.
Era un miércoles por la tarde cuando empecé a leer Orgullo y Prejuicio por tercera vez, cuando Charlie apareció en la barra de la cafetería sudando a más no poder, jadeando desesperadamente y con los ojos vidriosos.
-Dios mío, Charles. ¿Estás bien?- coloqué una botella de agua frente a él.
-No pagaré 7 dólares por eso, K. Y no, no estoy bien.
-Bueno, yo sí- puse siete billetes de un dólar en la caja registradora y abrí la botella para él-. ¿Qué pasa?
-Acabo de correr quince calles y es que estoy tan asustado que siento la necesidad de huir de todo el mundo menos de ti porque eres mi mejor amiga.
-No me digas que otra vez te asaltaron en la 67. Charlie, te dije que tengas cuidado y que no saques tu celular cuando...
-No- me interrumpió él cogiendo mi mano y colocándola en su frente-. ¿Crees que tengo fiebre?
-Pues... No lo sé, pero si estás sudando bastante. ¿Quieres que te acompañe al doctor? Podría llamar a tu papá.
-¡No! Es la última persona a la que quiero ver.
-¿Qué?
-Está pasando algo y... ¿Recuerdas a Levi?
-Salimos con él ayer, claro que sí.
-Bien, K... Lo que pasa es que...
-Charlie- cogí su rostro con ambas manos y lo miré a los ojos intuyendo lo que me diría a continuación-. No pasa nada, tan solo dímelo.
-Soy gay- él rompió en llanto-. Soy gay y me gusta Levi.
-¿Ustedes...?
-Hemos estado saliendo en secreto y hasta nos hemos besado. ¡Mierda! ¡Necesito un abrazo!
Yo asentí y pasé por encima de la barra para abrazarlo, él se desahogó llorando a más no poder en mi hombro.
-Está bien, Charles. No tiene nada de malo que te gusten los chicos. Nadie decide de quién enamorarse.
-Lo sé, pero todo es tan confuso...- él se separó de mí y yo le ofrecí una servilleta para que se limpiara la nariz-. Soy un asco, gracias.
-Eres asombroso.
-No me hagas llorar más. ¿Te falta mucho para acabar tu turno?
-Son casi las 7, no.
-Bien, necesito que me hagas un favor.
-Lo que sea.
-¿Puedo dormir hoy en tu casa?- Charlie junto sus manos.
-Sabes que tía Mel no me dejará.
-Por favor, tengo que pensar en muchas cosas, como por ejemplo en cómo mierda le diré a mi papá que me gustan los hombres.
-No lo sé, Charlie.
-Traigo en mi mochila mi bolsa de dormir y dulces y.... No me los quiero comer solo en el callejón que da a tu ventana que por alguna razón es el sitio más seguro que conozco en todo Nueva York.